¿Ciudades en crecimiento, peligro en crecimiento?
La urbanización está aumentando, y en la actualidad más del 50% de la población mundial habita en ciudades. A pesar de que los beneficios de vivir en ciudades organizadas y eficaces se comprenden bien, la urbanización rápida y no planificada podría conducir a una profunda inestabilidad social, a riesgos a la infraestructura crítica, a potenciales crisis de agua y a la propagación de enfermedades. Estos riesgos sólo pueden exacerbarse más conforme esta transición sin precedentes de las áreas rurales a áreas urbanas continúa: para el año 2050 dos tercios de la población mundial –aproximadamente 6.3 mil millones de personas– vivirán en ciudades, y más del 80% de ellos se encontrarán en las regiones menos desarrolladas.
Qué tan bien se atiendan estos riesgos dependerá cada vez más de qué tan bien estén gobernadas las ciudades. El aumento en la concentración de personas, activos físicos, infraestructura y actividades económicas significa que los riesgos a nivel ciudad tienen el potencial de alterar la sociedad como nunca antes.
Por supuesto que la urbanización por sí misma no es algo malo. Trae consigo importantes beneficios económicos, culturales y sociales. Las ciudades bien administradas son tanto eficientes como efectivas, y facilitan las economías de escala y efectos de red y reducen el impacto del transporte en el medio ambiente. De esta manera, el modelo urbano puede hacer de la actividad económica una actividad más respetuosa hacia el medio ambiente. Además, la proximidad y la diversidad de personas pueden iniciar innovación y crear empleos, ya que el intercambio de ideas genera nuevas ideas.
Pero algunos de los factores que están impulsando la rápida urbanización plantean una amenaza a esta visión. Por ejemplo, uno de los principales factores es la migración rural-urbana, la cual es impulsada por mayores oportunidades de empleo y la esperanza de alcanzar una vida mejor. No obstante, una densidad demográfica en aumento rápido puede crear graves problemas, sobre todo si los esfuerzos de planificación no pueden mantenerse al ritmo del influjo de nuevos habitantes. El resultado podría ser, en casos extremos, la pobreza generalizada. Las estimaciones sugieren que el 40% de la expansión urbana del mundo está ocurriendo en las zonas urbanas marginales o barriadas, exacerbando las disparidades socioeconómicas y creando condiciones insalubres que facilitan la propagación de enfermedades.
El informe Los Riesgos Mundiales 2015 examina cuatro áreas donde los retos que están asociados con la urbanización rápida y sin planificación serán mucho más agudos: la infraestructura, la salud, el cambio climático y la inestabilidad social.
Infraestructura
La calidad de la infraestructura de una ciudad es un aspecto clave para la calidad de vida, la inclusión social y las oportunidades económicas. También determina la resiliencia de una ciudad a un número de riesgos mundiales, en particular los medioambientales, los sociales y los relacionados con la salud, pero también riesgos económicos, como el desempleo. La infraestructura –su disponibilidad y calidad– es un aspecto crucial de muchos de los retos a los que se enfrentan las ciudades en urbanización rápida de los países en vías de desarrollo.
Conforme las ciudades se expanden, existe el riesgo de que la infraestructura no pueda mantenerse al ritmo del crecimiento o de las crecientes expectativas de sus poblaciones. Se necesita acción urgente para cerrar la brecha de la infraestructura, lo cual influirá mucho la manera en la que los riesgos puedan tener efectos catastróficos en cascada. A fin de proporcionar una infraestructura mundial adecuada para la electricidad, las carreteras y el transporte ferroviario, la OCDE estima que tendremos que gastar 71 billones de dólares en telecomunicaciones y agua para el año 2030.
Es posible que este nivel de financiamiento no se alcance dado que muchos gobiernos se encuentran bajo estrictas restricciones presupuestarias y que muchos países en vías de desarrollo asignan gran parte de sus ingresos nacionales tan sólo a satisfacer las necesidades básicas de sus poblaciones. Por consiguiente, las ciudades están buscando colaboración público-privada para involucrar al sector privado en el diseño, la construcción y el mantenimiento de la infraestructura.
Salud
A lo largo del siglo XX, un mejor acceso a la educación y a la atención médica, mejores condiciones de vida e intervenciones específicas han ayudado a mejorar la salud pública en las ciudades. En las economías avanzadas, la atención médica de emergencias se puede acceder en cuestión de horas y existen instalaciones avanzadas de fácil acceso para tratamientos más prolongados. No obstante, cuando la urbanización ocurre rápidamente y no es planificada, una combinación de alta densidad demográfica, pobreza y falta de infraestructura crean las condiciones en las que las enfermedades contagiosas se pueden esparcir fácilmente.
Es impactante que hoy día aproximadamente 700 millones de habitantes urbanos no cuenten con saneamiento adecuado. Dicho problema es particularmente agudo en la África subsahariana y en Asia centromeridional, donde el 62% y el 43% de las respectivas poblaciones urbanas viven en zonas urbanas marginales o barriadas y están expuestas a enfermedades, infecciones de parásitos intestinales, cólera y diarrea.
Lo más preocupante, en el mundo hiperconectado de la actualidad, es que es más fácil que los patógenos se lleven de una ciudad a otra, lo cual podría crear brotes a gran escala, similares a lo que hemos visto con el ébola. El impacto económico del ébola es enorme para los países afectados y los países vecinos: el Grupo del Banco Mundial estima que los costos económicos podrían alcanzar hasta los 32 mil millones de dólares. Uno de los factores agravantes clave ha sido la falta de un mecanismo de gobernanza que permita que se establezca un enlace eficaz entre lo que se estaba observando a nivel de país y ciudad y los mecanismos de alerta necesarios para activar una respuesta de emergencia.
Cambio climático
La expansión de las ciudades rápida, inadecuada y con una planificación pobre puede dejar a las poblaciones urbanas altamente expuestas a los efectos del cambio climático. La migración de las áreas rurales a las ciudades es, por lo menos parcialmente, impulsada por una mayor frecuencia de condiciones meteorológicas extremas; no obstante, las ciudades tienden a estar ubicadas cerca del mar o de vías marítimas, donde existe un mayor riesgo de inundación. Quince de las 20 megaciudades del mundo –las ciudades con más de 10 millones de habitantes– están ubicadas en zonas costales amenazadas por subidas en el nivel del mar y marejadas. Hacer las ciudades más resilientes a fenómenos meteorológicos extremos debería ser una prioridad tanto para los gobiernos locales como para el sector privado.
Inestabilidad social
Las ciudades ya impactan de gran manera el crecimiento global: apenas un poco más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, pero dicha población genera más del 80% del PIB mundial. Esta tendencia parece ser continua, y se espera que los nuevos migrantes en las ciudades puedan crear un mayor valor económico del que hubieran creado en un medio rural.
No obstante, incluso si las ciudades son exitosas, el proceso para absorber a los migrantes en las economías urbanas no es necesariamente fácil. A pesar de que mudarse a una ciudad les ofrece a las personas más oportunidades para mejorar sus condiciones de vida, el alto costo de vida y la competencia por la subsistencia también pueden atrapar a las personas en la pobreza.
La rápida y no planeada naturaleza de la urbanización también puede conducir rápidamente a la violencia urbana y los disturbios sociales. Las crecientes desigualdades tienden a ser más severamente visibles en las áreas urbanas que en las áreas rurales. La combinación de la desigualdad, la competencia por los escasos recursos, la impunidad y una débil gobernanza aumentan el riesgo de la violencia y el potencial de un quebrantamiento en el orden público. Algunas ciudades en los países en vías de desarrollo ya son extremadamente peligrosas. Por ejemplo, en San Pedro Sula, Honduras, hubo 169 asesinatos por cada 100,000 residentes en 2011.
La urbanización también puede crear efectos conectados y en cascada. Por ejemplo, la alta densidad demográfica genera burbujas inmobiliarias, a la vez que una carencia de viviendas asequibles contribuye a la exclusión social. Cuando se combinan, estas tendencias pueden desestabilizar la economía en general y aumentar la inestabilidad social.
A final de cuentas, la urbanización crea oportunidades pero también exacerba los riesgos, y la velocidad a la que ocurre se vuelve un reto para nuestra capacidad de planificar y adaptarnos. Esto es particularmente cierto en las economías en desarrollo. A fin de que la urbanización acelerada pueda proporcionar oportunidades para todos, se requiere una planificación urbana cuidadosamente considerada así como una buena gobernanza con marcos normativos eficaces.
Conforme el mundo continúa urbanizándose, el poder se concentrará en las ciudades cada vez más. Este poder –que va de lo económico a lo social– no sólo hace de las ciudades el centro de gravedad, sino que también ofrece un alcance más amplio para encontrar soluciones prácticas a los desafíos más urgentes. De hecho, muchos observadores y organizaciones ahora están enfocándose en las ciudades y en las conexiones entre las mismas en lugar de dirigir su atención a nivel nacional. Además de las instituciones nacionales, la fuerza de las instituciones a nivel municipal –su capacidad para ser flexibles, innovadoras y dinámicas e involucrar eficazmente a partes interesadas múltiples en la gobernanza– determinará en gran medida si es que la urbanización hace al mundo más resiliente o más vulnerable al afrontar riesgos globales.
Ya que estos riesgos están interconectados, debemos adoptar un método holístico para mitigarlos. Y, como con toda gestión de riesgos, el primer paso es la concienciación. Por lo tanto es esencial que resaltemos y debatamos estos riesgos en una escala más amplia, garantizando niveles adecuados de concienciación pública.
Al alcanzar soluciones eficaces, el contacto cercano entre empresas, gobiernos, ayuntamientos e instituciones académicas es esencial, ya que esto fomentará un medio propicio para innovar asociaciones público-privadas. Ya sea que se relacione con desarrollos tecnológicos para el control de tráfico inteligente o la gestión de riesgo de infraestructura crítica, nunca ha sido más importante garantizar que nuestras ciudades sean eficaces y resilientes.
Lea el informe de Riesgos Globales 2015
Autor: Axel P. Lehmann, director de riesgos, Zurich Insurance Group.
Imagen: REUTERS/Rupak De Chowdhuri
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