Liberar el potencial de la ASEAN
¿Pueden diez países con culturas, tradiciones, idiomas, sistemas políticos y niveles de desarrollo económico diferentes aumentar su potencial colectivo actuando en forma coordinada? Hace décadas que la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) se esfuerza por responder esta pregunta. Y a juzgar por los ambiciosos planes de cooperación de sus líderes, la respuesta tal vez sea afirmativa.
Lo que comenzó como una simple iniciativa de reducción de aranceles se ha convertido en un proyecto para la creación de un dinámico mercado abierto con 600 millones de consumidores y una base de producción capaz de competir directamente con las mayores economías del mundo. Una vez creada, la denominada comunidad económica de la ASEAN (AEC) transformará el sudeste de Asia y su papel en la economía global.
La ASEAN tiene, sin duda, un potencial económico impresionante. En conjunto, los miembros del grupo (Brunéi, Camboya, Filipinas, Indonesia, Laos, Malasia, Myanmar, Singapur, Tailandia y Vietnam) formarían la séptima economía más grande del mundo. Además, el comercio internacional de la ASEAN casi se triplicó durante la última década, y la región atrae un flujo de inversión extranjera directa debido al interés de empresas multinacionales en capitalizar el veloz crecimiento de su clase media y su ubicación estratégica entre China, Japón y la India.
El plan para la AEC apunta a profundizar estas tendencias mediante la eliminación de barreras al movimiento de bienes, servicios, capital y personas a través de la región. El McKinsey Global Institute (MGI) estima que llevando a cabo esta estrategia de integración y capturando una cuota mayor de la producción fabril mundial, los países de la ASEAN pueden acrecentar su PIB anual entre 280.000 y 625.000 millones de dólares de aquí a 2030.
Parte de ese crecimiento surgirá de alentar a las empresas locales a expandirse más allá de sus mercados nacionales. Al aumentar la eficiencia de las exportaciones y reducirse su costo (reducción que en algunos sectores puede alcanzar un 20%), millones de nuevos consumidores obtendrán acceso a una amplia variedad de bienes y servicios. Esto puede estimular el consumo en todo el sudeste de Asia y generar un círculo virtuoso de crecimiento.
Pero todavía falta mucho para que la ASEAN se convierta en un mercado unificado. Si bien el promedio de los aranceles aplicados por los cinco estados miembros originales (Filipinas, Indonesia, Malasia, Singapur y Tailandia) ha sido prácticamente nulo desde 2010, todavía quedan barreras comerciales por desmantelar. Según una encuesta del MGI a empresas de la región, las principales son: restricciones a la inversión extranjera y a la propiedad extranjera de empresas; falta de uniformidad en estándares y reglamentos; y procedimientos aduaneros ineficientes.
No parece probable que la plena integración pueda lograrse en el plazo fijado por la ASEAN para 2015, pero últimamente reflotó una idea de urgencia en torno del proyecto. El aumento de los salarios en China ofrece a las economías del sudeste asiático una oportunidad por tiempo limitado para convertirse en las próximas “fábricas del mundo”.
Claro que competir solamente con mano de obra barata no permitirá elevar los niveles de vida a largo plazo. La ASEAN también necesita competir en productividad, una cuestión en que países como Camboya, Indonesia y Vietnam están en desventaja. Sacando Singapur y Brunéi, la productividad laboral media en la ASEAN sigue siendo un 40% inferior a la de China.
Para que la ASEAN se convierta en una verdadera potencia fabril, las economías de menores ingresos del grupo deberán concentrarse en la modernización de equipos y procesos, y en la capacitación de sus trabajadores. También deberán aumentar (y mantener) inversiones dirigidas a resolver falencias palmarias en infraestructura y reducir los elevados costos logísticos.
Algunos críticos insisten en que, incluso haciendo todo esto, los miembros de la ASEAN son demasiado diferentes en materia de desarrollo económico para poder conformar una entidad unificada funcional. Pero la ASEAN, a diferencia de la Unión Europea, no pretende crear una unión monetaria.
De hecho, con el énfasis de la ASEAN en el comercio internacional, la diversidad es una ventaja, porque permite a las empresas aprovechar la mano de obra barata de algunos países y las capacidades fabriles intermedias de otros, al tiempo que acceden a uno de los centros financieros y logísticos más sofisticados del mundo. Aunque habrá ocasiones en que los estados miembros deban competir entre sí por cuotas de mercado e instalación de multinacionales, sus áreas de especialización serán en gran medida complementarias.
Las economías de menores ingresos de la ASEAN expresaron su temor a quedarse afuera de muchos de los beneficios de una mayor integración, pero no tiene por qué ser así. Por ejemplo, es probable que México haya obtenido más beneficios económicos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte que Estados Unidos o Canadá.
Sin embargo, esas inquietudes son reflejo de un problema central al que se enfrenta la ASEAN. Desde su concepción, el grupo ha sido básicamente un proyecto impulsado desde arriba por los líderes de la región, no por sus pueblos. Pero la democratización de los países miembros obliga cada vez más a consolidar el apoyo de la opinión pública al proyecto, de modo que los líderes de la ASEAN deben mejorar la comunicación de los beneficios de la integración.
Al mismo tiempo, los gobiernos de la ASEAN deben alentar a las empresas a expandirse a mercados vecinos (la encuesta del MGI determinó que en muchos casos, los dirigentes empresariales no son muy conscientes de las oportunidades que plantea la integración). En esto podría ser muy útil la eliminación de un puñado de barreras administrativas clave.
En la actualidad, muchas industrias locales siguen protegidas de presiones competitivas por la presencia de restricciones a la inversión extranjera y barreras comerciales. Es hora de que los países de la ASEAN decidan si retrocederán hacia el proteccionismo o reafirmarán su compromiso con un sistema más abierto. Aunque con la segunda opción sin duda habrá ganadores y perdedores, la productividad de toda la región también puede recibir un estímulo.
La ASEAN es un colectivo regional sin vínculos institucionales y de infraestructura profundos como los que unen a los miembros de la Unión Europea; tampoco tiene cadenas de suministro integradas como las que canalizan enormes flujos comerciales a través de América del Norte. Pero si la ASEAN logra hacer realidad la visión bosquejada en el plan para la AEC, puede convertirse en algo más que la suma de las partes.
En colaboración con Project Syndicate.
Autores: Kishore Mahbubani es decano de Escuela de Política Pública Lee Kuan Yew en la Universidad Nacional de Singapur y Fraser Thompson es investigador en McKinsey Global Institute.
Imagen: REUTERS/Ahim Rami
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