Se buscan empleos europeos
Cuando en 1997 la Unión Europea celebró su primera cumbre sobre crecimiento y empleo, el desempleo en toda la UE era de un 11%. En el otoño pasado, cuando se realizó otra, no parecía que se hubiera avanzado demasiado desde entonces: la cifra era esta vez de un 11,5%, tras haber llegado a ser un 6,8% en el primer trimestre de 2008.
Para que la UE cumpla su promesa de paz y prosperidad, será necesario que encuentre maneras de crear oportunidades para un mayor número de sus ciudadanos. El desempleo juvenil es un problema especialmente preocupante, incluso en países donde las estadísticas de empleo son positivas en otros aspectos, mientras que en aquellos donde las condiciones del mercado laboral son peores representa una potencial fuente de inestabilidad social y política.
La participación en la fuerza laboral se vincula no solamente con los niveles de ingresos, sino también con la autoestima, la inclusión social y el estatus social. Quedar fuera del mercado laboral aumenta el riesgo de caer en la pobreza y sufrir peor salud, y mientras más dure el desempleo, más dañinos serán los efectos. Los jóvenes que carecen de empleo tienen menos oportunidades en etapas posteriores de sus vidas, lo que representa un derroche de formación y habilidades que conlleva efectos perjudiciales para las economías de sus respectivos países.
No hay duda de que algunos países de la UE se las han arreglado para capear la crisis razonablemente bien. Según una nueva clasificación de Justicia social del proyecto Indicadores de Gobernanza Sostenible (IGS) de la Bertelsmann Stiftung, Austria, Dinamarca y Alemania encabezan la lista en términos de acceso al mercado laboral, seguidos por Suecia y Finlandia. Pero incluso en estos países hay margen de mejora. Por ejemplo, hubo un tiempo en que Dinamarca era un modelo de reforma del mercado laboral, pero desde el inicio de la crisis del euro su desempleo ha aumentado de un 3,5% en 2008 a un 6,4% en noviembre de 2014.
Alemania ha reducido radicalmente su índice de desempleo en la última década, incluso durante la crisis económica. Tras años de un alto desempleo estructural de largo plazo, a partir de 2003 el país llevó a cabo una serie de reformas, entre las que se incluía la del ámbito laboral, que convirtieron a su economía en una de las más destacadas de la UE.
El sistema alemán de formación vocacional ha hecho coincidir las habilidades de la fuerza laboral del país con las necesidades de sus empresas, contribuyendo así a un bajo desempleo juvenil. Pero sigue existiendo un factor problemático: el surgimiento de un mercado laboral dual en que a los trabajadores temporales y con salarios bajos les resulta difícil dejar las condiciones de trabajo inadecuadas en que se encuentran y pasar a formar parte del mercado laboral general.
Los mercados laborales duales son un problema en toda la UE. Austria ha sido el país que mejor lo ha enfrentado, según el estudio de IGS: solo un 8,1% de los empleados temporales encuestados había tomado ese tipo de trabajo por no poder encontrar empleo permanente. Alemania se halla en un distante segundo lugar: un 21% de encuestados manifiestan que preferirían trabajar de manera permanente. En Europa del sur, donde la crisis se ha hecho sentir de manera más intensa, el problema es todavía peor. En España y Chipre más del 90% de las personas en puestos temporales no puede encontrar empleo permanente.
Otro problema en Alemania y Austria, que encabezan la clasificación, es la falta de oportunidades de formación para ciertos grupos, lo que reduce las oportunidades y la movilidad en el mercado laboral. En Austria, a partir del cuarto grado se divide a los niños en diferentes ramas de formación, con lo que su desarrollo educacional posterior queda fijado desde muy temprano.
El estatus social de los padres a menudo determina la capacidad de sus hijos de acceder a la educación superior. Los hijos de padres con mayores ingresos y de aquellos que tuvieron acceso a instituciones de educación terciaria tienen muchas más probabilidades de graduarse en la universidad. En Alemania, las oportunidades educacionales para hijos de familias inmigrantes y de bajos ingresos son menores que en muchos otros países con economías avanzadas.
Las condiciones del mercado laboral para los inmigrantes son también un tema espinoso en los países escandinavos, que por lo demás tienen buenos indicadores de acceso al empleo. En Dinamarca, los inmigrantes de países no occidentales muestran menores tasas de empleo y formación que los demás. De manera similar, en Suecia, a pesar de que el país posee un excelente historial general de no discriminación, los inmigrantes tienen dificultades para integrarse en la sociedad y se enfrentan a desventajas en el mercado laboral en comparación con los suecos nativos.
Más aún, aunque Suecia tiene una de las más altas tasas de empleo de la UE, no ha podido enfrentar adecuadamente su persistente problema de desempleo juvenil, que en la actualidad es de un 23%. En España y Grecia, el desempleo juvenil supera el 50%, y la situación no es mucho mejor en otros países afectados por la crisis, como Chipre, Portugal, Italia y Croacia. En la UE como un todo, el desempleo juvenil fue un desesperanzador 21,9% en noviembre. Según un estudio, esto cuesta a la UE 150 mil millones de euros ($183 mil millones) al año en gastos y salarios perdidos, además de las adversidades que sufren los muchos jóvenes que no pueden encontrar empleo.
En febrero de 2013 los líderes de la UE lanzaron una Iniciativa de Empleo Juvenil, con un presupuesto de 6 mil millones de euros, para ayudar a aliviar el problema. Sin embargo, en junio de 2014 la Canciller alemana Angela Merkel admitió que hasta ahora no ha funcionado. La última cumbre de la UE sobre empleo no aportó mucho en términos de nuevas ideas.
La UE ha señalado que los jóvenes no deberían estar sin empleo ni formación por más de cuatro meses, pero se han dado pocos pasos para que esto se haga realidad. A menos que se adopten pronto nuevas formas de abordar este problema, corremos el riesgo de que los jóvenes desempleados de Europa acaben por convertirse en una generación perdida.
En colaboración con Project Syndicate.
Autor: Daniel Schraad-Tischler es Senior Project Manager en la Fundación Bertelsmann.
Imagen: REUTERS/Alessandro Garofalo
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