Un modo más seguro de obtener asilo

Peter Sutherland

En 2014 más de 190,000 personas arriesgaron su vida mientras cruzaban el Mar Mediterráneo desde el Norte de África hacia Europa. Alrededor de 3,500 perdieron la vida mientras trataban de cruzar la que se ha convertido en la frontera que cobra más muertes en el mundo. No hay duda de que algunos de los que intentaban llegar a Europa estaban buscando empleos mejor pagados. Sin embargo, los orígenes de estas personas que tanteaban su suerte indican que muchos de ellos son refugiados políticos, no migrantes económicos.
Gran parte de los que atravesaron el Mar Mediterráneo el año pasado venían de Eritrea y Siria. Muchos han sido reconocidos formalmente como refugiados por la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en los países de los que en principio huyeron. Alrededor de 90% de aquellos que piden asilo en Europa obtienen algún tipo de protección –una constancia de su estatus como refugiados bona fide.

Es tiempo de que la Unión Europea separe de sus debates globales sobre migración el tema de la crisis del Mediterráneo. Las políticas, lenguaje y respuesta a los acontecimientos que se desarrollan en la frontera meridional de la UE tienen que ser diferentes de aquellos que tienen que ver con el movimiento voluntario de buscadores de empleo de un país seguro a otro. En efecto, el contexto apropiado de la discusión se encuentra en las obligaciones de los países europeos conforme al derecho internacional de refugiados.
Las políticas que ha emprendido la UE y sus Estados miembros son las causantes de los apuros de viven aquellos que intentan atravesar el Mediterráneo. Los esfuerzos para desalentar a los refugiados a venir no ha disminuido el número de personas que obtienen asilo en Europa; solo han hecho este proceso más aleatorio y peligroso.

Todos los países de Europa son parte de tratados internacionales que reconocen el derecho de los refugiados a pedir asilo y no ser expulsados a países donde estarían en peligro. Con todo y eso, pese a los llamados de los Estados fronterizos del Mediterráneo a establecer sistemas que mejoren el manejo de la crisis y a compartir la carga, se ha hecho muy poco para aumentar la seguridad de los refugiados o hacerla más controlable para los países destino de refugiados.

Los países vecinos de Siria e Irak están haciendo frente al mayor número de entradas de refugiados que huyen de la violencia de sus países, y el ACNUR ha solicitado asistencia para el reasentamiento de un número limitado de refugiados que están en una situación más urgente. Hasta ahora, sin embargo, la respuesta de los países que pueden más fácilmente aceptar refugiados ha sido lamentable. Y lo que es peor, muchas personas que tan solo hace pocos años podrían haber obtenido permiso para estudiar, trabajar o visitar a familiares en Europa, se les están negando las visas sencillamente por su estatus de refugiados.

No hay motivos para hacer que las personas que presentan una solicitud de asilo sufran los cruces en el desierto, los abusos de traficantes, las golpizas, las extorsiones y violaciones y la explotación –o hacerlos vivir episodios traumáticos al ver a sus amigos y familiares morir en el intento. Hacerlo es cruel e inhumano, y viola el espíritu de todas las leyes de migración, derechos humanos y refugiados.

En el pasado, en el marco de programas de reasentamiento en África, Asia y Medio Oriente, se estudió a personas para determinar su estatus como refugiados; se hizo una evaluación de su educación, destrezas y relaciones familiares para saber si podrían ser integrados más fácilmente; y conjuntamente con gobiernos europeos, norteamericanos y el australiano se les buscaron nuevos hogares. En los años ochenta, esos programas ayudaron a miles de etíopes, vietnamitas y argentinos; y una revisión de las comunidades donde se ofreció reasentamiento a los refugiados revela que la gran mayoría se ha convertido en contribuyentes autosuficientes.

Ahora no hay nada que impida hacer lo mismo por aquellos que huyen de la violencia y persecución actuales. Si se ofreciera a los solicitantes de asilo la oportunidad de hacer su solicitud en los países donde están, no se verían obligados a arriesgar su vida en el mar para llegar a Italia o Grecia. Los eritreos podrían hacer su solicitud en Jartum para obtener asilo en Suecia, Alemania o el Reino Unido. Los sirios podrían hacer lo mismo desde el Cairo o Beirut. Las peticiones podrían atenderse según la urgencia y procesarse de forma regular, y los refugiados podrían llegar a Europa sanos y listos para trabajar o estudiar.

La crisis en el Mediterráneo no se puede manejar de forma fragmentada. Los costos financieros de patrullar sus aguas y rescatar a aquellos que están a la deriva son enormes. La pérdida de vidas humanas es injustificable. Sin embargo, no tenemos que esperar hasta que se aborden las causas primarias de desplazamiento –Estado fallido y guerra civil. Solo tenemos que encontrar el valor de crear un sistema en el que las personas desesperadas no tengan que arriesgar sus vidas para solicitar asilo y reasentamiento.

Con la colaboración de Project Syndicate.

Autor: Peter Sutherland es representante especial de la Secretaría General de Migración Internacional de la ONU, y ex director general de la Organización Mundial del Trabajo. 

REUTERS/Alessandro Bianchi

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