¿Pueden las empresas desactivar el extremismo violento?
No existe una “victoria” precisa en contra del extremismo violento. Nuestra victoria será sobre las causas del extremismo y la radicalización, cuando colaboremos para construir sociedades más incluyentes, justas, tolerantes y abiertas.
La seguridad no es sólo la ausencia de conflicto. Por muchos años, el Foro Económico Mundial ha explorado una más amplia interpretación de la seguridad: una interpretación que incluye los marcos políticos que permitan que las oportunidades económicas y las inclusión social puedan lograrse.
Un riesgo de seguridad clave al que el mundo se enfrenta hoy en día es el debilitamiento de la cohesión social. En muchos países, la falta de oportunidad para los jóvenes y adultos, las instituciones débiles, los trabajos mal pagados, los agravios históricos, la intolerancia (y la frustración y la desesperanza que estos engendran) han generado a combatientes dispuestos a participar en nuevos niveles de violencia, tanto en sus comunidades como en el exterior. Cada vez se ha vuelto más claro cuán poderosos pueden ser estos factores al formar y motivar a potenciales terroristas.
Una pregunta que quedó sin respuesta en la Reunión Anual del Foro en enero pasado en Davos fue si es que podemos ganar o no la lucha contra el extremismo violento. ¿Cómo sería una “batalla victoriosa” en contra de los grupos fundamentalistas y a qué precio llegaría? Cuando reflexionamos sobre el reto que nos espera y las opciones que tenemos para tal lucha, queda claro que la victoria sólo puede llegar evitando que otros se unan a los grupos extremistas, devolviéndoles a los jóvenes un sentido de pertenencia en sus comunidades y creando un medio ambiente mejor y más valioso en el que puedan crecer.
No debemos subestimar el aspecto económico de crear sociedades seguras y justas, y es por eso que el sector privado es tan crucial en esta conversación. Las compañías están en una posición única para colaborar con los gobiernos y la sociedad civil en un esfuerzo a largo plazo para abordar las condiciones que subyacen a la propagación de ideologías y reclutamiento extremistas.
Las compañías saben que la violencia y el terrorismo son malos para los negocios. La inseguridad eleva los costos en todos los frentes: disminuye la productividad, suprime el potencial humano, reduce la confianza de los consumidores, aumenta el precio del riesgo y destruye la infraestructura. A lo largo del sector privado existe ahora una conciencia mucho mayor que nunca antes respecto a estos costos, así como también una mayor disposición para colaborar en el diálogo y las soluciones relacionados con la seguridad.
Lo que es menos obvio es la manera en la que las empresas pueden involucrarse. En la actualidad las compañías necesitan operar en ubicaciones peligrosas, o en lugares donde o no hay gobierno o éste está muy limitado. Su abundante experiencia en la construcción de resiliencia es invaluable. Y, no obstante, por lo general no están involucradas en la formulación de las estrategias de seguridad.
Un primer paso sería invitar a las compañías a la mesa como actores clave en el desarrollo de estrategias y soluciones. Cuando de extremismo violento se trata, el diálogo y la confianza entre el sector privado, los gobiernos y la sociedad civil son cruciales si es que se quiere alcanzar una idea común.
Las compañías tienen un papel natural y esencial que jugar al reducir los impulsores del extremismo, y esto significa la creación de empleo. Pero no se trata de cualquier tipo de empleo. La sociedad espera oportunidades de empleo decentes, y las compañías pueden proporcionarlo dadas las condiciones correctas. La educación, el desarrollo de destrezas y las políticas de empleo son importantes para la inclusión social, el desarrollo de la juventud y la percepción de justicia. Con tal fin, el Foro ha auspiciado un diálogo con los estados miembros del Consejo para la Cooperación del Golfo, el cual replantea el desempleo juvenil como un sistema de desafíos estructurales interconectados que requieren de una mayor cooperación público-privada.
En términos de la migración, la integración eficaz de migrantes en las ciudades anfitrionas conduce a un mayor sentido de pertenencia y a relaciones más armoniosas entre los grupos culturales. Aquí las compañías pueden jugar un papel destacado. El lugar de trabajo es uno de los primeros puntos de contacto con la sociedad anfitriona, y les proporciona a los migrantes el contexto, las destrezas y redes sociales para poder encontrar su espacio en su nuevo hogar. El Foro ahora se encuentra colaborando con empleadores para crear conciencia respecto a su papel para garantizar que los trabajadores migrantes tengan la oportunidad de volverse plenamente productivos en la economía anfitriona y para proporcionarles una contra-narrativa al estereotipo negativo que inflama la xenofobia y el racismo.
Las contra-narrativas son otra área en la que las compañías pueden asumir un papel de liderazgo para combatir el extremismo. Mientras ISIS capta la atención, transmitiendo sus atrocidades por medio de las redes sociales, ¿quién está impulsando la contra-narrativa? Los gobiernos y el sector privado deben cooperar con el fin de que una historia diferente pueda llegar a las personas en todo el mundo, ya sea acerca de la religión, la migración o la juventud. Por muchos años, y más recientemente durante la Reunión Anual de 2015, el Foro ha usado su plataforma pública para transmitir ideas sobre cómo la migración, la fe y la libertad de expresión pueden ser fuerzas para el desarrollo y la paz.
La Comunidad de Líderes Religiosos del Foro promueve un diálogo interreligioso constructivo acerca del conflicto y la religión. La red de los Global Shapers, diseñada por líderes menores de 30 años de edad, potencia a los jóvenes para que hagan contribuciones positivas a sus comunidades y, en algunos casos, para enfrentar directamente el extremismo. Los Centros Regionales de Shapers en Abuja y Bamako, por ejemplo, están activamente trabajando para resolver las tensiones entre los jóvenes de regiones en conflicto.
Y, por último, las empresas deben seguir siendo un constituyente implacable en contra de la corrupción, las instituciones débiles y la injusticia, factores que añaden leña al fuego del extremismo violento. Las compañías están en una posición única para exigir que los gobiernos rindan cuentas y apoyen el desarrollo de mejores instituciones públicas. También pueden implementar políticas de integridad al interior de sus propias filas. La cooperación del sector empresarial es esencial si es que habremos de afrontar el flujo ilícito del lavado de dinero que financia a los grupos extremistas.
Hoy en día, muchas compañías se dan cuenta de que no sólo se trata de acatar las normas nacionales e internacionales: es cuestión de impulsar la agenda que promueva la anticorrupción y el orden público. No sólo como un bien público, sino porque es también cada vez más evidente que las condiciones con reglas de juego claras también son buenas para los negocios a largo plazo.
Es posible triunfar contra el extremismo violento, pero primero debemos articular claramente cuál es la batalla que estamos librando. Es claro que son necesarias las estrategias inmediatas que atacan los síntomas, y el mundo necesita colaborar de mejor manera en ese respecto. Pero incluso eso no es suficiente. El éxito depende de colaboraciones público-privadas a largo plazo que puedan crear las condiciones para sociedades más cohesivas; sociedades capaces de proporcionar oportunidades significativas a sus ciudadanos.
Autores: Espen Barth Eide politólogo noruego y director general del Foro Económico Mundial. Isabel de Sola es directora asociada de Geopolítica y Seguridad Internacional en el Foro Económico Mundial.
REUTERS/Daniel Munoz
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