La crisis y la ayuda humanitaria
A lo largo de la década pasada, un coro de expertos nos han venido advirtiendo que el sistema de ayuda humanitaria mundial está rápidamente alcanzando sus límites.
Después de las muchas y terribles crisis de los últimos tres años, hemos sobrepasado ahora el punto de ruptura. La comunidad humanitaria internacional ya no tiene la capacidad para poder responder. Los conflictos que se multiplican y se prolongan, los crecientes desastres medioambientales y los estados fallidos están atrapando a millones de personas en un ciclo de crisis en aceleración.
Niveles sin precedentes de sufrimiento humano
En sus 64 años de historia, la ACNUR nunca ha tenido que atender tanto sufrimiento humano. A finales de 2013, más de 51 millones de personas habían sido desarraigadas de sus hogares debido al conflicto y a la persecución. Todavía no contamos con las cifras de 2014, pero serán mucho mayores. Y, conforme pasa cada año, mayor es el número de personas que pasan más tiempo en el exilio, y duran mucho más en recuperarse.
Las emergencias humanitarias de la actualidad están más allá de cualquier cosa que hayamos experimentado en la memoria viva. A menos que cambiemos urgentemente la manera en que las abordamos, el mundo se volverá un lugar cada vez más difícil donde vivir para millones de personas que lo han perdido ya casi todo.
En los países vecinos de Siria, la situación de los refugiados ha tomado una dimensión más allá de cualquier otra con la que nos hayamos encontrado anteriormente. Las comunidades que los han recibido y sus servicios públicos se han visto doblegados por el influjo de personas. Más de un cuarto de la población del Líbano –un pequeño país, acosado por sus propias dificultades internas– es ahora de origen sirio. Aquí, como en Jordania y Turquía, los habitantes locales se enfrentan a la ruina económica conforme los alquileres y los precios se disparan, los salarios caen y el empleo se está volviendo cada vez más escaso como resultado de la crisis en Siria.
A mediados de diciembre, las Naciones Unidas lanzó un llamado para recabar 8.4 mil millones de dólares para ayudar a 18 millones de personas en Siria y en sus entornos, subrayando el efecto en espiral de la crisis para toda la región. El llamado refleja un cambio estratégico, en el cual nuestro objetivo es unir la ayuda humanitaria y los programas a más largo plazo para mejorar las economías de la región. Pero incluso así, si somos honestos con nosotros mismos, esto sólo cubre lo esencial que las personas necesitan para sobrevivir, levantar sus ruinas y comenzar a reconstruirse.
Y si los llamados anteriores pueden servirnos de guía, existe un riesgo importante que incluso esta cantidad mínima quedará muy por debajo de lo requerido. El Llamado Regional para los Refugiados de Siria del año pasado recibió sólo el 59% de los fondos necesarios, y esa está lejos de ser la recaudación más baja para las muchas crisis internacionales a las que nos enfrentamos. De acuerdo con cifras de la ONU, ningún llamado recibió más del 75% de los fondos esperados, y a muchos de ellos se les dificultó recabar incluso el tercio de lo que pedían.
Un sistema roto
¿Cómo podemos escaparnos de este ciclo vicioso? El desafío es múltiple. Primero, debemos comenzar por admitir la magnitud completa de lo que estamos enfrentando. El sistema de ayuda humanitaria está construido sobre el concepto que, cuando un desastre ocurre, las agencias externas proporcionan ayuda temporal, hasta que las personas puedan tomar control de sus propias vidas.
Pero en todo el mundo vemos a millones de personas atrapadas en crisis semipermanentes. Conforme pasa cada año, las probabilidades de liberarse son menos. Conforme las poblaciones siguen aumentando y el clima continúa deteriorándose y conforme las personas se agolpan cada vez más en grandes números hacia ciudades subdesarrolladas, la amenaza de múltiples y prolongadas megaemergencias se ha vuelto realidad.
La arquitectura del sistema de ayuda que construimos después de la Segunda Guerra Mundial ya no satisface su propósito. Y, en ese sentido, Siria es el canario en la mina de carbón. Considerada ya la crisis humanitaria más grande de nuestra era, es la precursora de potenciales crisis peores por venir. A menos que arreglemos este sistema, las cosas se van a poner mucho, mucho más difíciles.
En el caso de los refugiados, vemos una serie de tendencias profundamente preocupantes. Conforme las crisis se multiplican en todo el mundo, algunos países construyen nuevas barreras, haciendo del asilo algo más difícil de lograr. Entre más difícil se vuelve conseguir refugio por medio de los canales legales, las personas más desesperadas tienen que confiarles la vida a contrabandistas sin escrúpulos para poder llegar a un destino seguro. La cantidad de personas que viajan en embarcaciones peligrosas y repletas a través del Mediterráneo, del Océano Índico o del Golfo de Adén ha crecido enormemente, y más de 4,200 han muerto tan sólo este año.
Al mismo tiempo, a los países vecinos de aquellos en crisis se les está pidiendo asumir una porción creciente de la carga. En la actualidad, casi nueve de cada diez refugiados viven en países en vías de desarrollo: un aumento del 70% en comparación a hace una década.
Necesitamos una nueva arquitectura del sistema de ayuda que una el apoyo a los refugiados con un mayor apoyo para las comunidades que los acogen. El llamado de este año de Siria es un paso en la dirección correcta, pero aún así es sólo una gota en el océano.
Los fondos para el desarrollo mundial a largo plazo exceden ocho veces los limitados recursos humanitarios esparcidos a lo largo de las crisis mundiales. Este apoyo para el desarrollo también debería estar disponible para los países que están lidiando con grandes influjos de refugiados, incluso si, como en el caso del Líbano y Jordania, se les considera países de ingresos medianos, y que por lo tanto normalmente no son elegibles.
Pero esto requiere un cambio cultural en los gobiernos donantes, en las agencias e instituciones internacionales de finanzas, así como una base de apoyo mucho más amplia.
Encontrando un nuevo modelo para la ayuda humanitaria
En la actualidad, el sistema humanitario multilateral está construido sobre tres pilares principales: organismos de asistencia, poblaciones anfitrionas y donantes. A final de cuentas, los contribuyentes proporcionan los fondos, y las comunidades anfitrionas asumen la carga.
Esto ya no es suficiente. En un mundo de presupuestos públicos reducidos y riqueza privada en aumento, los líderes empresariales deben también volverse parte importante de este panorama. Las clases medias económicamente débiles de Occidente y las desesperadas comunidades anfitrionas de los países vecinos no pueden solventar esto por sí solas. Debemos comenzar a escalar la participación del sector privado de manera masiva, tanto en términos de experiencia compartida como de apoyo para la financiación.
Hay muchas maneras de lograr esto. Las contribuciones directas seguirán siendo esenciales. Pero también existe un importante papel en términos de la creación de oportunidades de empleo en los países anfitriones. De proporcionar capacitación y educación, tecnología y logística; de brindar esperanza, y una muestra de que los ganadores de nuestra sociedad también están dispuestos a hacer su parte en la salud a largo plazo de la misma.
Si más corporaciones privadas invierten en la creación de empleos locales, los gobiernos de los países anfitriones de refugiados han indicado que estarían dispuestos a levantarles las restricciones del empleo a los refugiados. El acceso a los medios de subsistencia sirve para romper con el ciclo vicioso de los llamados humanitarios que no logran recabar los fondos necesarios, aumenta la autonomía y ayuda a generar las destrezas que sirven para plantar las semillas de una reconstrucción eventual en su país natal.
Dicho de otra forma, existen soluciones. En un mundo donde la aplicación más nueva puede venderse por miles de millones de dólares, hay muchas maneras de proporcionarles un mínimo de humanidad a aquellos que están atrapados en el conflicto, a aquellos que nunca tuvieron siquiera la oportunidad de alcanzar todo su potencial. Como sociedad global, tenemos la tecnología, los recursos y el conocimiento para poder efectuar una diferencia masiva en los estándares de vida en todas partes, incluso para los refugiados.
Pero esto no ocurrirá sino hasta que el sector privado redoble sus esfuerzos y se vuelva no sólo un actor pequeño, sino una fuerza impulsora para poder arreglar la emergencia global que tenemos encima. La situación en Siria no ha dejado dudas de que el método antiguo ya no funciona. Es hora de construir en serio un método nuevo.
Autor: Antonio Guterres es comisionado de la ONU para los refugiados.
Imagen: REUTERS
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