Cinco maneras de derrotar la corrupción global

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Las crisis que en la actualidad dominan los medios de comunicación internacionales –de Ucrania al Estado Islámico al ébola– parecen tener poco en común. A pesar de que la dinámica es ciertamente diferente, en esencia a cada uno de estos tres retos los une un tema común: la corrupción generalizada. Del colapso del gobierno en Ucrania a la revolución en Siria al soborno que ha debilitado los sistemas de salud en África Occidental, la corrupción ha demostrado ser un impulsor crucial en esta reciente inestabilidad.

La corrupción impide la toma de decisiones justa, desvía los recursos destinados al bienestar público y erosiona la confianza en las personas en el poder. Alrededor del mundo, esta falta de integridad se ha arraigado hasta tal punto que ha costado hasta 30 billones de dólares durante los últimos 15 años: la mitad de PIB mundial.

Desde el fin de la Guerra Fría –cuando la comunidad internacional comenzó a tomar en serio el combate contra la corrupción a nivel global– se ha logrado un avance significativo. En la actualidad existen ya leyes, regulaciones y compromisos, desde la Convención contra la Corrupción de la OCDE a la Convención Contra la Corrupción de las Naciones Unidas. Los responsables de algunos actos de soborno más nefastos están tras las rejas. Organizaciones como Transparency International y Global Witness han potenciado a la sociedad civil para responsabilizar más a sus gobiernos en todo el mundo.

No obstante, el problema de la corrupción es que es un reto adaptivo que evoluciona rápidamente y se cuela entre los huecos de sistemas y organizaciones de una manera igual de rápida que lo que tardamos en llenar dichos huecos. Las reglas y los marcos legales no funcionan cuando no concuerdan con sociedades basadas en el favoritismo, cuando el arresto de algunos malhechores no disuade a otros y cuando los esfuerzos de la sociedad civil para combatir la venalidad a menudo no cuentan con fondos ni coordinación.

Para poder hacer frente a la corrupción y evitar las crisis globales impulsadas por la misma, debemos movilizar nuevos grupos de votantes de maneras creativas y proporcionarles las herramientas necesarias para que tengan éxito. A continuación se ofrecen cinco ideas sobre cómo hacerlo:

Uno: adoptar la rendición de cuentas. La corrupción es un síntoma, no la causa, de los sistemas y las sociedades que carecen de integridad. Para derrotar la corrupción, debemos pensar en maneras sustentables de lograr que las personas en el poder rindan cuentas ante los ciudadanos. Esto significa darle voz a todas las personas que son gobernadas así como garantizar que dicha voz sea escuchada y que se le responda. Hay muchas maneras de hacer esto, que van desde el presupuesto participativo hasta las boletas de calificación ciudadanas. Estos métodos permiten que se genere presión social sobre las personas encargadas de la toma de decisiones, lo cual es un fuerte incentivo para comportarse honestamente.

Dos: incluir a las empresas. Las corporaciones con visión a futuro y de orientación global comprenden claramente que luchar contra la corrupción es bueno para las personas ordinarias, bueno para la estabilidad de las sociedades y bueno para los resultados finales. Compañías como Coca-Cola, Standard Chartered y Google están encontrando maneras no sólo de adherirse al pie de la letra de leyes como la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero, sino de construir también una cultura de integridad entre su personal y directivos. Además, foros como la Iniciativa Alianza contra la Corrupción del Foro Económico Mundial y el B20 (el cual conduce la participación de las empresas con los gobiernos del Grupo de los 20) pueden proporcionar espacios valiosos para los debates honestos acerca de estos temas y la calibración de ideas entre personas con intereses afines.

Tres: aprender del grupo de los BRICS. Es fácil desalentarse cuando los reportajes sobre Rusia indican que el 80% de sus ciudadanos creen que la corrupción es mucho peor ahora de lo que era hace 10 años. No obstante, es en el mundo en vías de desarrollo donde algunas de las iniciativas anticorrupción más eficaces están comenzando a demostrar un impacto verdadero. En la India, por ejemplo, la Campaña Nacional por el Derecho de las Personas a la Información (RTI, por sus siglas en inglés) ha transformado la habilidad de los ciudadanos para lograr que el gobierno rinda cuentas. La Ley RTI se ha usado para recabar información que ha identificado la corrupción a gran escala en una amplia gama de sectores que van de la organización de los Juegos de la Mancomunidad en Delhi al proceso de concesión de licencias para el espectro 2G. El valor de estos tipos de iniciativas es que son de propiedad local, contextualizadas y sustentables y se diferencian del método “una solución para todos” que en el pasado ha frustrado muchos esfuerzos anticorrupción en Occidente.

Cuatro: atraer la participación de los mileniales. Es bien sabido que en la actualidad los jóvenes constituyen más del 50% de la población mundial. Pero nuestra experiencia demuestra también que los mileniales tienden a ser más energéticos acerca de estos temas, menos proclives a participar en redes de nepotismo y están mucho más familiarizados con la tecnología que las generaciones mayores. Esto los vuelve un grupo de votantes crucial en los esfuerzos para combatir la corrupción. La clave es localizar a estos jóvenes donde se encuentran –en línea, por medio de las redes sociales y herramientas culturales como la música–  en lugar de buscarlos en informes y seminarios. Si podemos construir comunidades de jóvenes que comprendan la rendición de cuentas, cuando esta generación alcance posiciones de poder, combatir la corrupción será mucho más fácil.

Cinco: apoyar la innovación. De la misma manera que la corrupción está en constante evolución, debemos trabajar también en la adaptación continua de nuestras respuestas a fin de garantizar que podamos contar con la participación de ciudadanos en torno a este reto, construir mecanismos para la rendición de cuentas y mantener el soborno bajo control. Esto significa encontrar nuevas maneras de impulsar reformas, como la Alianza para el Gobierno Abierto; crear colaboraciones creativas para financiar y apoyar buenas ideas, como la Iniciativa para que Todas las Voces Cuenten y participar en los debates en torno a nuevas ideas, como el concepto de la fuerza internacional anticorrupción. Sólo planteándonos de nuevo los métodos anticorrupción del pasado podremos asegurarnos de derrotar la plaga en el futuro.

Autor: Blair Glencorse es director ejecutivo del Accountability Lab

Imagen: REUTERS/Parth Sanyal

 

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