Dejen de condescender a los jóvenes y comiencen a escucharlos
A menudo me preguntan cuál es la mejor manera de comunicarse con los jóvenes, supongo que porque mis novelas y videos en YouTube tienen una audiencia desproporcionadamente joven. La verdad es que el hecho de que se me pregunte a mí es parte del problema –esto implica que los mileniales necesitan traductor–, pero yo creo que cuando escuchamos a los jóvenes y no los condescendemos no necesitamos traductor alguno. No existe tal cosa como “hablar en milenial”, y cualquier persona que opine lo contrario probablemente esté tratando de venderles algo.
Pero comencemos con esa palabra, mileniales, que estos días se ve por todas partes. ¿Cómo llegamos hasta los mileniales? ¿Cómo se informarán los mileniales? ¿Cómo usarán el transporte y desayunarán? ¿Cómo afectará el Internet las inquietudes sociales y políticas de los mileniales? Y así, ad nauseam. Yo me irrito cada vez que veo la palabra “milenial”, y no simplemente porque rara vez parezca ser usada por los mileniales mismos. Esto no es ninguna coincidencia: la palabra “milenial”, como descriptor de un grupo demográfico, fue acuñada por dos hombres nacidos inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. La generación X se nombró así misma generación X. A los mileniales los bautizaron los Baby Boomers.
Las redes sociales no son simplemente narcisismo y autocomplacencia
Creo que esto es parte de un fracaso mucho mayor de no escuchar a los jóvenes y tomarlos en serio. Con frecuencia escucho quejas de que los jóvenes están desinteresados u obsesionados consigo mismos, que hablan incesantemente por las redes sociales y que todo eso no es más que narcisismo y autocomplacencia. Pero esa no ha sido mi experiencia con los jóvenes (ni con las redes sociales). Cuando hice un video acerca de cómo entender los déficits de la deuda pública y del coeficiente de deuda/PIB, más de 700,000 personas lo vieron, casi todas ellas mileniales. Independientemente de si el tema es el costo de la atención médica en Estados Unidos, la historia temprana del islam o la partícula de Higgs, los videos en línea en el espacio educacional se han vuelto un gran negocio simplemente al tratar a los jóvenes como las personas inteligentes y los pensadores críticos que sabemos que son.
También me encuentro con muy poca paciencia cuando se trata de opiniones que dicen que a los mileniales sólo les importan sus propias personas. Todos los años mi hermano y yo llevamos a cabo un evento de recaudación de fondos por YouTube que se llama Project for Awesome que este año recaudó más de 1,500,000 dólares en una semana para organizaciones que incluyen Save the Children y la Agencia de la ONU para los Refugiados. La mayoría de los donantes fueron jóvenes –la donación promedio fue de 35 dólares– y miles de jóvenes más han hecho sus propios videos para Project Awesome en apoyo a sus organizaciones de beneficencia favoritas.
De niño –a principios de la década de 1990– con frecuencia me unía a los foros de discusión en línea para debatir los méritos literarios de varios autores de novelas de ciencia ficción. Ahora que lo contemplo a la distancia, algunas de las cosas que decía eran tontas; muy a menudo me quedaba despierto discutiendo acerca de los arcanos; y con frecuencia ignoraba mi tarea por estar chateando en línea. Pero, en retrospectiva, esas conversaciones fueron tremendamente importantes para mí, ya que nadie sabía que yo era un adolescente. En línea (y sólo en línea), se me trataba como a un pleno ciudadano del mundo, cuyas ideas y emociones eran valoradas.
En el mejor de los casos, el Internet todavía les brinda esa ventaja a los jóvenes: es un lugar donde pueden ser partícipes de un discurso público. Cuando escuchamos a los jóvenes, y cuando los reconocemos como plenos humanos, ellos responden de igual manera: nos escuchan y nos reconocen también. Los desafíos y las oportunidades ante los humanos en la actualidad –desde el cambio climático a la crisis global de los refugiados al mejor acceso a la tecnología y a la educación– exigen la atención de todo el mundo. En mi trabajo, he podido ver una y otra vez que los jóvenes quieren contribuir. Sólo tenemos que permitírselos.
Autor: John Green es autor y vlogger.
Imagen: REUTERS/Jessica Rinaldi
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