¿Qué podemos aprender de los jóvenes líderes empresariales?

Cuando me invitan a dar una charla acerca del emprendimiento social, comienzo por mostrar una serie de imágenes relacionadas con causas sociales y medioambientales y por preguntarle a la audiencia cuáles son las que los conmueven. Cuando la audiencia está compuesta de emprendedores jóvenes, estudiantes universitarios y activistas, la respuesta tiende a ser una abrumadora muestra de manos cada vez que cambio de imagen.

Algo muy diferente ocurrió en Ecuador hace algunos días con un grupo de líderes empresariales con bastante experiencia. Una imagen acerca de la creciente desigualdad sólo produjo miradas en blanco y una pregunta de un alto ejecutivo: “¿Qué no es así el mundo?”

Las diferentes reacciones son de hecho parte de una tendencia más amplia. El Informe Milenial de Deloitte 2015  resalta la brecha en cuanto a valores de liderazgo entre generaciones. Por ejemplo, mientras que el 37% de los mileniales espera que el bienestar del empleado sea una de las principales prioridades corporativas, sólo el 17% de los dirigentes piensa así. De igual manera, el 27% de los profesionales más jóvenes priorizaría hacer una contribución positiva a la sociedad y al medio ambiente si estuviera en posición de hacerlo, comparado con sólo el 18% de los altos dirigentes.

Imaginando sus propias soluciones

El año pasado la Organización Internacional del Trabajo (OIT) reportó que 108 millones de jóvenes en América Latina estaban enfrentando una crisis de empleo. Dado este hecho, se anticipaba que los jóvenes se conformarían con cualquier trabajo que pudieran obtener. No obstante, observamos un fenómeno muy diferente: la escasez de empleo ha inspirado a toda una generación a crear sus propias soluciones por medio de start-ups, con frecuencia resolviendo retos sociales y medioambientales que el mercado no ha sabido abordar.

Entre los jóvenes empresarios latinoamericanos existe una fuerte ética de trabajo para usar las empresas como una fuerza para hacer el bien. Eso es evidente al echarle un rápido vistazo a la lista de 50 Global Shapers que acudirán al Foro Económico Mundial sobre América Latina este año: más del 90% son emprendedores sociales o cívicos, una nueva generación de líderes empresariales cuyo objetivo es un mundo mejor. Desde el diseño sostenible hasta los datos abiertos para la innovación cívica, esta es una generación de líderes para quienes una carrera sin propósito es algo impensable.

Los Global Shapers en América Latina no están solos. La encuesta de Deloitte de 2015 de más de 7,800 profesionales educados, todos nacidos después de 1982, muestra un cambio generacional. Los mileniales creen que el propósito de una empresa no es sólo generar ingresos: el 51% de los encuestados se enfocan en la creación de empleos, mientras que el 44% declara que las empresas deben mejorar las sociedades y el medio ambiente. Mientras tanto, el 46% hablan de la generación de ingresos.

Es más que una simple preferencia; los mileniales están dispuestos a tomar decisiones respecto a sus carreras con base en sus ideas. En la encuesta de Deloitte, 66% de los jóvenes en los mercados emergentes reportan que lo que les llamó la atención de las compañías para las que laboran es su propósito. De igual manera, un estudio de Net Impact de 2013 en Estados Unidos descubrió que el objetivo en la vida del 72% de los estudiantes era tener un trabajo que pudiera impactar las causas importantes para ellos. Otro 58% estaba dispuestos a recortar su salario hasta en un 15% si eso significaba que la organización para la que trabajaría compartía sus propósitos.

Redefiniendo el papel de las empresas

Conscientes de que los esfuerzos públicos y de la sociedad no son suficientes para resolver los problemas más difíciles de nuestra región, ahora estamos acudiendo al sector privado. Durante los últimos años, una nueva generación de empresas ha surgido en América Latina: Las empresas B. Inspiradas por el movimiento B Corporation, estas compañías se comprometen a un propósito social o medioambiental y miden su progreso para lograr un impacto sustancial sin dejar de generar ingresos. Dicho de otra forma, el impacto social y la generación de ingresos no se perciben como mutuamente excluyentes: de hecho las fuerzas de ambos pueden aprovecharse para crear nuevos modelos sostenibles.

Con el apoyo regional de Sistema B, el crecimiento de este tipo de compañía ha sido excepcional. En 2012, cuando Sistema B comenzó sus operaciones en Chile, sólo 20 compañías habían sido certificadas. Hoy día, 178 compañías han sido certificadas en toda Sudamérica, y centenares más están pasando por el proceso de evaluación. Ocho países de América Latina tienen oficinas de apoyo local. De estas empresas, un gran porcentaje es dirigido por jefes ejecutivos mileniales y fundadores jóvenes.

Las empresas con propósito son el futuro

No sería justo atribuirle el éxito del movimiento tan sólo a la generación más joven. Imaginar un propósito diferente para los negocios no sería posible sin algunas Corporaciones B líderes y pioneras en América Latina así como sus esfuerzos de exponer el asunto como un tema principal. En la Lista de lo Mejor para el Mundo de este año, Échale a tu Casa, una empresa mexicana de vivienda social liderada por el Emprendedor de la Fundación Schwab del Año, se posicionó entre las tres principales compañías que están generando el más grande impacto para un mundo mejor. Natura, la principal compañía de cosméticos de Brasil, obtuvo la certificación de sustentabilidad de Corporación Benéfica y se convirtió en una de las más grandes Corporaciones B del mundo que cotizan en la bolsa de valores. El Equipo B, una iniciativa de líderes empresariales inspirada por el movimiento Corporación B, anunció a principios de este año en Davos una iniciativa para garantizar la sustentabilidad y el impacto entre las mayores empresas mundiales.

Más allá de las Corporaciones B, el sector de impacto más amplio está creciendo en América Latina. Una consulta de Bain and Company sobre la región reporta que el capital comprometido por fondos de inversión de impacto aumentó doce veces, de 160 millones de dólares en 2008 a aproximadamente 2 mil millones de dólares a finales de 2013. Como lo resalta un informe del Foro Económico Mundial, se anticipa que dichos fondos sigan creciendo conforme billones de dólares son heredados en el transcurso de las siguientes décadas por una generación que cree que las empresas deben jugar un papel crucial en la creación de una mejor sociedad. Además, existe un creciente consenso entre los inversionistas de que a largo plazo las empresas con propósito también son buenas para el balance final.

Participando en un diálogo transformador

A final de cuentas, mi intercambio la semana pasada con los altos ejecutivos de empresas generó una fascinante conversación acerca de valores generacionales, un paradigma cambiante sobre le propósito de las empresas y la audacia de los jóvenes líderes para abordar los problemas sociales. Como región, América Latina se beneficiaría al entablar más conversaciones como esta: exploraciones acerca del futuro y cómo trasladar el emprendimiento social de su nicho como concepto hacia el núcleo de lo que define el éxito empresarial. Este año, el Foro Económico Mundial sobre América Latina quiere “avanzar por medio de una agenda de renovación”. Es una oportunidad dorada para revisitar el papel del sector privado en la solución de los problemas más graves de la región.

Autora: Michelle Arevalo-Carpenter es jefa ejecutiva de Impacto Quito y Global Shaper.

REUTERS/Marcos Brindicci

 

 

 

 

 

 

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