Las opciones idóneas para 2015
Cuando 2014 se acerca a su fin, las autoridades de todo el mundo afrontan tres alternativas fundamentales: esforzarse por conseguir crecimiento económico o aceptar el estancamiento, esforzarse por mejorar la estabilidad o arriesgarse a sucumbir a la fragilidad y cooperar o ir por libre. Lo que está en juego no podría ser mayor; 2015 se anuncia como un año decisivo para la comunidad mundial.
Para empezar, hacen falta crecimiento y puestos de trabajo para sostener la prosperidad y la cohesión social tras la “gran recesión” que comenzó en 2008. Seis años después del estallido de la crisis financiera, la recuperación sigue siendo débil y desigual. Para 2014 se proyecta un crecimiento mundial de sólo 3,3 por ciento y para 2015 de 3,85 por ciento. Algunas economías importantes siguen luchando contra la deflación. Más de doscientos millones de personas están desempleadas. La economía mundial corre el peligro de quedar estancada en una “nueva mediocridad”: un nuevo período de crecimiento lento y débil creación de empleo.
Para liberarnos del estancamiento, necesitamos un nuevo impulso político. Si se aplican las medidas acordadas por los dirigentes reunidos en el G-20 el pasado mes de noviembre, elevarán el PIB mundial en más de un dos por ciento en 2018: el equivalente de añadir dos billones de dólares a la renta mundial. Además, en 2025, si se logra el loable –aunque no excesivamente ambicioso– objetivo de eliminar en un 25 por ciento el desfase entre los sexos, cien millones de mujeres podrían tener puestos de trabajo de los que carecían antes. Los dirigentes mundiales han pedido al Fondo Monetario Internacional que supervise la aplicación de esas estrategias en pro del crecimiento. Lo haremos, país por país y reforma por reforma.
Además de las reformas estructurales, para crear un nuevo impulso hará falta recurrir a todas las palancas que pueden sostener la demanda mundial. Una política monetaria flexible seguirá siendo esencial, mientras el crecrimiento siga siendo anémico, si bien debemos prestar una cuidadosa atención a los posibles desbordamientos. Se debe centrar la política fiscal en el fomento del crecimiento y la creación de puestos de trabajo, sin por ello dejar de mantener la credibilidad a medio plazo, y las políticas relativas al mercado laboral deben seguir haciendo hincapié en la capacitación, unas guarderías asequibles y la flexibilidad en el lugar de trabajo.
Al examinar la segunda alternativa, entre estabilidad y fragilidad, debemos pensar en cómo podemos hacer de nuestro mundo cada vez más interconectado un lugar seguro. La integración financiera se ha multiplicado por diez desde la segunda guerra mundial. Las economías nacionales están tan interconectadas, que los cambios en los sentimientos de los mercados suelen producirse en cascada a escala mundial. Así, pues, reviste importancia decisiva que completemos el programa de reforma del sector financiero.
Desde luego, ha habido avances, sobre todo en materia de reglamentación bancaria y al abordar las entidades financieras demasiado grandes para quebrar, pero ahora los países deben aplicar las reformas y mejorar la calidad de la supervisión. También necesitamos reglas mejores para el sector no bancario, una supervisión más estricta de los bancos paralelos, unas salvaguardas mejores y mayor transparencia en los mercados de derivados. También resulta urgentemente necesario colmar las lagunas en materia de datos en el sector financiero a fin de que los reglamentadores puedan evaluar adecuadamente los riesgos para la estabilidad financiera.
Lo más importante es que los hábitos del sector financiero deben cambiar. El fin principal de las finanzas es el de prestar servicios a otros sectores de la economía, cosa que no puede hacer a no ser que cuente con la confianza de quienes dependen de dichos servicios, es decir, de todos nosotros. Así, pues, el restablecimiento de la confianza debe comenzar con el máximo empeño para fomentar y observar un comportamiento ético en todo ese sector.
La tercera alternativa, la de cooperar o ir por libre, es la más decisiva. Ninguna economía es una isla; de hecho, la economía mundial está más integrada que nunca. Piénsese en lo siguiente: hace cincuenta años, los mercados en ascenso y las economías en desarrollo representaban una cuarta parte del PIB mundial. En la actualidad, producen la mitad de la renta mundial, participación que seguirá aumentando.
Pero los Estados soberanos ya no son los únicos copartícipes en escena. Ha surgido una red mundial de nuevas partes interesadas, incluidas las ONG y los ciudadanos activistas, con frecuencia respaldados por los medios de comunicación social. Esa nueva realidad requiere una nueva reacción. Tendremos que actualizar, adaptar y profundizar nuestros métodos de colaboración.
Se puede hacer partiendo de las instituciones de cooperación eficaces que ya existen. Se deben volver aún más representativas instituciones como el FMI a la luz de los dinámicos cambios que se están produciendo en la economía mundial. Se deben aprovechar las nuevas redes de influencia y concederles espacio en la estructura de la gobernación mundial en el siglo XXI. Eso es lo que yo he llamado el “nuevo multilateralismo”. Creo que es la única forma de abordar las dificultades que afronta la comunidad mundial.
El año 2014 ha sido duro. La recuperación ha sido lenta, han surgido varios riesgos geopolíticos peligrosos y el mundo ha afrontado un peligroso brote de ébola. El año próximo puede ser otro año duro, pero también podría ser bueno: un año de verdad multilateral.
Un nuevo impulso del comercio mundial podría contribuir a desbloquear la inversión a escala mundial y abrigo esperanzas sobre los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible (que sucederán a los Objetivos de Desarrollo del Milenio en 2015) y sobre las perspectivas para un acuerdo amplio sobre el cambio climático al final del año próximo.
Sobre ese telón de fondo, la aprobación de las reformas del FMI por el Congreso de los Estados Unidos sería una señal –ya muy demorada– a las economías en ascenso y que crecen rápidamente de que el mundo cuenta con sus opiniones y sus recursos a fin de encontrar soluciones para los problemas mundiales.
El crecimiento, el comercio, el desarrollo y el cambio climático: 2015 será una cita de importantes iniciativas mundiales. No podemos permitirnos el lujo de verlas fracasar. Elijamos las opciones idóneas.
En colaboración con Project Syndicate.
Autora: Christine Lagarde es directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Imagen: REUTERS/Alkis Konstantinidis
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