Mejorar la calidad de vida en las megaciudades

La población se está desplazando desde las zonas rurales a las ciudades en crecimiento, proceso que está dando lugar a la creación de megaciudades. Debido a la gran cantidad de personas que llega a las ciudades antes de que se hayan construido más casas o infraestructura para darles cabida –a excepción de China, donde la migración está más sujeta al control centralizado–, es probable que un gran porcentaje de dicho crecimiento inicial de las megaciudades se produzca en los barrios de chabolas. Si no se mejora rápidamente la infraestructura urbana, existe el riesgo de que la mala calidad de vida en las megaciudades pueda caer en una espiral descendente hacia el colapso social. Actualmente no disponemos de soluciones de infraestructura o modelos adecuados que hayan demostrado funcionar. ¿Estaremos a la altura de las circunstancias?

Somos testigos de la migración en masa hacia ciudades en toda Asia y África. En los últimos 50 años, varios miles de millones de personas se han trasladado desde zonas rurales hasta ciudades y otros tantos miles de millones harán lo mismo desde hoy al 2050.

En última instancia, esto provocará una ralentización en el crecimiento de la población, ya que la gente tiene menos hijos cuando se mudan de las zonas rurales a los centros urbanos. Por ejemplo, Brasil fue una de las primeras economías emergentes en experimentar la migración de masas en la era moderna – la población de São Paulo pasó de 2 a 20 millones de habitantes entre 1950 y 2000– y su tasa de fertilidad se desplomó de un promedio de 6 nacimientos por mujer en 1970 a solo 1,8 en 2010. No obstante, Brasil en su conjunto no comenzará a experimentar la deflación de la población hasta el año 2030 aproximadamente, alrededor del mismo momento que China, Indonesia e Irán. No ocurrirá en el resto del mundo hasta la segunda mitad de siglo. Todavía tenemos que atravesar varios decenios de crecimiento de las megaciudades antes de que se relaje la presión de la población.

El rápido crecimiento de las megaciudades presenta el desafío de cómo mantener la calidad de vida. Es necesario tratar tres aspectos en cuanto al desafío de la infraestructura. En primer lugar, a excepción de, quizás, Nueva York y Tokio, el mundo desarrollado nunca ha tenido que plantearse la existencia de megaciudades, ya que tanto Nueva York como Tokio se convirtieron en metrópolis hace un siglo. Las propuestas más presentes para solucionar las deficiencias generalizadas de infraestructura de las megaciudades suelen hacer uso de lo que ya funcionó en ciudades ricas relativamente pequeñas de Europa –Ámsterdam, Estocolmo, Barcelona–, cuyas dinámicas no son comparables con las de Nairobi, Mumbai y Lagos.

En segundo lugar, cuando se erigieron las megaciudades originales de Nueva York y Tokio, había relativamente pocos edificios previos o mecanismos democráticos de control y consultas a las partes interesadas. Si bien son obviamente bienvenidos, estos mecanismos tienen la desventaja de ralentizar en gran medida la implementación de nueva infraestructura. Por ende, los gobiernos de cualquier parte del abanico ideológico se sienten impotentes al respecto.

En tercer lugar, el capital escasea y es probable que haya que invertir asignaciones cada vez mayores del gasto público en las necesidades sanitarias y de pensiones, lo cual deja menos recursos disponibles para invertir en infraestructura.

Será necesario encontrar soluciones innovadoras en lugares nuevos para el desafío de la infraestructura y, para ello, hay tres motivos por los que sentirse optimista. En primer lugar y por primera vez en la historia, hay disponible educación de primera calidad totalmente gratuita para los alumnos deseosos de aprender en todo el mundo. Esto podría aumentar en varios miles de millones la cantidad de personas con talento que tienen las competencias para participar en la innovación. Cuantas más cabezas haya puestas en el problema –sobre todo, las de quienes lo sufren de primera mano–, mayores serán las posibilidades de lograr soluciones. Ellos son los siguientes mil millones de personas a quienes tenemos que escuchar, con quienes tenemos que trabajar y a quienes debemos apoyar con toda la tecnología existente.

Debemos igualar este creciente suministro de innovación de las nuevas geografías con la necesidad de desarrollar nuevos mecanismos para escuchar a las poblaciones de las megaciudades, mediante el aprovechamiento de nuevas tecnologías eficientes como las redes sociales y el crowdsourcing. Se pueden encontrar indicadores tempranos de estas expectativas en las nuevas clases medias y sus protestas, cada vez más comunes, por todo el mundo.

En segundo lugar, ya existe la tecnología para diseñar y liderar posibles soluciones radicalmente nuevas: redes inteligentes, coches eléctricos que se conducen solos, multitudes de sensores, hyperloops y sistemas informáticos en memoria descentralizados a través del “Internet de las cosas”. La implementación rápida y decisiva de estas tecnologías, en su mayoría ya existentes, brindará la oportunidad de que las megaciudades den un salto en el desarrollo de su infraestructura. Actualmente, todo –desde los vehículos a la infraestructura pasando por la gestión del agua y de los desechos hasta la seguridad– puede tener sensores, a medida que pasamos de 10 a 50 miles de millones de dispositivos conectados a Internet en pocos años, lo que crea una red global de información, datos y procesamiento inmediato.

En tercer lugar, es el momento de liderar dando ejemplo democrático. Lo más difícil de la solución es implementar proyectos y competencias nuevos dentro de una estructura de gobierno que funciona bien, así como decidir quién diseña, quién implementa y quién paga. La tecnología ya está lista. Solo necesitamos casos de éxito, victorias grandes y pequeñas, en todo el mundo para que sirvan de catalizador de la acción.

Si no se encuentran soluciones, el resultado puede ser el colapso. El descenso de la calidad de vida en las megaciudades –el aumento de precios, el incontrolable tráfico, la debilitante contaminación, los críticos problemas de agua, los delitos galopantes, etc.– ya está provocando visibles protestas de masas y fugas de cerebros. Debemos encontrar soluciones para evitar el colapso y seguir adelante durante los próximos veinte o treinta años, tras los cuales el reducido crecimiento de la población comenzará a disminuir la presión sobre la infraestructura.

Las megaciudades deben prosperar como líderes del diseño de soluciones innovadoras, donde la población pueda vivir cada vez más una vida que goce de calidad y significado, antes de convertirse en lugares antiguos y agotados con poco que ofrecer. Tenemos que encontrar urgentemente formas de aprovechar la tecnología existente y nuevas capacidades intelectuales para crear admirables ejemplos de formas de mejorar la calidad de vida en las megaciudades del siglo XXI. El poder de los próximos mil millones.

Este artículo forma parte de una serie de opiniones individuales de la Comunidad para la Previsión Estratégica Global del Foro Económico Mundial para la Reunión Anual de 2015. Para leer más, acceda a la colección completa.

Autor: Rogerio Rizzi de Oliveira, Vicepresidente de Estrategia Corporativa de Hewlett-Packard, es experto en diseño estratégico, planificación de escenarios y estrategia corporativa.

REUTERS/ Akintunde Akinleye

 

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Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no del Foro Económico Mundial.

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