¿Qué sigue para las economías de América Latina?
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Han pasado seis años desde la última crisis económica mundial. Lo peor ya ha quedado atrás, pero la normalidad no se ha restaurado todavía. Estados Unidos ha podido mantener índices de crecimiento robustos y crear empleo, pero el crecimiento de ingresos y la inflación siguen bajos y todavía quedan dudas acerca del estancamiento secular. El área del euro evitó el colapso, pero la región ha luchado para mantener siquiera moderados niveles de crecimiento. Japón ha renovado su esfuerzo para combatir la deflación con resultados mixtos hasta ahora. Las tasas de interés básicas siguen en cero en Estados Unidos. La expansión monetaria todavía se está implementando en Europa y Japón.
La recuperación de China de la crisis económica mundial fue rápida, impulsada por una fuerte política de estímulo, en gran medida por medio de políticas cuasifiscales. Pero las políticas de estímulo crearon distorsiones: los índices de inversión, ya de por si más altos de lo deseable, se elevaron aún más. La capacidad excedente en muchos sectores de la economía se elevó. Ahora China está creciendo significativamente menos y la desaceleración es estructural, conforme los legisladores intentan reequilibrar el crecimiento de China: menos inversión, más consumo y, quizá, menos daño al medio ambiente. En resumidas cuentas, un crecimiento económico más bajo pero más equilibrado.
La Reserva Federal está retirando gradualmente el estímulo monetario implementado durante la crisis. Conforme las tasas de interés suben en Estados Unidos, los bonos de mercados emergentes se vuelven menos atractivos. La liquidez será más cara, y los países latinoamericanos enfrentarán condiciones financieras externas más restrictivas.
Un nuevo medio global aparece en el horizonte: Estados Unidos está a punto de iniciar un ciclo de restricción monetaria y el crecimiento de China seguirá desacelerándose. ¿Qué significa esto para América Latina? En algunos aspectos, significa un medio más desafiante y de mayor riesgo para el crecimiento en un futuro.
Los fundamentos diferenciarán a los países
En parte, la inversión en la región es financiada por el ahorro externo. Los déficits de cuentas corrientes de la región, moderados pero generalizados, lo resaltan. Hasta ahora, los inversionistas en busca de rendimiento han estado ansiosos por financiar las economías emergentes, pero conforme las utilidades de los bonos del Tesoro de Estados Unidos se eleven, es posible que este ya no sea el caso. El ahorro externo estará menos disponible. A fin de seguir invirtiendo, el ahorro doméstico tendrá que aumentar.
Los precios altos de las materias primas ya no impulsarán la inversión en los países latinoamericanos. Durante la década pasada, los términos de intercambio de América Latina mejoraron conforme la urbanización en China elevaba la demanda de las materias primas/los productos básicos. Los términos de intercambio más sólidos han ayudado a elevar la inversión en esta región de ahorros bajos. Conforme el auge de la inversión china se disipa, los precios de las materias primas serán más bajos que en el pasado. La región enfrentará términos de intercambio menos benignos en el futuro.
Por lo tanto, las condiciones mundiales para la inversión serán más difíciles. A fin de seguir creciendo, los países latinoamericanos dependerán de los avances en su productividad. Chile, Perú y Colombia sobresalen debido a su estable ambiente institucional, su apertura comercial y sus reformas. El continuo proceso de reforma y la recuperación de Estados Unidos podrían aumentar los índices de crecimiento en México. Por otro lado, Argentina necesitará corregir sus macro y micro políticas a fin de lograr índices de crecimiento más altos y un control de la inflación.
En Brasil existen desafíos para el futuro. La inflación se mantiene en los límites máximos del rango deseado, y los déficits fiscales nominales son altos. Además de los desequilibrios de la macroeconomía, persisten todavía los problemas estructurales como la falta de infraestructura adecuada y una burocracia excesiva. Restaurar la confianza e implementar reformas son medidas necesarias para reanudar los altos índices de crecimiento.
Un medio más riesgoso para América Latina
En principio, la normalización de la política monetaria en los países desarrollados ocurrirá sin contratiempos. En práctica, no obstante, podría haber problemas. A menudo los problemas son impredecibles. La historia nos enseña que a los largos periodos de política monetaria desahogada con frecuencia los sigue una volatilidad financiera y económica.
Recientemente hemos presenciado reducciones drásticas en los precios de algunos productos clave, como el petróleo, el mineral de hierro y la soya. ¿Los precios más bajos y más volátiles de las materias primas/los productos básicos son una nueva tendencia? Todavía es muy pronto para alcanzar conclusión alguna, pero esto sin duda destaca como posibilidad. La oferta ha reaccionado, con grandes demoras, a altos precios negociados en años recientes, y China está creciendo más lentamente que en el pasado.
Independientemente de los fundamentos o de las macro políticas domésticas, hay una tendencia común, al menos entre los exportadores de materias primas de la región: la desaceleración del crecimiento es la norma. Esto es cierto en Chile, en Perú, en Brasil, en Argentina, en Colombia y en Venezuela. Es evidente que los fundamentos importan: Chile, Perú y Colombia están creciendo más rápidamente que los otros países. Argentina está enfrentando una dura recesión y Brasil está de nuevo en algún punto medio. México pertenece a una categoría diferente porque no es exportador de materias primas/productos básicos; es exportador de bienes manufacturados a Estados Unidos.
El medio mundial se ha vuelto más riesgoso. ¿Los países latinoamericanos están preparados para fugas súbitas de capital? ¿Y para precios de materias primas más bajos y, posiblemente, más volátiles? La respuesta a estas dos preguntas es: están mejor preparados que en el pasado. ¿Por qué?
Muchos países de la región aprovecharon los buenos años para construir barreras para amortiguar posibles cambios negativos. Las posiciones externas se han vuelto mucho más resilientes. La deuda pública se ha reducido y su composición es mucho más saludable. Las medidas centradas en combatir la inflación se han implementado exitosamente, permitiendo el uso de tasas de intercambio para absorber los impactos del exterior. Mejores fundamentos macroeconómicos crearon espacio para enfrentar este desafiante medio externo con políticas anticiclícas. Chile, Colombia, México y Perú pertenecen a esta categoría.
La deuda a corto plazo es ahora una fracción de las deudas extranjeras. La mayoría de las deudas se denominan en divisa doméstica, ya que la inversión directa y la inversión de cartera representan la mayor parte de la entrada de moneda extranjera a los países de América Latina. Además, los bancos centrales acumularon reservas internacionales durante el periodo del auge, así que muchos gobiernos ahora tienen una posición larga neta en dólares. Las tasas de intercambio han reanudado su papel de garantizar el equilibro de la balanza de pagos.
La deuda pública disminuyó significativamente como proporción del PIB, y su perfil ha mejorado: la madurez de la deuda aumentó y la porción de la deuda denominada en dólares cayó sustancialmente. En algunos países, el marco de política fiscal mejoró. El gobierno comenzó a implementar reglas fiscales anticiclícas en lugar de atender un nivel específico del balance público.
La política monetaria se ha vuelto mucho más creíble en el pasado reciente. Los bancos centrales pasaron de regímenes de tasa de cambio fija a regímenes centrados en la inflación. Las expectativas sobre la inflación están ancladas en la meta de la inflación, no en la tasa de cambio en sí. Por lo tanto, la transición de las tasas de intercambio a la inflación se ha reducido sustancialmente. Dichos avances en credibilidad permiten el uso de políticas monetarias anticiclícas.
No obstante, algunos países de la región están en una peor situación. Durante los buenos años, las políticas fiscales y monetarias fueron extremadamente expansivas, lo cual, aunado a las condiciones de tasa de cambio fijas, condujeron a importantes desequilibrios internos y externos. Argentina y Venezuela pertenecen a esta categoría.
Autor: Ilan Goldfajn, economista en jefe, Itaú Unibanco
REUTERS/Marcos Brindicci
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