El fin de la parálisis medioambiental en Europa
Europa tiene una firme tradición de líder en la lucha contra el cambio climático. Últimamente, sin embargo, el continente ha llegado a un bloqueo ideológico sobre cómo abordar el problema, pues frecuentemente se considera que la sostenibilidad del ambiente y el crecimiento son mutuamente excluyentes. Si Europa desea seguir siendo un líder en cuestiones ambientales y un centro de innovación y competitividad, tendrá que abandonar su rigidez ideológica y adoptar soluciones realistas y pragmáticas que puedan generar beneficios ambientales sin sacrificar el desarrollo económico.
Los desafíos que plantea el cambio climático son reales y no se pueden ignorar las consecuencias del inmovilismo. Al mismo tiempo, hay una creciente demanda de energía y una necesidad urgente de encontrar una salida a largo plazo de la actual crisis económica. No hay una solución única y fácil para estos dos imperativos. Controlar el calentamiento global y asegurar el crecimiento económico exigirá una serie equilibrada de medidas, incluidas la energía renovable y el aumento de la eficiencia energética. Entre esas soluciones, es esencial la captura y almacenamiento de carbono (CCS por sus siglas en inglés).
La tecnología de la CSS captura el dióxido de carbono en la fuente donde se emite, lo comprime y lo almacena de forma permanente bajo tierra. De ese modo crea un puente importante entre nuestra economía moderna que depende en gran medida de los combustibles fósiles intensivos en carbono y un futuro en el que las emisiones de CO2 se reduzcan de manera sustancial. Esto ofrece los medios para mantener un sector industrial competitivo y combatir el calentamiento global al mismo tiempo.
Naturalmente, como en el caso de cualquier innovación, hay dudas sobre la viabilidad de la tecnología. Algunos cuestionan la magnitud de las inversiones necesarias para instalar y mantener los sistemas de captura y almacenamiento de CO2. No obstante, cabe señalar que esos costos son muy inferiores en comparación con los gastos mucho mayores que supone la reducción de emisiones de CO2 sin CCS. Por ejemplo, según la Agencia Internacional de la Energía, una demora de diez años en la aplicación de la CCS aumentaría los costos de descarburación del sector de la energía en 750 mil millones de euros (880 mil millones de dólares).
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas ha insistido en que la reducción de las emisiones de CO2 y la disminución de la dependencia de combustibles fósiles son más urgentes que nunca. Ha dejado claro que la CCS, que es la única tecnología capaz de capturar por lo menos el 90% de las emisiones de CO2 de los productores más grandes del mundo, debe ser parte de la solución.
Más allá de las fronteras de Europa, los gobiernos y las empresas ya están avanzando. En Canadá, el primer proyecto de CCS a gran escala, Boundary Dam, comenzó a funcionar en octubre de 2014 y demostró que la tecnología es viable y está lista para aplicarse. Los Emiratos Árabes Unidos han comenzado el primer proyecto de CCS de gran envergadura en el sector del hierro y el acero. China sigue mostrando un gran interés en la tecnología y está colaborando con los Estados Unidos para desarrollar sus capacidades de CCS.
Europa no puede quedarse atrás. Las industrias intensivas en energía generan directamente cuatro millones de empleos en todo el continente. Invertir en la CCS ayudaría a preservar la base económica de Europa al asegurar y crear empleos y proteger industrias vitales. Ayudaría a hacer realidad la idea de una Europa que apoya tanto la sostenibilidad como el crecimiento, idea que está claramente en consonancia con las prioridades del Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, de crear empleos, sostener el crecimiento y desarrollar una unión energética competitiva.
Las compañías petroleras y los proveedores de equipo más importantes del continente están dispuestos a invertir lo necesario para reducir las emisiones de CO2. Sin embargo, para que eso sea posible se necesitan políticas y estrategias realistas.
La CCS ha sido reconocida al nivel político más alto como parte del marco de actuación de la Unión Europea en materia de clima y energía hasta el año 2030 y de la Estrategia europea de seguridad energética. No obstante, es tiempo de pasar del reconocimiento a las acciones concretas. Eso a su vez requiere incentivos a la inversión, una mejor fijación de los precios del carbono y una actualización del sistema de comercio de emisiones. Una solución capaz de cambiar la situación supone una firme voluntad política. Es esencial que los líderes europeos muestren que saben qué es lo que se debe hacer.
El crecimiento sostenible no tiene que ser un contrasentido. Pero para alcanzarlo, Europa tiene que superar el estancamiento ideológico que está paralizando el debate ambiental. Para conciliar nuestras prioridades ambientales con un crecimiento sostenido debemos actuar en forma realista, pragmática y, sobre todo, inmediata.
Graeme Sweeney fue vicepresidente ejecutivo de Royal Dutch Shell. Actualmente es presidente del Consejo Asesor de la Plataforma Europea de Technología.
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