¿Cuánto alimento necesita el mundo?
El paradigma dominante de la seguridad alimentaria mundial es que la humanidad “necesita” aumentar la producción de alimentos del 50 al 100% para el año 2050. El consenso es que esto se debe en parte al crecimiento de la población, pero más que nada porque la población está adoptando dietas intensas en carne y productos lácteos.
Pero aumentar dramáticamente la producción mundial de alimentos no es la respuesta. A fin de alimentar a un planeta de 9 mil millones de habitantes de una manera sostenible, debemos desperdiciar menos alimentos y restringir el consumo per cápita de carne y productos lácteos en los países que ya consumen demasiado.
El total de la producción no es el problema
El desperdicio de alimentos en el mundo desarrollado sugiere que no hay garantía que aumentar la producción mundial de alimentos eliminaría el hambre en el mundo. De hecho, la disponibilidad de alimentos en los países ricos representa del 150 al 200% de las necesidades nutricionales en términos caloríficos, como lo comenté en mi participación en TED talk y en mi libro. Si incluimos las calorías indirectas –las que se les dan al ganado y que podrían haberse pasado a las personas– la cifra es de 300% al 400%. Ahora en los países ricos tenemos excedentes más grandes que nunca antes.
Evoquemos nuestra imagen arquetípica de la persona occidental sobrealimentada al lado de botes de basura repletos de alimentos comestibles que se han desperdiciado. Ahora repitamos: “Lo que necesitas es más comida”. Es claro que es una idea obscena. Si la palabra “necesitar” se puede aplicar aquí, lo que se necesita es un nivel de consumo moderado, con menos desperdicio y menos dependencia de carne como fuente de proteína ¿Cómo ocurrió que las ONG y las instituciones internacionales llegaron a convergir en esta distorsionada definición de la palabra “necesitar”? Parece ser más la necesidad de un sistema mundial de alimentos impulsado por la transformación del capital natural en efectivo en lugar de una necesidad demográfica o nutricional.
Comencemos esta conversación con los botes de basura. El desperdicio de alimentos ocurre en todas las etapas de la cadena de suministro.
A nivel de granja, el desperdicio de alimentos es creado por estrictos estándares cosméticos establecidos por supermercados y cambios de orden de último minuto que descargan injustamente sobre granjeros y proveedores el riesgo de ventas imprevisibles en el mercado. En los países en vías de desarrollo, el desperdicio de alimentos a nivel de granja se compone por pérdidas debido a un almacenamiento, manejo y refrigeración deficientes. No obstante, incluso en los países en vías de desarrollo, algunos alimentos que están en condiciones perfectas para el consumo humano terminan sin venderse como resultado de las acciones en etapas superiores de la cadena de suministro: intermediarios, exportadores, importadores, minoristas y consumidores. Mi propia organización, Feedback, ha descubierto recientemente cómo en Kenia las políticas de los supermercados europeos y sus proveedores directos ocasionan que los pequeños agricultores kenianos desperdicien aproximadamente el 40% de lo que cultivan para mercados europeos, esto incluso en un país en el que millones de personas pasan hambre.
A nivel de minoristas en la cadena de suministro, los supermercados estadounidenses pierden entre cinco y 10% de sus alimentos entre la etapa de inspección y la caja registradora, de acuerdo con datos de la USDA. Parte del problema es que los gerentes con frecuencia ven los niveles moderados de desperdicio como una señal de que sus tiendas están creando una imagen de infinita abundancia que ellos creen que los consumidores deben ver. Una respuesta instintiva al exceso es tener más: esta es la técnica de mercadotecnia que nos hace comprar más alimentos de los que vamos a consumir, semana tras semana. Existen grandes oportunidades para que los supermercados reduzcan el desperdicio: Oliver Wyman, en particular, ha producido una serie de incisivos reportajes que demuestran que una administración de existencias más inteligente y delgada puede simultáneamente reducir el desperdicio, ahorrar dinero y mejorar la satisfacción del cliente a la vez que mejora la frescura de sus productos.
En la cadena de suministro hay también muchas oportunidades para evitar el desperdicio. En Estados Unidos, la USDA estima que los alimentos desperdiciados en restaurantes, en las operaciones de preparación de comidas de diferentes instituciones y en hogares particulares suman hasta un 19% del total del suministro de alimentos a nivel minoritario en Estados Unidos, ya que los alimentos se preparan pero no se sirven, se echan a perder en las cocinas y se sirven porciones excesivamente grandes. Los restaurantes y los servicios de catering con visión ya han comenzado a administrar los tamaños de las porciones, haciendo órdenes más pequeñas y desarrollando sistemas para medir el desperdicio de manera precisa y estableciendo metas para reducirlo. Y la conducta en los hogares es altamente susceptible al cambio; modelos econométricos sugieren que la sensibilización respecto al desperdicio de alimentos en el Reino Unido ha logrado aproximadamente un 21% de reducción en el desperdicio de alimentos en los hogares británicos desde el año 2007.
Después de todo, los valores sociales son el núcleo del cambio de conducta. Debemos despertar a nuestro papel en el sistema mundial de alimentos: cómo lo creamos y cómo nosotros, como individuos sociales, podemos cambiarlo. Esto es lo que Feedback ha estado haciendo desde 2009 por medio de sus eventos Alimentando a los 5,000, llevando a cabo festines públicos masivos usando alimentos que de otra manera su hubieran desperdiciado, en colaboración con organizaciones locales que promueven soluciones existentes que amplifican la indignación del público acerca de las causas del desperdicio de alimentos. Dichos eventos se han repetido en 20 ciudades. Esta es una de las cosas que cualquier país puede hacer: impulsar la demanda comunitaria para lograr un cambio en la conciencia pública respecto al consumo y el desperdicio de alimentos.
Además de estas oportunidades perdidas para evitar el desperdicio, comemos una cantidad mayor a la necesaria para nuestras necesidades nutricionales. En la mayoría de países ricos, comemos más, sobre todo más carne y productos lácteos, de lo que es bueno para nuestro planeta, según se manifiesta en la crisis de salud pública asociada con el sobreconsumo.
Expandir la producción de alimentos implica enormes costos
Una creciente demanda de carne y productos lácteos amenaza con elevar los precios de los alimentos en todo el mundo. Este es el desafío que el deseado aumento en la producción de alimentos pretende mitigar. No obstante, los aumentos en los precios de los alimentos son una señal de escasez para los participantes en el mercado, e ignoramos esta señal a riesgo propio. De hecho, los costos de aumentar la producción de alimentos son en sí enormes.
Los modelos de emisiones sugieren que las emisiones relacionadas con la agricultura por sí solas requerirán casi el 100% del presupuesto mundial de carbono en el año 2050 (es decir, las emisiones relacionadas con la agricultura por sí solas provocan un aumento de 2°C en la temperatura global). La producción de carne y productos lácteos es particularmente intensa en carbono, lo cual hace de la ganadería un componente clave del total de emisiones derivadas de la agricultura, lo cual señala de nuevo la importancia de una mezcla de dieta y consumo así como de reducción de desperdicios de alimentos.
A menudo se dice que cerrar las brechas de rendimiento por medio de la intensificación agrícola es un método para aumentar el suministro de alimentos sin aumentar el impacto de su producción en el medio ambiente. A pesar de que la productividad por acre aumentó significativamente durante la segunda mitad del siglo XX, esta tasa de crecimiento ha disminuido ahora, y tiene aumentos de tan sólo el 1% anual.
Así, el método principal por el cual estamos aumentando la producción de alimentos es aumentar la extensión de tierra que utilizamos para el cultivo. Esta es la manera en la que en verdad corremos el riesgo de no poder alimentar al mundo. Significa destruir los últimos hábitats silvestres del mundo, sobre todo los bosques. Del 12 al 20% de las actuales emisiones de CO2 se generan a causa de la deforestación, y hasta un tercio de las emisiones históricas de CO2 proviene de la deforestación y del cambio de uso del suelo. La pesada huella de carbono de la deforestación contribuye a que la agricultura sea responsable del 30 al 35% de la emisión de gases de efecto invernadero en todo el mundo. La deforestación también tiene peligrosas ramificaciones debido a la pérdida de biodiversidad. Tan sólo durante el transcurso de mi vida las poblaciones de mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces en todo el mundo ha descendido en 52%, de acuerdo con el Informe Planeta Viviente 2014 del WWF; el informe advierte que las tendencias de deforestación apuntan hacia pérdidas de biodiversidad catastróficas e irreversibles y hacia un cambio climático incontrolable. El trabajo empírico demuestra que la deforestación tiene una complicada pero directa relación con la demanda de alimentos, sobre todo la demanda impulsada por el crecimiento de la población urbana y la exportación de productos agrícolas.
Así, aumentar la producción de alimentos requiere expandir la frontera agrícola, un proceso que destruye la biodiversidad, interrumpe los ciclos hidrológicos y abandona a la humanidad a los cambios climáticos severos. Esto paralizará la habilidad de la humanidad para alimentarse a sí misma.
Esto no significa que a las crecientes clases medias en la India, en China y en otros lugares se les deba prohibir aumentar su consumo de carne y productos lácteos. A pesar de los rápidos aumentos recientes, el consumo de carne per cápita en China todavía representa sólo aproximadamente la mitad del consumo de carne per cápita en Estados Unidos. También es crucial notar que hay oportunidades vitales para aumentar la productividad en aquellas partes del mundo donde más se necesita: en la África subsahariana, por ejemplo. Pero lo que más necesitamos es que los países ricos liberen los suministros de alimentos del mundo al consumir menos y desperdiciar mucho menos. Si el Objetivo del Desarrollo Sostenible de reducir el desperdicio de alimentos por 50% para 2030 ha de lograrse –y debe lograrse– entonces las naciones ricas –así como las personas ricas, las grandes compañías de alimentos y los gobiernos de las naciones ricas– deben hacer más que el promedio y marcar la pauta al reducirlo en más del 50%.
La producción mundial de alimentos y el cambio en el uso del suelo han recibido menos consideración de la que merecen en las negociaciones sobre la política climática. Ponerle alto a la deforestación no es un lujo que nos podamos dar: la deforestación conlleva un enorme e incontrolable costo. Permitir que la deforestación avance sin restricciones es una manera de asegurarnos de terminar con un planeta tan insalubre que ya no podrá satisfacer las necesidades de su población humana. En este sentido, las negociaciones sobre la política climática, como la próxima reunión COP21 en París, deben fortalecer las medidas para reducir la deforestación. La “necesidad” de más alimentos debe provenir no de bosques vírgenes talados y quemados para hacer más espacio para la agricultura, sino de hábitos de consumo más eficientes.
Autor: Tristram Stuart es el fundador de Feedback y un Joven Líder Global.
REUTERS/ Leonhard Foeger
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