Inteligencia artificial: ¿ángel o demonio?
Una de las tecnologías más apasionantes y debatidas hoy en día es la inteligencia artificial (IA). Si bien tendemos a pensar que la IA pertenece aún al futuro, lo cierto es que ya desde la antigüedad nos preocupa la idea de que una máquina o algo material pueda adquirir vida humana. Desde Talos, la estatua viva de bronce de la mitología griega, hasta los robots de Isaac Asimov, uno de los principales autores de ciencia ficción del siglo XX, nuestro interés por la IA ha encontrado eco a través de los siglos. Solo se ha intensificado ahora que la realidad está dando alcance al mundo de la ficción. En 1997, un ordenador llamado Deep Blue derrotó al campeón de ajedrez Garry Kasparov. Al inicio del nuevo milenio, Steven Spielberg atrajo la imaginación del público gracias a A.I., una película sobre un niño robot que ansía convertirse en humano. Una década después, en 2011, el ordenador Watson de IBM vencía a sus competidores humanos en el concurso televisivo Jeopardy!, lo que allanó el camino para aplicaciones más prácticas de la IA.
Para la mayoría de las personas, el concepto de máquinas inteligentes resulta como mínimo desconcertante. No es de extrañar, dado que solemos asociar la llegada de la inteligencia artificial con algo que va a hacer desaparecer nuestros puestos de trabajo, o apoderarse del planeta. Y eso es solo el principio. Algunas personas tienen la sensación de que el mundo gira sin control. A medida que nos acerquemos a “la singularidad” —la predicción futurista de Ray Kurzweil según la cual la inteligencia de una máquina superará a la de toda la humanidad— la relación entre las personas y los ordenadores será cada vez más complicada.
Aunque algunas de esas inquietudes son válidas, por ejemplo en relación con el futuro de los puestos de trabajo, depende de nosotros decidir cómo queremos evolucionar para ser relevantes en la nueva era de las máquinas. Aunque es imposible determinar exactamente cómo será el mundo después de “la singularidad”, veamos algunos aspectos que requieren atención inmediata y cambios en la forma de hacer las cosas.
1. Educación. El papel de la educación es prepararnos para la vida que tenemos por delante. Con el sistema educativo actual, pasamos al menos 18 años de nuestra vida aprendiendo todo tipo de datos y banalidades. Hoy en día, toda esta información, de la que hemos olvidado un 90% al cabo de los dos años siguientes, está a nuestra disposición con solo pulsar una tecla de nuestro smartphone. Con lo rápido que avanza la tecnología, pronto podremos programar todos los planes de estudios en un chip e implantarlos en nuestro cerebro. Voilà! Todo el contenido de 18 años de formación en menos de 18 minutos. ¿Pero cómo repercute todo esto en las escuelas y en el conjunto del sistema educativo? ¿Cuál es su función a la hora de prepararnos para el futuro?
2. Trabajo. Las máquinas inteligentes cambiarán nuestra forma de trabajar de un modo que aún no podemos ni siquiera comprender. Y no es solamente el trabajo mecánico lo que las máquinas pueden realizar mejor que nosotros, sino también, cada vez más, el trabajo intelectual, dado que pueden analizar miles de posibilidades en fracciones de segundo. Por ejemplo, el ordenador Watson de IBM ha pasado de participar en concursos a dedicarse a manejar grandes bases de datos para abordar el cáncer, a la vez que ha dejado de ser un superordenador del tamaño de un dormitorio para convertirse en tecnología que muy pronto se podrá adquirir como aplicación para el smartphone. Ya no se dedica solo a procesar cifras, sino que aprende de los datos que consume. En una era de tal progreso ¿qué futuro le espera al trabajo de los humanos? Todos hemos asistido a sesiones de formación en las que se nos enseñaba a colaborar mejor y aceptar la diversidad. Pero siempre enfocadas a equipos formados solo por humanos. ¿Qué ocurre cuando en la dinámica del lugar de trabajo participan humanos Y máquinas?
3. Ética. Es una zona gris en la que todavía no existe una perspectiva clara. Si las máquinas adquieren inteligencia sobrehumana, ¿qué les va a impedir manipularnos? ¿Qué podrían hacer personas y organizaciones malintencionadas con esta tecnología en sus manos? ¿Qué valores se verán comprometidos en el futuro? ¿Cómo podemos conservar lo que es verdaderamente importante y desarrollar la inteligencia artificial para que se adecúe a este sistema de valores?
Mientras expertos de todo el planeta lidian con estas cuestiones, la triste realidad es que la humanidad necesita hacerse mayor. La solución no es detener el progreso sino evolucionar para aumentar al máximo las ventajas que nos ofrece.
En vez de poner el grito en el cielo cada vez que aparece un nuevo avance tecnológico, debemos darnos un respiro y pensar en lo que la tecnología ha hecho por la humanidad. El progreso tecnológico ha mejorado nuestras vidas. El fuego, la rueda, los utensilios de hierro, la máquina de vapor… todos han contribuido al crecimiento y al desarrollo humanos. Las tecnologías más avanzadas, como las redes sociales y la movilidad, han hecho que el mundo sea más accesible, transparente y responsable.
Pero la cultura tiene que evolucionar al mismo ritmo que la tecnología. Y, por lo tanto, para nuestro siguiente salto de progreso tecnológico debemos prepararnos también para el salto cultural. No obstante, mientras que la tecnología crece exponencialmente, la cultura solo crece logarítmicamente y necesita tiempo para evolucionar. Por consiguiente, debemos iniciar el proceso de cambio ahora mismo, suponiendo que no sea ya demasiado tarde.
Lo primero que debemos arreglar es el sistema educativo. Las escuelas deben cambiar el sistema de aprendizaje de la era industrial por otro que sea más idóneo para la era de las máquinas inteligentes. Hay que enseñar a los niños las habilidades del siglo XXI: comunicarse mejor, aplicar el pensamiento crítico, y cómo asimilar nuevos puntos de vista. En un mundo con IA, los niños y los jóvenes deben pasar menos tiempo formándose, pero el aprendizaje debe durar toda la vida. La escolarización debe centrarse menos en la trigonometría y más en la ética, la cultura, la comunidad, la calidad de vida y el saber valorar el hecho de “ser humano”.
A medida que las máquinas inteligentes se conviertan en parte integrante de los equipos de profesionales, las habilidades que aprendamos en la escuela se aplicarán en el puesto de trabajo. Habrá que adoptar nuevas prácticas empresariales y de gestión más adecuadas para esas dinámicas. Para la dirección de empresas, la dificultad radicará más en equilibrar la inteligencia emocional de los humanos con el coeficiente intelectual de las máquinas, y el trabajo se delegará de acuerdo con estas capacidades.
Y lo más esencial de todo este cambio será el sistema de valores. ¿Cómo podemos asegurarnos de que las capacidades claramente humanas se aprovechen de forma coherente? La sociedad tendrá que ser más honesta y transparente. Ya estamos siendo testigos de un aumento del consumo colaborativo, que será la piedra angular de una sociedad en la que todo el mundo podrá acceder a todos los recursos.
La evolución de la IA puede llevarnos a una utopía humana, pero hay una bifurcación en el camino, y según la vía que decidamos seguir llegaremos a un destino u otro. Podemos tomar una vía y esforzarnos por superar las complejas cuestiones y oportunidades que representa la IA, o bien tomar la otra vía y eludir sus peligros, pero también su potencial. ¿Vamos a elegir el camino correcto?
Autora: Supriya Jain dirige la Global Thought Leadership Marketing Initiative en Wipro Ltd. También es fundadora de Miitra, una organización social para personas mayores. Se puede contactar con ella a través de Twitter (@jainsupriya) y LinkedIn o seguir su blog. Los puntos de vista expresados son personales y no representan a ninguna organización.
Imagen: REUTERS/Fabrizio Bensch
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