Como conseguir una economía solidaria
La investigación en el campo de la psicología y la neurociencia demuestra, más allá de toda duda, que las premisas sobre la naturaleza humana que sustentan los principales modelos económicos son sencillamente erróneas.
Por lo tanto, si queremos abordar algunos de nuestros problemas mundiales más apremiantes, como el cambio climático y la desigualdad, debemos diseñar nuevos modelos económicos que aborden la verdadera complejidad de la naturaleza humana.
Ahora sabemos que el concepto en el que se basa la teoría económica neoclásica del «homo economicus», la idea de que somos esencialmente egoístas, de que solo conocemos nuestros propios deseos y actuamos racionalmente para maximizar nuestro propio beneficio, describe solo una parte de nuestra naturaleza. Y la idea de que lo único que tenemos que hacer es dejar que la «mano invisible» de Adam Smith actúe con total libertad para crear un mundo mejor es demasiado simple y no nos ayudará a resolver los problemas globales con que nos enfrentamos.
¿De verdad somos tan egoístas?
Es preciso abandonar los conceptos clásicos del «homo economicus» y formular nuevos modelos de cooperación que no se centren solamente en la noción de unas preferencias estables y egoístas, sino que incluyan diferentes sistemas de motivación que puedan promover diferentes tipos de conducta humana. Estos modelos más realistas y con una base más empírica nos permitirían cultivar una mayor capacidad de compasión e incorporarla a una nueva Economía Solidaria que reflejara plenamente lo que significa ser humano.
Los estudios neurocientíficos demuestran que tenemos muchos sistemas diferentes de motivación. Nos pueden motivar el poder y el éxito, el consumo y el deseo, pero también nos pueden motivar con igual intensidad la solidaridad y los sistemas de vinculación. Estos sistemas han evolucionado hasta permitirnos formar relaciones estables, desarrollar la confianza y cuidar a los hijos. Cuando nos damos cuenta de que estos sistemas de motivación son comunes a todos los seres humanos, y algunos incluso los compartimos con los animales, el mundo empieza a tener otro aspecto.
Capacidades como la empatía y la compasión forman parte de nuestra naturaleza humana, e incluso las compartimos con otros animales. Los descubrimientos más recientes demuestran que las ratas tienen respuestas empáticas, y se han estudiado los sistemas de cuidado de las crías en muchas especies diferentes.
Diferencia entre empatía y compasión
No obstante, es importante distinguir entre las respuestas empáticas y solidarias básicas y una capacidad más universal de compasión. Es posible que la compasión universal sea una función exclusivamente humana. La empatía por sí sola no implica necesariamente una conducta prosocial. Si empatizas con el sufrimiento de alguien, por ejemplo, no significa necesariamente que vayas a ayudar a esa persona. Además, la empatía puede convertirse en una angustia empática que puede llevar incluso al retraimiento o a una conducta agresiva.
Sentir compasión, en cambio, es una preocupación auténtica por la otra persona junto con una fuerte motivación para aliviar su sufrimiento. Pongamos el ejemplo de una madre que ve que su hijo llora porque se ha caído. Por un momento la madre puede empatizar con el hijo y sentir su dolor. Pero, al cabo de un instante, la madre cogerá al hijo en brazos y le consolará y calmará, y le ayudará a sentirse mejor. Aquí, de forma natural, la madre transforma la empatía en compasión y cuidado. No habría tenido ninguna utilidad para el hijo que la madre hubiera llorado y demostrado su angustia por su cría.
Tanto la empatía como la compasión parecen capacidades naturales en los seres humanos. Sin embargo, ambas respuestas al sufrimiento de otra persona son frágiles y pueden convertirse fácilmente en lo contrario.
Los hinchas del fútbol y los límites de la empatía
Nuestros estudios de laboratorio han demostrado que las personas dejan de empatizar con el dolor de otra persona cuando, por ejemplo, dicha persona se comporta de forma injusta con ellos o es miembro de un exogrupo, como un seguidor de un equipo de fútbol rival. En estos casos experimentamos regocijo por el mal ajeno en vez de empatía.
Los seres humanos tienden a identificarse plenamente con lo que describimos como «endogrupo» en contraposición al «exogrupo». Los endogrupos pueden basarse en características como la raza, el sexo, la edad o la religión. Nuestra capacidad para empatizar y cuidar a los demás parece natural y surge fácilmente entre los miembros de un endogrupo, pero la aparición de la compasión y el cuidado hacia los miembros de un exogrupo o de personas que no nos resultan familiares requiere más formación. Esta compasión universal o global (preocuparse por grupos de personas muy distintas a nosotros) probablemente requiere también la implicación de funciones cognitivas más elevadas. Posiblemente tal compasión universal sea exclusiva de los seres humanos.
¿Se puede aprender a ser más compasivo?
Hemos investigado si podemos formar a personas adultas en la compasión y la motivación prosocial, en un estudio de entrenamiento mental a gran escala denominado ReSource. Se trata de un programa de un año de duración llevado a cabo en el Instituto Max Planck para las Ciencias Cognitivas y del Cerebro Humano, de Leipzig (Alemania), con la participación de casi 300 personas, todas ellas sin ninguna experiencia previa en entrenamiento mental ni en meditación.
Los participantes se sometieron a un entrenamiento intensivo dividido en tres módulos de tres meses de duración cada uno. Cada uno de esos módulos empezaba con un retiro de dos días y medio, que les preparaba para iniciar varias prácticas y técnicas mentales durante treinta minutos al día, seis días a la semana. El objetivo era desarrollar una amplia gama de capacidades mentales y habilidades sociales, como la atención, la plena conciencia, la percepción del cuerpo y de uno mismo, enfrentarse al estrés y a las emociones difíciles, la aceptación de los demás desde una perspectiva cognitiva y la compasión. En el transcurso de ese año, realizamos un seguimiento científico de los participantes, con más de noventa mediciones distintas que evaluaban los cambios de su cerebro, sus hormonas, la salud, la conducta y el bienestar subjetivo.
Tu cerebro también es un músculo
Lo que sugieren los primeros resultados del proyecto ReSource, y de otros estudios anteriores similares aunque más cortos, es que, de la misma forma que podemos ejercitar un músculo en el gimnasio, también podemos desarrollar nuestro cerebro e inducir cambios tanto en su estructura como en su funcionamiento si realizamos un entrenamiento mental diario y regular.
Este entrenamiento mental no solo puede cambiar las conexiones del cerebro en las que se basan funciones como la atención, cómo regulamos nuestras emociones y la compasión, sino que también puede mejorar la salud y el bienestar subjetivo y reducir el estrés. Y, como se había previsto, nuestras pruebas demuestran que el entrenamiento en la compasión conduce a una mejor actitud en cuanto a ayuda, confianza y generosidad. Nuestros resultados sugieren que este entrenamiento puede transformar las preferencias egoístas en otras más altruistas y prosociales necesarias para estar al servicio de la cooperación global.
Los resultados preliminares también sugieren que los cambios dependen de la intensidad de los ejercicios mentales. Por ejemplo, las habilidades sociocognitivas, como nuestra capacidad para comprender la mente de los demás, solo aumentaron después de un entrenamiento diseñado específicamente para cultivar esta capacidad de «lectura de la mente» pero no después de practicar solo la concienciación básica. Además, los primeros resultados sugieren que la transformación mental y emocional requiere mucho tiempo. Aunque algunos participantes declararon que habían notado como disminuía su nivel de estrés al cabo de pocos días o semanas de entrenamiento, los cambios bioquímicos mensurables solo ocurren al cabo de varios meses.
De una sociedad egoísta a una sociedad sostenible
Creo que estas conclusiones son de una inmensa importancia. Demuestran que, mediante el cultivo de nuestra mente y nuestro corazón, podemos cambiar la motivación para dejar de ser egoístas y egocéntricos y convertirnos en personas más solidarias y sociables, lo que a su vez fomenta la conducta prosocial y la cooperación.
Comprender la motivación de las demás personas y cómo cambiarla es esencial para construir sociedades más sostenibles en las que podamos trabajar juntos para alcanzar unos objetivos comunes.
Partiendo de estas y de otras conclusiones de la psicología, las neurociencias y la economía, junto con el economista y presidente del Instituto Kiel de Economía Mundial, Dennis Snower, estamos ahora formulando nuevos modelos de cómputo basados en la motivación para la toma de decisiones en materia de economía.
Estos modelos nos permitirán realizar predicciones claras sobre la previsible conducta de intercambios que se espera en entornos económicos, como los problemas de bien común. Estas predicciones claras de la conducta se podrán comprobar después en el laboratorio, y algunos de estos experimentos ya están en marcha.
Los tradicionales ejercicios de entrenamiento mental y ético utilizados en el proyecto ReSource podrán aplicarse en empresas, instituciones políticas, escuelas (para maestros y niños) y en la atención sanitaria; en definitiva, en todos los entornos en los que imperen un alto nivel de estrés y depresión y las enfermedades relacionadas.
También deberían introducirse programas de entrenamiento en la primera infancia, de modo que los niños aprendan de forma tradicional y acreditada científicamente los valores éticos y cómo utilizar la capacidad mental y la compasión para regular el estrés y las emociones. En vez de enseñar solamente conocimientos a los niños, deberíamos asegurarnos de que adquieran capacidades mentales importantes que les sirvan a lo largo de toda su vida.
El poder del aliento
A su vez, los responsables políticos y los economistas deben reorientar las instituciones de modo que se centren más en el esfuerzo cooperativo, de equipo. Por ejemplo, varios gobiernos han creado las denominadas «nudge units» (unidades de aliento) partiendo de la economía conductual y el conocimiento psicológico; es un intento de influir en la conducta mediante insinuaciones sutiles, incentivos y otras sugerencias.
Para que estos programas basados en la ciencia se introduzcan en la sociedad y sean útiles estamos estudiando la posibilidad de crear un «Instituto ReSource» que pueda contribuir a incorporar estos programas en sectores sociales específicos.
Podría decirse que la falta de compasión es la causa de los principales fracasos de la humanidad. Sin ninguna duda, no conseguiremos superar con éxito las principales dificultades si no desarrollamos esos atributos y fomentamos lo que es quizás una noción ética algo pasada de moda: la del Bien Común.
Autora: La profesora Tania Singer es directora del Instituto Max Planck de Ciencias Cognitivas y del Cerebro Humano
Imagen: REUTERS/Esam Omran Al-Fetori
No te pierdas ninguna actualización sobre este tema
Crea una cuenta gratuita y accede a tu colección personalizada de contenidos con nuestras últimas publicaciones y análisis.
Licencia y republicación
Los artículos del Foro Económico Mundial pueden volver a publicarse de acuerdo con la Licencia Pública Internacional Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0, y de acuerdo con nuestras condiciones de uso.
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no del Foro Económico Mundial.
La Agenda Semanal
Una actualización semanal de los temas más importantes de la agenda global
Puedes anular tu suscripción en cualquier momento utilizando el enlace que figura en nuestros correos electrónicos. Para obtener más información, consulta nuestro Política de privacidad.