Las empresas en un mundo cambiante
El asunto de hacer negocios, con lo cual quiero decir transformar los recursos en productos y servicios de la manera más eficaz y sostenible, nunca ha sido más desafiante. Al mismo tiempo, las oportunidades nunca han sido tan grandes.
Las fuerzas transformadoras de la actualidad –impulsadas por la complejidad, la interconectividad y la velocidad mundiales cada vez mayores, así como por el medio geopolítico en cambio vertiginoso– crean la necesidad de nuevos modelos de participación entre empresas, gobiernos y la sociedad civil para abordar las imperfecciones de nuestro sistema de gobernanza multilateral existente y los retos cruciales de nuestra era. Al servir como actor responsable y receptivo de la comunidad mundial, las empresas mundiales tienen una función singular que desempeñar al salvaguardar nuestro futuro colectivo. La tarea urgente ahora es definir cómo las empresas pueden satisfacer dicha función de la mejor manera y cuáles son las cualidades que sus líderes deben poseer para lograrlo de manera eficaz.
El concepto de la responsabilidad social de las empresas (RSE) se ha usado desde hace mucho como un lente efectivo por medio del cual se pueden examinar las acciones que las empresas pueden tomar con el fin de garantizar un bienestar social y sostenibilidad mutuos y a largo plazo. El RSE proporciona un contexto del papel de las empresas en la comunidad mundial, estableciendo puntos de referencia para el desempeño de las empresas en relación a sus responsabilidades hacia la sociedad y el medio ambiente, así como hacia sus accionistas. No obstante, la definición de la RSE se ha vuelto cada vez más amplia, y abarca acciones tan diversas como la salud y seguridad de trabajadores, el abastecimiento sostenible o la filantropía. Por lo tanto, la RSE por sí sola no es suficiente para ayudar a optimizar la conducta corporativa y la toma de decisiones, y debería complementarse con cinco pilares más de la relación de la compañía con las partes interesadas: gobernanza corporativa, filantropía corporativa, emprendimiento social corporativo, ciudadanía global corporativa y rendición de cuentas profesional.
La gobernanza corporativa se refiere a la manera en la que una compañía se administra: de acuerdo con las leyes locales e internacionales, requisitos de transparencia y contabilidad, normas éticas y códigos de conducta medioambientales. Esencialmente, esta es la “licencia básica para operar” de una corporación. Cuando una buena gobernanza está ausente, la colaboración con el universo más amplio de partes interesadas no es posible. Un buen ejemplo de una iniciativa que compromete a las corporaciones de esta manera con un conjunto común de principios fundamentales relacionados con los derechos humanos, el trabajo, el medio ambiente y la anticorrupción es el Pacto Mundial de las Naciones Unidas. Lanzado en la Reunión Anual del Foro Económico Mundial en 1999, el Pacto Global ahora se implementa de manera voluntaria en 12,000 corporaciones en 145 países.
La filantropía corporativa incluye contribuciones por una compañía a entidades o iniciativas fuera de las actividades centrales de la empresa. Dicha filantropía puede extenderse de varias maneras, desde las donaciones directas al suministro de apoyo práctico en diversos proyectos: ya sea la construcción de un edificio público, actividades de socorro después de un desastre o cualquier otra actividad que logre rendimiento social. Una forma relacionada de filantropía corporativa es la inversión social, la cual incluye la fundación de proyectos o grupos con objetivos sociales, como las agencias de desarrollo o planes de vivienda asequible. Los empleados también pueden participar al dirigir una porción de sus salarios a buenas causas. La distinción importante de la filantropía corporativa es que la participación de los donantes comienza y termina con la contribución o la inversión.
El emprendimiento social corporativo representa una manera de crear productos innovadores o servicios que puedan generar beneficios sociales o medioambientales. Aquí, los ingresos que se generan por medio de la venta de dichas ofertas puede usarse para alcanzar una mayor escala, generando un beneficio incluso más grande y garantizando la generación de dichos beneficios por un periodo más amplio. Así como en la filantropía corporativa, la participación de las empresas en el emprendimiento social puede llegar en forma de inversión directa, apoyo en especie o una combinación de ambos.
Si bien la filantropía corporativa y el emprendimiento social corporativo tienen un micro enfoque, la ciudadanía global corporativa representa el involucramiento de las empresas en macro temas mundiales, como la seguridad alimentaria, el cambio climático y la ciberseguridad. En el mundo globalizado de la actualidad, donde la velocidad y la dirección del desarrollo son cada vez más determinadas por fuerzas más allá del control de las naciones-estado, las empresas no sólo tienen el derecho de actuar para resolver los desafíos compartidos, sino que tienen también la obligación cívica de hacerlo, como partes interesadas en colaboración con gobiernos y organizaciones internacionales. De no actuar en este espacio, una corporación mundial pone a riesgo la sostenibilidad de los mercados de los que depende, y por ende esto no debería ser una opción para ninguna empresa progresista responsable.
Por último, la rendición de cuentas profesional se enfoca en el carácter individual y las virtudes profesionales de las personas al interior de una corporación mundial. La productividad, prosperidad e integridad intelectual a largo plazo de nuestras economías y sistemas sociales sólo son posibles si las personas individuales en ellos actúan con honestidad, integridad moral e intelectual y humildad con el fin de adoptar una ética de trabajo honesta, receptiva y responsable. Crear y mantener esta cultura –garantizando la diversidad y la igualdad de género y fomentando la inclusión– es esencial conforme buscamos cómo mediar los efectos directos de un mundo en rápida transformación.
Resulta alentador ver cuán lejos y rápido las empresas mundiales han redoblado esfuerzos para desempeñar un papel destacado para mejorar el estado del mundo. Fue sólo en 1971 cuando publiqué un libro titulado Manejo moderno para la industria de la fabricación de máquinas (Modern Management for the Machine Building Industry), el cual definía el concepto de las partes interesadas por vez primera. La Declaración de Davos le siguió dos años después, en 1973, articulando los principios que sustentan las responsabilidades sociales y medioambientales de las corporaciones. Esta declaración ha determinado el trabajo del Foro desde entonces, además de las acciones de muchos de sus miembros. No obstante, el récord de las empresas en todos los seis pilares de la participación mundial corporativa no es perfecto. La cultura del exceso corporativo en ciertas instituciones antes, durante y después de la crisis económica mundial ha ayudado a intensificar la valoración negativa sobre la comunidad empresarial de algunos sectores de la sociedad. Mientras tanto, la participación activa en los temas mundiales ha desaparecido de la agenda de algunas organizaciones después de la crisis económica.
Las empresas mundiales pueden y deben ir más allá al fortalecer su papel como ciudadanas globales. Esto se puede lograr afinando y optimizando el papel que desempeñan en colaboraciones de múltiples partes interesadas ya existentes, y diseñando nuevas soluciones creativas e innovadoras. No obstante, ponerse a la altura del desafío no es tarea sencilla. Es posible que los oscuros días de la crisis económica mundial ya hayan quedado atrás, pero hemos entrado a una era de incertidumbre. Un crecimiento anual medio del PIB más bajo tendrá un impacto importante en la habilidad del sector privado para crear empleos y en la habilidad de los gobiernos para proporcionar servicios de calidad. Los avances en la tecnología crean también mayor incertidumbre, tanto a nivel individual como a nivel social. Es difícil predecir si la nueva tecnología generará más empleos de los que desplazará. No obstante, son pocos los que creen que habrá país, industria o empresa alguna que no experimente algún tipo de disrupción debido a las tendencias irreversibles ocasionadas por la tecnología y la innovación.
Quizá el mayor desafío, acentuado por la globalización y la tecnología, sea la creciente desigualdad. Esta tendencia al alza no es sostenible y, si se deja sin atenderse, amenaza el futuro mismo del capitalismo. El gobierno debe llevar la iniciativa promoviendo un sistema justo y equitativo, que beneficie a todos los grupos de la sociedad. Las empresas tienen también un papel crucial que desempeñar al invertir en la innovación y el talento necesarios para crear empleos de alta calidad y elevar los estándares de vida.
Todos los temas anteriormente mencionados están interconectados. Sin embargo, requieren a la vez soluciones dramáticamente diferentes. Desempeñar un papel positivo como ciudadano global corporativo, comprometido a atender incluso sólo uno de estos temas, es una tarea abrumadora para cualquier líder empresarial, sobre todo para aquellos cuyo trabajo cotidiano consiste en cumplir con los intereses a corto plazo de sus accionistas. Creo que los líderes que logren alcanzar con éxito un papel verdaderamente participativo al determinar la agenda mundial deben poseer tres atributos clave: inteligencia contextual, inteligencia emocional e inteligencia inspirada.
La inteligencia contextual les permite a los líderes desarrollar una más amplia conciencia y ver más allá de los imperativos a corto plazo para tomar decisiones mejor informadas y más oportunas acerca de la mejor manera de movilizar sus recursos de maneras que generen el mayor valor sostenible a largo plazo. La inteligencia emocional es crucial, no sólo en la toma de decisiones, sino también para entender y adaptarse a las necesidades específicas de socios y colegas de otras organizaciones que son también partes interesadas para desarrollar nuevos modelos y sistemas de colaboración. Por último, la inteligencia inspirada se relaciona con la habilidad del líder para poder elevarse por encima de las abstracciones que pueden resultar abrumadoras y guiar a la parálisis. Mantener la claridad de pensamiento al confrontar problemas mundiales y locales es absolutamente esencial para cualquier líder.
Yo dudo que cualquier líder de una empresa mundial pueda discutir hoy día que no está en el interés a largo plazo de su organización actuar de manera responsable en el interés público mundial. La comunidad empresarial mundial sirve como un poderoso agente de cambio: como motor de innovación y creación de empleo, como administrador de recursos confiable, como protector de derechos y como agente de resiliencia. Las empresas mundiales no sólo deben preservar sino también fortalecer este papel, ya que su futuro éxito, como el éxito de todas las partes interesadas, depende de ello. En un mundo cada vez más sofisticado y globalizado, un mundo que se enfrenta a renovadas presiones dado el nuevo contexto geopolítico del cual el año pasado ha sido testigo, el costo de no hacerlo es sencillamente muy grande.
Este artículo apareció originalmente en Foreign Affairs.
Autor: El profesor Klaus Schwab es el fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial.
Imagen: REUTERS/Aly Song
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