El poder de las palabras en los negocios
Si hablaras mal de un amigo, ¿crees que él querría estar contigo? ¡Pues el dinero tampoco! La mayoría de las personas no tiene idea de lo mucho que influyen las palabras en los resultados.
Imagina que estás explicando algo importante a un grupo de amigos y todos te miran con mucha atención, te escuchan, se interesan mucho por lo que estás diciendo. De pronto, un extraño que está cerca, con la apariencia de un hombre sabio, serio, culto y que te ha estado escuchando desde hace dos minutos, te dice con mucha seguridad y un tono firme: “Lo que estás diciendo son puras tonterías y demuestran lo ignorante que eres.” ¿Cómo te afectarían esas palabras? Algunas personas dirán: “¿Cómo se atreve a decirme eso si no me conoce y apenas me escuchó por dos minutos? ¡Yo no soy ningún ignorante!” Pero otras quizá piensen: “¿Cómo se dio cuenta en sólo dos minutos y sin conocerme que soy un ignorante en ese tema? ¿Será un experto en este asunto? ¡Oh, no! ¡Me ha puesto en ridículo frente a todos!”
Como verás, tú podrías reaccionar de dos formas completamente diferentes: una te empodera y pone a salvo tu dignidad, y la otra destruye tu seguridad y te hace sentir muy mal.
Así de poderosas son las palabras. Unas pocas palabras hirientes pueden marcar la vida de alguien o al menos causarle un mal día. Unas pocas palabras de reconocimiento o agradecimiento pueden alegrarte el día o hacerte sentir muy bien. Todo dependerá del nivel de autoridad que le concedas a aquel que te las dijo. Si provienen de alguien a quien le tienes mucha credibilidad, les darás mucho crédito y te afectarán a un nivel muy profundo, ya sea negativa o positivamente.
Pero cuando se trata del dinero, normalmente ese extraño con apariencia de sabio, ¿adivina quién es? ¡Soy yo mismo! Es alguien en mi interior diciéndome cosas. Siempre está escuchando lo que digo y todo el tiempo opina y yo casi siempre le creo. Y después de un tiempo, adopto sus palabras y las repito, una y otra vez a lo largo de mi vida, y termino por creerlas.
¿Algunos ejemplos? “Para ganar dinero tienes que matarte trabajando”, “El dinero no da la felicidad”, “Hay cosas que el dinero no compra”, “Los bienes para pagar los males”, “Demasiado bueno para ser verdad”, “El dinero no crece en los árboles”, “El que no transa, no avanza”, “El dinero tiene muchos amigos, el dueño no”, ¿Alguna de éstas te suena familiar?
En algunos casos críticos escucharemos cosas como: “El dinero es el origen de todos los males”, “Prefiero tener amor y ser feliz que tener dinero”, “El dinero corrompe”, “El dinero sólo trae problemas”.
Déjame preguntarte algo: si hablaras tan mal de uno de tus amigos, ¿crees que ese amigo regresaría a visitarte y querría estar junto a ti? ¡Pues el dinero tampoco! Si tenemos tan malos conceptos acerca del dinero, quizás inconscientemente lo podríamos estar repeliendo. Las palabras son poderosas y producen efectos y resultados. Las palabras son causa.
Y las palabras se integran a nuestro vocabulario como sociedad, como algo cultural, y creamos conceptos relacionando al dinero con cosas malas. Por ejemplo: ¿cómo le decimos a alguien cuando sufre mucho o tiene mucho dolor? Le decimos “pobrecito”, ¿verdad? Pero ¿por qué “pobre”? O, ¿cuántas veces has escuchado “pobre pero honrado”?, como si “no ser pobre” fuera sinónimo de “no ser honrado”. O qué tal cuando dicen: “Bienvenido a tu pobre casa”, “Estoy ahorcado” o “No hay dinero que alcance”.
¿Te das cuenta? La mayoría de las personas no tiene idea de lo mucho que influyen las palabras en los resultados. Yo te invito a que hagas un divertido ejercicio que impactará positivamente tu vida de una forma extraordinaria:
Primer paso: ¡Cáchate y cacha a los demás! Sorpréndete cuando digas o escuches alguna frase relacionada con el dinero que no sea positiva. Date cuenta y sonríe interiormente con simpatía. Al principio te costará trabajo, pero poco a poco descubrirás más y más palabras, así como frases destructivas que generan un impacto. No las rechaces, sólo date cuenta, sonríe con simpatía. Rechazar algo sólo hace que crezca, pues lo que resistes, persiste.
Segundo paso (sólo cuando ya tengas la habilidad de descubrir de forma natural esas frases): Comienza a introducir en tu lenguaje otro tipo de frases que son poderosas, que te motivan, que te hacen sentir bien y, más importante, que le dan la bienvenida al dinero.
Aquí algunos ejemplos:
- Jamás me preocupé por dinero… ¡siempre llega!: Madre Teresa de Calcuta
- Si aprendieras a comer lentejas, no tendrías que adular al Rey: Anthony de Melo
- Dadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios: Jesús de Nazareth
- Al poseedor de las riquezas no le hace dichoso el tenerlas, sino el gastarlas, y no el gastarlas como quiera, sino el saberlas gastar: Miguel de Cervantes
- El que tiene miedo de la pobreza no es digno de ser rico: Voltaire
- No pongas tu interés en el dinero, pero pon tu dinero a interés: Oliver Wendell Holmes
- El que está satisfecho con su parte es rico: Lao-tse
- La pobreza consiste en sentirse pobre: Ralph Waldo Emerson
- Sólo es pobre aquel que siempre desea más: Mariano Aguiló
- Dinero llama dinero: proverbio castellano
- Poderoso caballero es don dinero: Francisco de Quevedo
- Nada existe más dulce que la miel. Excepto el dinero: Benjamín Franklin
- El dinero es mejor que la pobreza, aun cuando sólo sea por razones financieras: Woody Allen
- El dinero es la llave que abre todas las puertas: Moliere
Hay un autor que maravillosamente escribe: “Cuando a mí me preguntan: ‘¿Qué es más importante: el dinero o la felicidad?’ Yo les digo: ‘¿Qué es más importante: tu brazo o tu pierna?’ Y cuando insisten y preguntan: ‘Pero, ¿qué prefieres: tener dinero o ser feliz?’ Yo les digo: ‘¿Y por qué no las dos?’”
Con la colaboración de Forbes México
Autor: Arturo Luna es director en el área de Retiro de Mercer en la Ciudad de México.
REUTERS/ Phil Noble
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