¿El desempleo es negativo para su salud?

Los medios de comunicación han divulgado en el último tiempo que la economía de Estados Unidos continúa creciendo, y que se está contratando a más personas cada mes, lo cual ha producido una baja en la tasa de desempleo a 5,6 %, un nivel no visto desde fines de la década de 1990. Desafortunadamente, en ciertas partes del mundo, se sigue sintiendo el impacto negativo de la gran recesión de 2008. En algunos países de la Unión Europea, el desempleo permanece históricamente alto, especialmente entre los adultos jóvenes; en España y Grecia, por ejemplo, llega a alrededor de 25 %.

Tal como lo analizaron investigadores del Urban Institute en un informe reciente (i), estar sin trabajo durante seis meses o un periodo más prolongado se relaciona con un menor bienestar entre los desempleados, sus familias y sus comunidades. Aunque los impuestos y los programas de transferencias sociales pueden ayudar a atenuar las consecuencias del desempleo de larga duración, un descenso en el ingreso familiar debido a la cesantía reduce directamente la cantidad y la calidad de los bienes y servicios que la familia del trabajador puede comprar, y también agrava el estrés. La erosión de la base impositiva, que se usa para financiar servicios públicos esenciales, tales como la atención de salud, puede afectar negativamente a los individuos y a sus familias limitando el acceso a estos servicios cuando se los necesita.

De modo que, para aquellos de nosotros que trabajamos en el sector de la salud, la pregunta es: ¿cómo el desempleo y su duración, así como sus consecuencias, afectan los comportamientos y los resultados de salud de los individuos?, y ¿qué podemos hacer para mejorarlos?

Los autores de un estudio longitudinal, (i) recientemente publicado por la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER, por sus siglas en inglés), que siguió a las mismas personas durante dos recesiones en Estados Unidos —incluida la gran recesión de 2008—, piden cautela ante las amplias generalizaciones sobre las consecuencias de la pérdida de trabajo en los comportamientos sanitarios de los individuos. Ellos sostienen que esto se debe a que las conductas varían de manera diferente frente a las limitaciones de recursos, al nivel de estrés relacionado con la pérdida del empleo y a las expectativas con respecto a la prolongación del desempleo.

En términos del efecto de la cesantía en la actividad física (el gasto de energía), la ingesta de alimentos (consumo de energía) y el impacto sobre el peso corporal (según el índice de masa corporal, o IMC), el estudio descubrió que tanto el consumo como el gasto de energía declinan después de una pérdida del empleo, no produciendo ningún cambio en el IMC o provocando una leve alza (sobre todo entre individuos previamente obesos). La investigación también encontró que entre las mujeres, la pérdida del empleo está vinculada con un aumento en la probabilidad de ser un fumador, siendo consistente con una disminución en la decisión de dejar de fumar o una recaída en el tabaquismo entre antiguos fumadores debido a la tensión. Entre los varones, el estudio no descubrió un efecto significativo en esta materia, aunque, tal como con las mujeres, se registra  una reducción en los cigarrillos consumidos entre los grandes fumadores.

Como la actividad física puede promover la buena salud, el informe concluyó que aun cuando el desempleo está solo débilmente relacionado con el aumento de peso, sí puede tener efectos nocivos para la salud ya que se disminuye el gasto físico total cuando se trata de trabajos de intensa actividad física (por ejemplo, en la construcción) y se realizan más actividades sedentarias (por ejemplo, mirar TV o navegar por Internet). También, es más probable que los desempleados posterguen las visitas médicas de rutina o la toma de medicamentos debido a limitaciones financieras o porque han perdido su seguro médico.

En términos de cambios en la relación entre las condiciones macroeconómicas y la mortalidad total, otro estudio de NBER (i) descubrió efectos para causas específicas de fallecimiento, más que modificaciones en la composición de las causas de mortalidad total. Por ejemplo, la carencia de un impacto significativo del desempleo en cambios de conductas saludables es coherente con la evidencia de que las muertes a raíz de enfermedades cardiovasculares no han cambiado dramáticamente en el tiempo, mientras que los accidentes de tránsito tienden a bajar durante las recesiones económicas porque los menores ingresos debido al desempleo están asociados con una disminución de los viajes en automóvil.

Además, se encontró una correlación negativa a lo largo del tiempo para los fallecimientos por cáncer y algunas fuentes externas de mortalidad (especialmente aquellas debidas a envenenamientos accidentales). El estudio concluyó que el efecto cambiante de las condiciones macroeconómicas en las muertes por cáncer puede reflejar parcialmente la disponibilidad de recursos financieros o la cobertura del seguro de salud, que se puede utilizar para obtener tratamientos especializados de alto costo.

Un aumento en los decesos observados como resultado de envenenamientos accidentales se puede producir debido a un incremento del estrés o de la depresión relacionada con la pérdida del empleo durante las crisis económicas. Esto se encuentra asociado, a su vez, con el uso de medicamentos prescritos u obtenidos de manera ilícita que conllevan riesgos de sobredosis fatales. Evidencias adicionales presentadas en un artículo de la revista BMJ (i) demuestran que, después de la crisis económica de 2008, las tasas de suicidio aumentaron en un grupo de países europeos y americanos estudiados, particularmente entre los hombres y en las naciones que tienen niveles más altos de desempleo.

Dada la naturaleza cíclica de la actividad económica, quizás los que trabajamos en el sector de la salud y que somos parte de equipos transversales necesitamos entender de manera más clara los mecanismos que subyacen a la pérdida del empleo y cómo el desempleo afecta los comportamientos y las condiciones de salud, tanto durante como después de las crisis económicas y en periodos prolongados de cesantía. Este tipo de conocimiento es esencial para desarrollar políticas basadas en la evidencia y programas para atenuar las consecuencias de la pérdida del empleo, especialmente entre quienes son más vulnerables a las crisis económicas y de salud, y velar para que ellos sean protegidos y apoyados durante y después de las crisis.

En colaboración con Voces, el blog del Banco Mundial.

Autor: Patricio V. Márquez es especialista en salud en el Banco Mundial

Imagen: REUTERS/Andrea Comas

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