La batalla de la banda ancha en Europa

Andrew Kloeden

Entre los muchos desafíos a que se enfrenta la nueva Comisión Europea está determinar cómo proporcionar acceso a Internet de banda ancha ultrápido a los quinientos millones de residentes de la Unión Europea sin aumentar los impuestos o llevar a la quiebra a las empresas de telecomunicaciones del continente. Este imperativo ha conducido a que muchas personas exijan mayores contribuciones de gigantes de Internet como Google, Netflix y Facebook, a los que frecuentemente se crítica por no hacer suficientes esfuerzos –e incluso se ataca y califica como “ventajistas” decididos a saquear los activos y mercados europeos. ¿Tienen fundamentos estas críticas?

En resumen, no. La realidad es que las compañías de Internet más importantes –la mayoría de las cuales tienen su sede en Estados Unidos– ya están contribuyendo con miles de millones de dólares al establecimiento y mantenimiento de las redes y centros de información que son esenciales para el funcionamiento de Internet.

De hecho, estas empresas invirtieron directamente más de 75.000 millones de euros (cien mil millones de dólares) en infraestructura para Internet en los últimos tres años y su gasto aumentó aproximadamente un 10% al año en este periodo. Además, participaron en consorcios que invirtieron más de 500 millones de euros para instalar un cable de fibra óptica submarino a través del Pacífico, que ha estado en funcionamiento desde 2010, y un cable de 8.300 kilómetros (5.200 millas) desde el sureste de Asia hasta Japón que empezó a funcionar el año pasado.

Sin embargo, es Europa la que ha recibido la mayor parte de la inversión global en infraestructura para internet –25.000 millones de euros, es decir, casi la tercera parte del total, en los últimos tres años. Google anunció recientemente la construcción de un nuevo centro de datos en los Países Bajos con un costo de 600 millones de euros y ya está haciendo inversiones fuertes en centros de datos en Hamina, Finlandia y St. Ghislain, Bélgica. Además, Facebook ya ha establecido su propio centro de datos en Luleå, Suecia.

Estas instalaciones y redes –junto con las redes de banda ancha en las que las empresas de telecomunicaciones gastan miles de millones– forman la base de Internet. Al invertir en ellas, los gigantes de Internet estadounidenses proporcionan beneficios tangibles a los consumidores y las empresas europeas. Alentar estas inversiones debería ser la principal preocupación de la Comisión Europea.

Por ejemplo, los centros de datos europeos de estas empresas contribuyen a las economías de las regiones donde operan al dar empleo a los residentes locales. Al mismo tiempo, facilitan el intercambio fluido de contenido y permiten que los consumidores europeos aprovechen al máximo sus conexiones de Internet.

De manera análoga, las inversiones de las empresas de Internet en redes de distribución de contenido y en puntos de intercambio de Internet les permiten acercar su propio tráfico a los consumidores y entregándolo a las empresas de telecomunicaciones de la Unión Europea en ciudades como Londres, París y Fráncfort. Al hacerlo, permiten a los proveedores de servicios de Internet reducir costos e invertir en las redes de acceso “de última milla” que poseen y operan, y de ese modo mejorar los servicios de Internet que ofrecen a los consumidores.

A largo plazo, a medida que Europa se convierta cada vez más en tierra fértil para desarrollar contenidos digitales y aplicaciones, dicha infraestructura permitirá a los europeos distribuir sus creaciones a nivel mundial. En otras palabras, las estructuras que compañías como Google y Facebook están construyendo ahora ayudarán a abrir nuevos mercados para innovadores europeos, emprendedores y empresas, y el éxito que logren beneficiará directamente a la economía europea.

En lugar de desperdiciar esfuerzos y recursos en competir unos con otros, las grandes empresas de telecomunicaciones e Internet de Estados Unidos u otros lugares, deberían reconocer conjuntamente con el sector público que tienen un interés común en ofrecer Internet de banda ancha rápido y asequible a todos los residentes de la Unión Europea. Internet siempre ha sido un proyecto de esfuerzo conjunto, y así debe seguir, en el que cada actor participe.

Durante el proceso serán indispensables las soluciones creativas, y las aportaciones de las compañías de Internet serán invaluables. Después de todo, se trata de innovadores experimentados, como se puede ver en la colaboración de Google con Vodafone en Nueva Zelanda y con Telefónica en Chile para ofrecer Internet de banda ancha a zonas rurales mediante globos aerostáticos.

Por su parte, la Comisión Europea no debe permitir presiones de intereses creados para conducir el proceso hacia la confrontación. En cambio, los líderes de la Unión Europea deben seguir centrados en los intereses de los millones de usuarios de Internet en Europa. Solo mediante un enfoque equilibrado y basado en hechos y que se incline por la cooperación, podrán ofrecer beneficios a los consumidores y crecimiento al sector de Internet de Europa.

Autor: Andrew Kloeden y David Abecassis son principales en Analysys Mason.

Imagen: REUTERS/Kacper Pempel

 

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