¿Cuál es el papel del gobierno en las ciudades inteligentes?

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Nuestro planeta se está urbanizando a un ritmo sorprendente: hoy día, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, y esa cifra continúa en aumento. La población de Londres ha crecido de 1 a 8.5 millones de habitantes en 140 años, mientras que las poblaciones de Mumbai, Lagos, Estambul y Sao Paulo han añadido por lo menos 200,000 personas por año en décadas recientes, Lagos siendo la ciudad de mayor crecimiento con 600,000 habitantes por año: una tasa de crecimiento de 70 personas por hora.

El espacio urbano de la actualidad está cambiando rápidamente conforme las tecnologías digitales y redes generalizadas se integran a los espacios físicos. Mark Weiser, el pionero de Xerox PARC, una vez observó que “al principio había servidores, y cada uno era compartido por muchas personas. Ahora estamos en la era de la computación personal, en la cual la persona y la máquina se miran la una a la otra incómodamente a través del escritorio. Lo siguiente será la computación ubicua, o la edad de la tecnología de la calma, en la cual la tecnología se desvanece en el fondo de nuestras vidas”. La computación ubicua, con su corolario, el “internet de las cosas”, está creando una nueva condición urbana: la llamada “ciudad inteligente”.

En general se cree que las ciudades inteligentes pueden responderles mejor a sus habitantes y al medio ambiente volviéndose ecosistemas más eficaces, sustentables y habitables. Con este fin, en diferentes partes del mundo está surgiendo una amplia gama de modelos de implementación. ¿Pero cuál es el papel del gobierno en el proceso de implementación de los desarrollos de la ciudad inteligente? ¿Cómo puede utilizarse el financiamiento de manera eficaz, sobre todo para promover la innovación? ¿Y, después de todo, son las grandes cantidades de fondos públicos el estímulo correcto para las ciudades inteligentes?

Modelos de todo el mundo

Métodos diametrales están apareciendo entre Estados Unidos y, en términos amplios, el resto del mundo. En Sudamérica, Asia y Europa, todos los niveles de gobierno están identificando rápidamente el potencial latente de las ciudades inteligentes, y están trabajando para canalizar importantes inversiones en esa dirección. Río de Janeiro está construyendo capacidad en su centro de Operaciones Inteligentes, Singapur está a punto de embarcarse en un ambicioso esfuerzo conocido como Smart Nation y Ámsterdam recientemente canalizó 60 millones de euros hacia un centro de innovación urbana conocido como Amsterdam Metropolitan Solutions. El programa de la Unión Europea, Horizon 2020, asignará 15 mil millones de euros entre 2014 y 2016, inversión que representa un importante compromiso de recursos europeos a la idea de las ciudades inteligentes, sobre todo en un momento de graves limitaciones fiscales.

No obstante, en Estados Unidos el financiamiento del sector público es mínimo, a pesar de que la idea del espacio urbano inteligente ha sido un aspecto central para la generación actual de start-ups exitosas. Uno de los ejemplos más recientes es Uber, una aplicación de teléfono inteligente que le permite a cualquier persona ordenar un taxi o ser chofer. Las operaciones de la compañía son polarizadoras: Uber ha sido objeto de protestas y huelgas en todo el mundo (sobre todo en Europa), a pesar de haber sido recientemente cotizada en la estratosférica cantidad de $18 mil millones de dólares.

Aparte de Uber, el termostato inteligente Nest, el sitio para compartir viviendas Airbnb y el recientemente anunciado “sistema operativo del hogar” de Apple, por nombrar sólo algunos servicios, demuestran las nuevas fronteras de la información digital cuando esta habita espacios físicos. Métodos similares ahora prometen revolucionar la mayoría de aspectos de la vida urbana –desde el transporte al trabajo hasta el consumo de energía y la salud personal– y, debido a eso, están recibiendo el apoyo ávido de fondos de capitales de riesgo.

Esto no significa que el gobierno debería mantenerse alejado del desarrollo urbano. Ciertamente, el gobierno tiene un papel importante que desempeñar. Esto incluye apoyar la investigación académica y promover aplicaciones en los campos que puedan ser menos atractivos al capital de riesgo: campos nada glamorosos pero que son sin embargo dominios cruciales, como el desperdicio municipal o los servicios del agua. El sector público también puede promover el uso de plataformas abiertas y estándares en dichos proyectos, lo cual aceleraría la adopción en las ciudades de todo el mundo.

La ciudad de Barcelona ha tomado un paso en esa dirección con su iniciativa conocida como City Protocol. Dicha iniciativa reúne a ciudades, organizaciones comerciales y no comerciales, universidades e instituciones de investigación a fin de desarrollar un conjunto de guías compartidas e interoperables para la transformación urbana. Pero lo más importante es que dichos protocolos serán compartidos por ciudades, culturas y socios múltiples y serán de libre escala.

Pero todo esto es un esfuerzo por alcanzar un menor determinismo de arriba hacia abajo; los gobiernos deberían de usar sus fondos para desarrollar un ecosistema orgánico de abajo hacia arriba que se perfile hacia las ciudades inteligentes, similar al que está creciendo en Estados Unidos. Esto debe ir más allá del apoyo a las incubadoras tradicionales, y tener como fin producir y nutrir los marcos normativos que permitan que las innovaciones prosperen. Considerando los obstáculos legales que continuamente acosan a aplicaciones como Uber o Airbnb, este nivel de apoyo es sumamente necesario. La regulación sigue siendo de vital importancia, pero siempre y cuando sea sensible: los gobiernos pueden tomar el pulso de la innovación y su impacto en la sociedad sin crear restricciones legislativas innecesarias. No obstante, los gobiernos tendrán que ser ágiles al responder a las tecnologías conforme estas surjan, así como facilitar a los nuevos desarrollos espacio para crecer.

Conclusión

Parece que los gobiernos deben mantener un delicado equilibrio conforme tratan de implementar las estrategias de las ciudades inteligentes: deberían, a toda costa, resistir la tentación de adoptar un papel determinista desde donde toman decisiones de arriba hacia abajo. No es prerrogativa suya decidir cuál debería ser la siguiente solución para la ciudad inteligente, como tampoco lo es usar el dinero de los contribuyentes para fortalecer la posición de tecnologías multinacionales que ahora están ingresando a este campo. Al contrario, deberían crear todas las condiciones necesarias para que los ecosistemas de innovación puedan crecer.

Y es posible que aquí haya otro delicado equilibrio entre la eficacia de la ciudad inteligente y la innovación. En algunos casos, esta última necesitará también una buena dosis de caos: lo contrario a la optimización máxima. Las soluciones más creativas con frecuencia surgen y prosperan en los medios menos regulados y “desordenados”; dicho de otra forma: “menos inteligente” podría ser necesario, si “inteligente” ha de ser más que una simple etiqueta.

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Autor: el profesor Carlo Ratti es director del Senseable City Laboratory en MIT, Departamento de Estudios Urbanos y Planificación, director del programa de MIT en Italia y presidente del Consejo para la Agenda Global sobre el Futuro de las Ciudades del Foro Económico Mundial.

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