Los 10 tópicos que son falsos cuando hablamos de innovación
El peor enemigo de la innovación son los tópicos que se han creado sobre ella. Los tópicos limitan el campo de juego de la innovación y la encorsetan. Directores generales, mandos intermedios y responsables de todo tipo se refugian en los tópicos para mantener el status-quo. Tópicos sobre las capacidades individuales, sobre las capacidades organizativas o sobre las capacidades de los países para innovar. El éxito individual y colectivo, como profesionales, como organizaciones y como países, dependerá la consciencia que tengamos de esos tópicos, y de la capacidad y voluntad de derribarlos. Aquí he seleccionado algunos de ellos:
- No he nacido para emprender. Falso. La capacidad emprendedora la forja la cultura. Se practica mediante la experiencia. Y se puede aprender, como todo en la vida. Se puede aprender a emprender, aprender a innovar o aprender a investigar, como se aprende a leer. También se puede aprender a liderar. Y es una opción personal: o lideras o dejas que te lideren. O luchas por tus sueños u otros te contratarán (si tienes suerte) para cumplir los suyos.
- Yo no soy creativo. Falso. Todos los niños tienen una creatividad y una imaginación desbordante. Son los prejuicios del contexto y de una educación no orientada a la innovación, nuevamente, los que matan progresivamente una creatividad que, en este caso, sí que es innata.
- Innovaré cuando tenga una gran idea. Perfecto, pues espere a vender después, si su empresa todavía está viva… La innovación es un proceso organizativo, que puede y debe someterse a la disciplina de cualquier otro proceso empresarial: necesita responsables, métricas, y timings concretos. Requiere presiones e incentivos (incentive a quien tenga buenas ideas, premie a quien participe en proyectos de innovación que generen retorno). Fije objetivos y mida resultados para innovar de forma competitiva.
- En mi sector no se puede innovar. Falso. En todos los sectores se puede innovar. En todos los productos se puede y se debe innovar. O innovas tú, u otros lo harán por ti y te convertirán en obsoleto. Algunas de las empresas más innovadoras de los últimos tiempos han surgido en sectores “condenados” o “en crisis”, como el textil (Zara, Mango, Desigual). Como dijo Michael Porter, no existen sectores de éxito o sectores fracasados. Existen estrategias de éxito o estrategias fracasadas en cada sector. Se ha innovado de forma radical en sectores tan tradicionales como el café (Nespresso, Starbucks) o la carpintería (Ikea). Se ha innovado en algo tan aparentemente estático como la forma de relacionarnos (Facebook). Se ha innovado en productos tan maduros como la bicicleta (pasando a la mountain-bike), y se innova constantemente en todos los sectores.
- Para innovar debo escuchar a mi cliente. Falso. Su cliente le pedirá más de lo mismo. Más, mejor, más rápido y más barato. Pero no es misión de su cliente imaginar el futuro ni cambiar los paradigmas y los axiomas de su sector. Las empresas de cerería podían escuchar a sus clientes hasta el día del juicio final, que jamás les habrían propuesto desarrollar una bombilla eléctrica.
- Nos gusta el cambio. Falso. Aunque el cambio es “fancy” y es uno de los valores de moda en nuestra sociedad, lo cierto es que nadie quiere cambiar. El principal enemigo de la innovación en las organizaciones es el miedo al cambio de sus integrantes. Cualquier cambio puede llevar a pérdidas de status-quo o a quedar en evidencia ante nuevas tecnologías o mercados desconocidos. Por tanto, aunque le digan lo contrario, sus empleados jamás querrán cambiar.
- Si invierto en I+D, seré más competitivo. Falso. No hay evidencia científica de correlación entre inversión en I+D y éxito de mercado a nivel de empresa. Obviamente, si su empresa invierte en I+D muy por debajo de su sector, preocúpese y piense que su competitividad en el medio plazo puede verse comprometida. Pero invertir en I+D no asegura el éxito de mercado. Es necesario convertir ese I+D en nuevos productos o procesos superiores. Y para ello precisará estrategia, marketing y una buena organización.
- Patentar es bueno. Falso. Patentar puede ser innecesario e, incluso, perjudicial. En sectores de acelerado cambio tecnológico, el proceso de patente puede completarse una vez la tecnología está ya obsoleta. Y, en todo caso, patentar significa publicitar con todo lujo de detalle los desarrollos que ha realizado. A cambio de ello, la administración le concede un monopolio en exclusiva sobre su explotación. Pero sus competidores pueden analizar en profundidad lo que ha hecho (puesto que está expuesto en registro público) y, mediante argucias legales, flanquear la patente.
- La I+D ocurre en universidades y en centros de investigación públicos. La innovación, en empresas. Falso. El conocimiento no se transfiere de forma lineal como un paquete, de la universidad a la empresa. Para que un país sea competitivo sus empresas deben ser muy intensivas en I+D (sea ésta subcontratada o consorciada con universidades) y hábiles convirtiendo esa I+D en productos líderes. Y sus universidades deben estar dispuestas a entender la realidad del mercado para generar conocimiento susceptible de convertirse en crecimiento económico.
- Si un país invierte en ciencia, será más rico. Falso. ¿Qué es primero, el huevo o la gallina? ¿Un país que invierte en ciencia será más rico, o un país invierte en ciencia porque es más rico? La riqueza y el bienestar de un país no dependen de la ciencia que genere (aunque, obviamente, es deseable expandir la actividad científica tanto como sea posible), sino de la utilidad de la misma para resolver retos sociales o para incrementar la competitividad de su tejido industrial. La riqueza de un país no depende de la cantidad de conocimiento que cree, ni siquiera de su calidad. Depende de su utilidad y de la rapidez con que sea absorbido por su tejido socioeconómico.
En colaboración con Sintetia.
Autor: Xavier Ferrás es Decano de la Facultad de Empresa y Comunicación de la Universidad de Vic
Imagen: REUTERS/Ina Fassbender
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