Econo-psicología de la productividad y los subsidios al desempleo

El último Reporte Mundial sobre Seguridad Social de la Organización Internacional del Trabajo informa que casi la mitad de los países del mundo ofrecen algún tipo de subsidio de desempleo. Si bien existen diferentes esquemas, el objetivo común es proporcionar subsidios para apoyar a quienes quedan desempleados. Algunos países, como la mayoría de Europa Occidental, ofrecen subsidios incondicionales. El sólo hecho de estar desempleado es suficiente para tener derecho a cobrar el subsidio. Otros países, como Australia y Brasil, condicionan los subsidios a la realización de algún tipo de actividad en contraprestación. Solamente pueden recibir el subsidio las personas que además de estar desempleadas, contribuyan con la sociedad realizando algún tipo de tarea. Un tercer grupo, por ejemplo Estados Unidos y el Reino Unido, ofrece esquemas mixtos.

A pesar de su uso extendido, se sabe muy poco sobre los efectos económicos de estos subsidios, por ejemplo sobre variables importantes para los economistas como la productividad laboral. Sin duda, esto se debe en buena parte a la dificultad de evaluar tales relaciones, algo de lo que se ha hablado extensamente en este blog, por ejemplo acá y acá. En efecto, este tipo de evaluaciones es difícil por múltiples razones. Quiero mencionar sólo dos que sobresalen en el caso de específico del impacto de los esquemas de subsidio al desempleo sobre la productividad. Primero, es muy difícil medir de manera objetiva la productividad a nivel individual. Segundo, la implementación de uno u otro tipo de subsidio es una decisión de cada país que muy probablemente esté explicada por variables que también afectan la productividad. En síntesis, en ausencia de un ambiente controlado, encontrar el “contrafactual” para evaluar los diferentes tipos de subsidios al desempleo no es tarea fácil.

En este documento reciente, mis coautores Mariana Blanco, Patricio Dalton, y yo estudiamos el efecto de distintos esquemas de subsidio al desempleo sobre la productividad laboral de los trabajadores. Para ello desarrollamos una intervención de campo para generar empleo (y también crear desempleo) y poder comparar el desempeño de individuos empleados bajos distintos esquemas de subsidio al desempleo.1 En uno de los esquemas, los subsidios se otorgan incondicionalmente (lo llamaré “welfare” por mi incapacidad de encontrar una traducción del inglés lo suficientemente cercana). En el otro se exige realizar una labor auxiliar a cambio de recibir el beneficio (“workfare”). En un tercer esquema, que implementamos con fines comparativos, no se otorgan subsidios a los desempleados. Este último pretende replicar situaciones en las que no existe una política de subsidios al desempleo.

Empleamos más de 300 asistentes de investigación cuyo trabajo era codificar en un formato electrónico preestablecido noticias sobre políticos locales a partir de los archivos en línea de los dos principales diarios colombianos.2 Ello nos permitió medir la productividad individual de manera objetiva, como la cantidad de noticias correctamente codificadas.3 Creamos desempleo de la siguiente manera. Antes de iniciar el trabajo los asistentes fueron informados que durante la duración del empleo (un mes) la demanda de trabajo iba a fluctuar de acuerdo al requerimiento diario de información. Algunos días habría menos vacantes y no se requeriría el servicio de los codificadores menos productivos. Otros días se abrirían nuevamente vacantes permitiendo a algunos de los “desempleados” reincorporarse a su trabajo. Al grupo de codificadores que fue asignado al tratamiento “welfare” se le ofreció una suma diaria fija incondicional durante el tiempo en el que no trabajaran. A otro grupo, asignado al tratamiento “workfare”, se le ofreció la misma suma diaria fija, pero sólo si dedicaban una fracción de la jornada laboral ordinaria a una actividad auxiliar mecánica, mientras estuvieran desempleados. Finalmente, un tercer grupo de asistentes asignados al tratamiento de “comparación”, no obtuvo dinero alguno mientras estaba desempleado.

Los tratamientos de “welfare”, “workfare” y “comparación” no fueron asignados aleatoriamente a nivel individual porque hacerlo hubiera sido problemático en este contexto. Imagine dos estudiantes de la misma universidad, la misma carrera y el mismo año que interactúan en sus clases ordinarias y hablan de su nuevo empleo para descubrir que las condiciones laborales de uno y otro son distintas. Esto generaría sospechas y muchas preguntas, y muy seguramente afectaría el comportamiento de los participantes en detrimento de los resultados.

Para evitar este tipo de situaciones pero a la vez poder identificar de la mejor forma posible el efecto de cada subsidio en la productividad, diseñamos la intervención de la siguiente forma. Primero, elegimos realizar nuestro estudio en dos de las principales universidades privadas de Bogotá, que reciben un perfil muy parecido de estudiantes, y reclutamos solamente en disciplinas comunes entre las dos instituciones. Segundo, llevamos a cabo la implementación en dos etapas diferentes, separadas un año la una de la otra y con participantes distintos. En una etapa corrimos simultáneamente en cada universidad una intervención idéntica, el tratamiento “comparación”, en la que no se ofreció ningún tipo de subsidio al desempleo. En la otra etapa, los codificadores empleados en una de las dos universidades fueron contratados bajo el tratamiento “workfare” y los de la otra universidad bajo el tratamiento “welfare”.

La identificación del efecto del tipo de subsidio sobre la productividad se obtuvo al comparar el diferencial de productividad de los trabajadores contratados con y sin subsidio de desempleo en una universidad, con el diferencial de los trabajadores contratados con y sin subsidio en la otra. Un resultado clave para esta estrategia de identificación es el hecho de que la productividad promedio no difiere entre las dos universidades para el caso de los codificadores contratados sin subsidio (los del grupo “comparación”). Es decir, en ausencia de incentivos diferenciales asociados con uno u otro esquema de subsidio, el desempeño de los codificadores de ambas universidades es idéntico.

El resultado más importante del trabajo sorprende a primera vista. Los trabajadores empleados bajo el esquema de “welfare” son más productivos que aquellos empleados bajo el esquema de “workfare”, y ambos tipos de trabajadores son, a su vez, más productivos que aquellos que no reciben subsidio. Esto contradice, por ejemplo, lo que predice un modelo estándar de incentivos laborales en presencia de subsidio de desempleo (por ejemplo, el artículo clásico de Shapiro y Stiglitz, 1984): cuanto mayor sea el beneficio de quedar desempleado (en este caso el subsidio de desempleo –neto del costo del esfuerzo en el caso de “workfare”), menor será el esfuerzo que se pone al estar empleado, y por lo tanto, menor la productividad. Nosotros encontramos exactamente lo opuesto: aquellos codificadores que fueron asignaron al tratamiento de “welfare”, fueron los más productivos.4

¿Qué explica entonces nuestros resultados? Nuestra hipótesis es que a los costos (y beneficios) económicos del desempleo, deben agregarse los costos (y beneficios) psicológicos de estar desempleado (o de anticipar la posibilidad de estarlo) en diferentes esquemas de seguro de desempleo. La literatura en psicología ha documentado ampliamente las emociones asociadas al desempleo (confieso que no soy experto en esa literatura, pero esa es la ventaja de trabajar con dos excelentes economistas del comportamiento como Mariana y Patricio). En el documento mostramos que las predicciones del modelo estándar de Shapiro y Stiglitz se pueden dar vuelta al introducir los costos psicológicos del desempleo.

Para contrastar esta hipótesis, en varios momentos de nuestra intervención realizamos entre los participantes cuestionarios validados y estandarizados que nos permitieron medir los valores de variables psicológicas a nivel individual. Esto nos permite comparar la evolución promedio de estas medidas para los participantes empleados bajo diferentes esquemas de subsidio al desempleo.

Los resultados son consistentes con la siguiente interpretación del hecho (¿sorpresivo?) de que la mayor productividad sea la de los empleados bajo el esquema de “welfare”. Quedar desempleado bajo un esquema de beneficios incondicionales genera emociones negativas asociadas a una caída en la autoestima de los individuos. Suponemos que esta caída está relacionada con un sentimiento de vergüenza: no sólo quedan desempleados por tener baja productividad, sino que además, reciben una compensación monetaria por no hacer nada. Además, lo que observamos es que los empleados bajo “welfare” actúan como si anticiparan este costo psicológico, que se convierte en un incentivo no monetario que los hace ser más productivos.

Las implicaciones de política no son nada obvias. Por una parte si bien los esquemas de subsidio de desempleo incondicionales generan una mayor productividad, los aumentos en eficiencia irían en detrimento de la autoestima de los trabajadores y el efecto neto sobre el bienestar es ambiguo.

Con la colaboración de Vox Lacea.

Autor: Juan F. Vargas es profesor de economía de la Universidad del Rosario.

REUTERS/ Eloy Alonso

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