“Punto ciego” de gobernanza, raíz de los males de la región

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Con frecuencia el sectarismo se percibe como el combustible que alimenta los fuegos de Medio Oriente, a la vez que poca atención se le pone al fracaso de la gobernanza como la raíz de dichos fuegos. El motivo por el cual los movimientos sectarios y las políticas han podido sacudir los cimientos de países como el Líbano e Iraq se debe, en gran parte, a la falta de estructuras gubernamentales que puedan garantizar que el estado sea el proveedor principal de seguridad.

La revolución de Siria de 2011 comenzó como una llamado por una reforma y cambio dentro del estado y, al tratar de derrotar dicho llamado, hubo acusaciones de sectarismo para tratar de desacreditar a ambas facciones. Más recientemente, los conflictos internos de Yemen se han proyectado como un conflicto de sectas cuando, en realidad, se trata de un conflicto sobre recursos y poder. La lista es larga.

Desde la revolución de Irán de 1979, que derrocó al sha Mohammad Reza Pahlavi, y dio paso a un régimen que clamaba la “exportación de la revolución”, la dinámica política de la región ha estado plagada de rivalidades y conflictos por el dominio. Debido a la naturaleza de la Revolución Iraní, que se vistió de atuendos islámicos, estos conflictos políticos también se vieron envueltos en terminología, motivación y razonamiento sectarios y religiosos.

El presente esfuerzo no es desentrañar los recientes enredos históricos entre la religión y la política ni señalar qué actor regional manipuló cuál conflicto local. Se trata más bien de reconocer que estar atrapados en la dinámica del sectarismo está causando un flagrante punto ciego: el fracaso de la gobernanza y del poder del estado están dando paso a la fragmentación de estados naciones a una velocidad y complejidad sin precedentes.

No hay duda de que las divisiones sectarias existen y seguirán siendo manipuladas como lo han sido desde hace siglos, pero esto es parte de las diferencias socioeconómicas e ideológicas que existen en todas las sociedades. Pero eso no constituye la fuerza impulsora que ha causado la muerte de cientos de miles de personas y el desplazamiento de millones más en el transcurso de la última década (las cifras exactas de las muertes en la región del Medio Oriente y el norte de África debido a la violencia política/sectaria son difíciles de registrar, pero tan sólo en Siria la cifra aceptada por las Naciones Unidas es de aproximadamente 220,000. Estos son mapas de migración provistos por la OIM).

Cuando un estado no puede satisfacer las necesidades básicas –ya sea seguridad, atención médica básica o educación primaria– de sus pobladores, los actores no estatales llenan el vacío. Tanto la Hermandad Musulmana en Egipto como Hezbolá en Líbano proporcionan ejemplos que otros grupos de la región han comenzado a imitar al proporcionar bienestar social donde el estado no ha podido hacerlo.

La región de Medio Oriente y del norte de África es muy rica en culturas y diferencias para tratar de establecer una serie de políticas iguales para todos. No obstante, los pasos fundamentales para fortalecer una buena gobernanza proporcionarían un marco básico para estabilizar la región. Para comenzar y sin retrasos, se debe adoptar el respeto por las leyes y por el sistema judicial. A menos que los ciudadanos sientan que existe un debido proceso y un sistema al que puedan acudir cuando su gobierno “les arrebata” aquello a lo que tienen derecho, seguirán dependiendo de actores no estatales que se presentan como grupos religiosos pero que con frecuencia tienen las características del crimen organizado.

Con mucha frecuencia, acudir a las armas será la única solución viable para algunas personas cuando el estado no puede protegerlos. Una de las amargas ironías del estado actual de anarquía en Iraq es que el código moderno de derecho se originó en Iraq por medio del Código de Hammurabi, el código babilónico de regulación del gobierno que data del año 1750 AC.

A fin de que un estado funcione, una constitución y una ley suprema de la nación son obligatorias, ya sea una constitución codificada o una ley de precedencia aceptada. Libia y Yemen son sólo dos ejemplos del rumbo hacia el cual el fracaso de un sistema acordado de gobierno puede conducir. La constitución de Iraq, que se aprobó hace una década, es profundamente imperfecta y pasó con el acuerdo de trabajar en enmiendas inmediatamente.

Con mucha frecuencia las personas hablan del derecho de estado como si éste fuera un lujo o un tema que debería abordarse en el futuro, mientras se trata de eliminar la crisis que aqueja a Medio Oriente por medio de la fuerza o medidas económicas a corto plazo. No obstante, sin el derecho de estado y sin la habilidad de aplicar la ley de una manera justa e imparcial, todos estos esfuerzos se debilitan. Cimentar las leyes supremas de la nación en una constitución justa y garantizar que ésta se obedezca es algo crucial para abordar el fenómeno de los estados fallidos en Medio Oriente o de aquellos en vías de serlo.

De la corrupción al surgimiento de las milicias en la región, el derecho de estado es uno de los elementos más importantes que están ausentes y el cual ha permitido que estos problemas se agraven. Los políticos de la región no son particulares cuando del poder se trata. Los límites de los políticos en todo el mundo dependen de la habilidad de poder obligarlos a rendir cuentas ante la ley. Además, una prensa libre capaz de poder hacer que el poder rinda cuentas y de arrojar luz sobre las irregularidades debe ser protegida por la ley, o será silenciada rápidamente.

Ya sea por medio del voto o por medio de la provisión competente de servicios, los gobiernos de los países relativamente estables de la región han comprendido la importancia de cumplirle a sus poblaciones. Esto no significa que esos países no necesiten reforma o mejoramiento, pero sí proporcionan un referente de donde se puede obtener una semblanza de estabilidad. Un ejemplo reciente es el de las elecciones de diciembre de 2014 en Túnez, donde la facción gobernante de Ennahda y su coalición de aliados electorales aceptaron la derrota y le cedieron el poder a sus rivales, en lugar de instigar la discordia civil o la guerra.

El impacto de las estructuras de gobernanza fallidas afecta a todos los aspectos de la vida en muchos de los lugares en conflicto en Medio Oriente y el norte de África, y una gobernanza imperfecta presenta vulnerabilidad para muchos de los países “estables” de la región. Un ejemplo es el problema del desempleo del que siempre se habla pero que con poca frecuencia se aborda con seriedad: cuando el mecenazgo y el nepotismo dictan la manera en la que se ofrecen los empleos clave, la estructura entera del empleo sufre.

El fracaso de la gobernanza no sólo se limita a las estructuras del estado; más bien, es un síntoma de los cuerpos internacionales como las Naciones Unidas. La inhabilidad de implementar las resoluciones internacionalmente aceptadas y jurídicamente vinculantes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, como la resolución 242, la cual ha estado esperando su implementación desde 1967.

Ninguno de estos problemas es nuevo ni son algo que los gobernantes no hayan descubierto todavía. Se han ofrecido muchas conferencias y discursos acerca del desempleo, el estado del derecho y los derechos de los ciudadanos para explicar el tema claramente. Con mucha frecuencia los funcionarios declaran que estos son “asuntos secundarios” que se abordarán después de lidiar con las milicias, el extremismo o la guerra. Y, no obstante, mientras estos temas siguen sin resolverse, los flagrantes puntos ciegos en las sociedades de Medio Oriente y el norte de África, la ideología extremista y los grupos armados seguirán agravándose y, en cualquier momento, prosperarán.

Lo peor es que aquellos con el poder de tomar decisiones y que tienen intereses particulares en juego, son las mismas personas que deben tomar esas decisiones para reducir su provecho personal a corto plazo por el beneficio de todos a largo plazo. Algo crucial es aceptar que el servicio público es, en efecto, un servicio más que un beneficio.

 

Autora: Mina Al-Oraibi es editora en jefe asistente del diario Asharq Alawsat; es también una Joven Líder Global y miembro del Consejo para la Agenda Global sobre el Medio Oriente y el norte de África.

REUTERS/ STRINGER Iraq

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