Las tres reglas de oro de la justicia

Mi nombre es Casimira Rodríguez Romero de Cochabamba Bolivia, actualmente es asesora de la Federación Nacional de Trabajadoras del Hogar de Bolivia (FENATRAHOB). Me gustaría compartir un poco de mi experiencia con los otros participantes del Foro Mundial.
Puesto que hemos hablado de educación, les cuento que la educación a mí me ha llegado en distinas maneras: tras experiencias desafiantes y también por vías formales e informales también. Parte de la primaria la realice en área rural, luego, al igual que muchas niñas adolescentes, tuve que dejar mi familia para empezar a trabajar en la ciudad como trabajadora del hogar, empleada doméstica, en condiciones de sobre explotación. En ese momento tomé esa decisión con la esperanza de poder ayudar a mi madre, que luchaba cada día por sobrevivir la pobreza. Lamentablemente fui trasladada por una familia comerciante desde las comunidades campesinas.
Recién me di cuenta de que había sido “traficada” hace unos 10 años cuando participé en una conferencia donde se dio la definición de “tráfico de personas”. En mi zona varias niñas adolecentes corrieron la misma suerte y sufrieron explotación laboral. En mi caso, trabaje sin recibir un salario por más de dos años pues mi empleadora decía que estaba guardado mi salario. Pero ese día nunca llegó. Estaba envuelta por falso afecto y una estrategia para atemorizarme.
Una se encuentra sola en la gran ciudad, sin ninguna protección y no queda otra cosa que someterse a la explotación laboral y servidumbre. Definitivamente esta es la cara de la injusticia para una gran mayoría de niñas adolescentes trabajadoras del hogar. Somos despojadas de nuestros derechos. Nos quitan el pan de la boca pese a ser niñas hambrientas. Nos quitan la dignidad y nos dejan sin la esperanza de un día poder vivir mejor.
Por mi experiencia personal en la organización gremial, puedo decir que me eduqué apreniendo a luchar por las necesidades y los problemas cotidianos en el trabajo. Por ello puedo decir que para mí la educación tiene tres pilares fundamentales.
Primero. La enseñanza de valores recibida de mis padres, las reglas de oro. En mi cultura son: 1) el ama sua, no sea ladrón; 2) el ama llulla, no sea mentiroso; y 3) el ama j’ella, no seas flojo.
Estas tres palabras tienen un significado valioso. No seas ladrón es amplio ejemplo de que lo que no es tuyo, no es tuyo; ni en lo material ni en lo espiritual. De la misma manera el ama llulla, no mentir, refiere a lo personal y lo colectivo.
Estos principios me dieron confianza en mí organización y permitieron crecer en mi liderazgo, hasta alcanzar conquistas muy importantes para mí gremio. Como por ejemplo la Ley nacional boliviana 2450 (sobre los derechos laborales específicos de las trabajadoras del hogar), entre otros logros. Finalmente, el ama j”ella, no ser flojo, significó dedicar mi trabajo y creatividad a las bases, con espíritu de servicio.
De la misma manera, cuando en 2006 fui nombrada Ministra de Justicia en mi país, también brinde mi trabajo por mi país. A fin de que las necesidades de la ciudadanía recibiera respuesta de las autoridades del gobierno.
Segundo. Otro detalle importante en mi vida es la parte espiritual. Fue Dios quien fue guiándome en el camino de la lucha por la justicia, dándome fuerza, sabiduría, paciencia, conocimiento y aprendizaje, además de muchas otras bendiciones.
Tercero. Y por último, la educación para mí no hubiera sido posible sin mi gremio: las trabajadoras del hogar de América Latina, del Caribe y del mundo.
Desde las organizaciones gremiales fuimos testigos de su aporte a la educación, a sus colegas, de su entrega a los hijos de las empleadoras y a sus familias. Gracias a nuestro trabajo sensibilizamos y humanizamos a las trabajadoras del hogar, educándolas en el respeto a los derechos humanos. Gracias a estas luchas históricas del gremio también aprendimos.
Desde la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar (CONLACTRAHO), fuimos parte de la elaboración del Convenio 189 de la OIT y su aprobación en la Asamblea Cien en Ginebra, en 2011. Gracias a este gran logro el movimiento se fortalece casi en todo el mundo. Algunos países firmantes del convenio ya han cumplido su compromiso con la ratificación del Convenio 189. Pero hay todavía gobiernos que no han ratificado esta gran búsqueda de justicia. Definitivamente el convenio implica ratificar compromisos sobre la mejora de las condiciones de vida del sector e involucra una gran educación de las familias empleadoras para un cumplimiento y aplicación de las normas.
Estos pilares son lo que llamo ‘mi educacion’, y son los que me sostienen. En base a ellos –lo familiar, lo espiritual y lo laboral– me paro ante el mundo como mujer, madre, trabajadora del hogar y ex Ministra de Justicia… siempre trabajando por la justicia y en busca de un mundo mejor.
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