La libertad de expresión en la era de Internet

Esra'a Al Shafei
Founder and Executive Director, Mideast Youth

Mucho antes de la edad de las redes sociales, los sistemas legales habían impuesto restricciones en la libre expresión. Algunos abogan por razones ampliamente aceptadas, para evitar, por ejemplo, la difamación o la incitación a la violencia. Muchos gobiernos también imponen restricciones, aunque por lo general lo hacen en el nombre de la seguridad nacional o pública, para protegerse sofocando la capacidad de disidencia.

Históricamente, todas esas leyes se han enfocado más en las transmisiones públicas que en las conversaciones privadas, sobre todo por la dificultad práctica de monitorear las interacciones entre amigos. No obstante, las redes sociales han borrado la vieja distinción entre la conversación privada y la transmisión pública.

En años recientes, los legisladores han estado abordando explícitamente esta área gris creada por las redes sociales. Casi siempre el resultado ha sido colocar mayores restricciones en la libertad de expresión.

En el Reino Unido, por ejemplo, cuando debido al mal tiempo que canceló el vuelo que lo llevaría a visitar a su novia, Paul Chambers tuiteó su frustración, “¡Voy a hacer que este aeropuerto vuele hasta el cielo!” en palabras que él pensó que deberían entenderse de manera obviamente falsa. Chambers fue arrestado y condenado por enviar “un mensaje de carácter amenazante por medio de una red pública de comunicaciones electrónicas”.

A pesar de que la condena fue eventualmente revocada durante un proceso de apelación, las autoridades del Reino Unido siguen implementando una línea dura respecto a las redes sociales. Este año Christopher Hay, un aficionado de fútbol en Glasgow, fue arrestado y enjuiciado (aunque no fue condenado) por “intentar causar miedo o alarma” cuando tuiteó a 23 seguidores que “ojalá que alguien matara” al director de un equipo rival.

Estas historias se vuelven noticias internacionales porque parecen un uso absurdo del tiempo de la policía: los comentarios son intemperantes, pero si se hicieran en persona estarían sujetos sólo a la censura social y no a la fuerza legal.

Mientras que los usuarios de las redes sociales en el Reino Unido debieron haberlo pensado dos veces antes de presionar el botón de “Tweet” en un momento de enojo, para los disidentes en muchos regímenes con restricciones más estrictas sobre la expresión, la tendencia hacia la criminalización de la actividad en las redes sociales tiene implicaciones mucho más profundas. En marzo de esta año, por ejemplo, dos hombres fueron sentenciados en Arabia Saudita después de tuitear información acerca de unas protestas planificadas.

Más países están introduciendo leyes que explícitamente estipulan lo que puede decirse en las redes sociales, a menudo redactadas con un lenguaje preocupantemente abierto. En 2012 los Emiratos Árabes Unidos pasaron una ley que permite encarcelar a cualquier persona que use la tecnología informática para “dañar la reputación” de los altos funcionarios o “abogar por un cambio” en el sistema de gobierno del país.

Como activista de derechos humanos en Baharain –un país pequeño donde el monitoreo de las redes sociales es algo relativamente fácil– yo he aprendido a ser extremadamente cautelosa acerca de lo que coloco en las redes sociales. Muchos de mis amigos han abandonado sitios como Facebook y usan sólo aplicaciones de mensajería privadas. Algunos están tan preocupados que han dejado de usar las redes sociales por completo.

Otros han tratado de preservar el anonimato en línea colocando sus mensajes bajo un pseudónimo y usando VPN o el navegador encriptado Tor. No obstante, es más difícil para los activistas establecer visibilidad y credibilidad si uno no está dispuesto a identificarse públicamente.

De la misma manera que toman acción legal contra las personas por lo que éstas escriben en las redes sociales, los gobiernos pueden actuar como la plataforma misma para censurar los mensajes de los usuarios. Hay ejemplos loables de compañías que se han reusado a acatar las órdenes del gobierno. Por ejemplo, en 2007 la plataforma de blogueo Worpress.com fue temporalmente bloqueada en su totalidad en Turquía después de reusarse a retirar un blog al que la corte se oponía. Pero pocas plataformas están dispuestas a optar por el principio cuando esto implica perder ganancias.

Las leyes sólo pueden cambiar en los países que las imponen, y a menudo las protestas no tienen éxito. En febrero activistas turcos se manifestaron en contra de las propuestas que permitirían a las autoridades exigir que ciertas páginas web se retiraran de Internet sin necesidad de recurrir a una orden de la corte; a pesar de eso, la ley fue aprobada en el parlamento.

No obstante, hay algo que los usuarios de las redes sociales en todo el mundo pueden hacer: retirarse de las plataformas que acceden a la censura, y apoyar las plataformas que optan por el principio. Si deseamos que las redes sociales evolucionen para facilitar un debate democrático, en lugar de facilitar los intentos del gobierno para suprimirla, este podría ser nuestro punto de presión más eficaz.

Autor: Esra’a El Shafei es fundadora y directora ejecutiva de Mideast Youth, Bahrain, la cual crea plataformas y aplicaciones web para promover la libertad de expresión y la justicia social. 

Imagen: REUTERS/Stringer

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