Unidos contra los terribles costos del conflicto
El continuo éxito económico de África depende de que todos los sectores de la sociedad, incluido el sector privado, trabajen juntos para reducir el alto número de conflictos armados en el continente y mitigar su impacto.
Elevados niveles de crecimiento económico y cambios demográficos en algunos países de África están creando nuevas oportunidades tanto para compañías globales como para negocios locales; la creatividad de los emprendedores está ayudando a crear economías más dinámicas en todo el continente. Y la creciente juventud, combinada con índices más elevados de ingreso escolar y universitario, está creando una fuerza laboral mejor educada y crecimiento en los mercados de consumo.
A pesar de estos importantes cambios, millones de africanos/as siguen viviendo en la pobreza y no gozan de acceso a atención médica básica. Son vulnerables a las crisis climáticas y la volatilidad de precios, lo cual conduce a una inseguridad alimentaria y de nutrición. Una importante causa de esto es el conflicto armado, el cual es un serio obstáculo para la estabilidad a largo plazo y el desarrollo para la gente de África, sus instituciones y negocios.
Dos ejemplos recientes son los 10 millones de personas de Sudán del Sur –país que debió haber superado el conflicto armado y la pobreza y avanzado hacia el desarrollo económico– y un país rico en recursos; y la República Central de África, la cual podría ser un motor para el crecimiento económico regional. Ambos países están sufriendo conflictos armados importantes. Niños, mujeres y hombres están muriendo, familias y comunidades están siendo desarraigadas, y Sudán del Sur y la República Central de África están perdiendo los frágiles avances en desarrollo que han logrado.
Los costos económicos y humanitarios del conflicto armado son significativos. El Banco Mundial estima que el costo global es de 100 mil millones de dólares anuales; el Banco Africano del Desarrollo calcula que la mayoría de los estados afectados por el conflicto armado y la fragilidad no ha podido alcanzar siquiera la mitad de su potencial PIB desde 1980.
Los países en conflicto sufren un rápido declive en el comercio transfronterizo y no atraen inversión extranjera. Con frecuencia sufren una devaluación extrema de su moneda. Su infraestructura se destruye o se daña; sus hospitales y escuelas se usan como refugios para desplazados; sus niñas/os pierden años de educación.
El conflicto armado también pueden destruir el tejido social y permitir que el crimen florezca, lo cual incluye la violencia de género y el tráfico de personas y narcóticos. También desvía la inversión del desarrollo económico y social hacia propósitos militares. Los efectos psicosociales a largo plazo del conflicto armado son claramente significativos pero difíciles de cuantificar. El impacto que sufren las/os niñas/os es particularmente grave, y en algunos países crea una “generación perdida”.
Evitar el conflicto armado, mitigar sus efectos y prevenir su recurrencia son claros prerrequisitos para el crecimiento económico. ¿Pero cómo se puede lograr esto? ¿Y cuál es el papel que el sector privado puede desempeñar?
Los gobiernos y las instituciones regionales y estatales, así como las organizaciones comunitarias: todos tienen una parte que desempeñar en la prevención del conflicto armado y en la reducción de sus efectos. El sector privado tiene un interés particular en impulsar el cambio, construir resiliencia y proteger los frágiles avances en desarrollo que se han logrado. El sector privado en África debe desempeñar un papel central en la solución de los altos índices de pobreza y desempleo que son la base de la fragilidad y vulnerabilidad económicas y sociales. Invertir en las personas, en su capacitación y educación es una inversión en la estabilidad, el crecimiento y la rentabilidad.
De la misma manera que los negocios están impulsando el crecimiento de África, pueden igualmente tomar la iniciativa al invertir en el desarrollo social y la resiliencia en los países y las comunidades.
Esto ya está ocurriendo en Sierra Leona, donde las compañías mineras han unido esfuerzos con el Programa de Desarrollo de la ONU para proporcionarles a las personas egresadas capacitación y estipendios. La Comunidad para el Desarrollo de Sudáfrica está trabajando con empresas agricultoras para promover el emprendimiento, reducir la corrupción y participar con grupos de personas de bajos ingresos. En Nigeria, un comité presidencial constituido de personas del sector privado ha recaudado cinco millones de dólares para ayudar a las personas afectadas por el estado de emergencia en la región noreste del país.
Las Naciones Unidas continúa enfatizando la prevención del conflicto armado, la mediación, el mantenimiento de la paz y el apoyo a las transiciones democráticas. El sector privado puede apoyar esos esfuerzos. Los puntos de entrada para la cooperación incluyen el Llamado a la Acción Empresarial y el Pacto Mundial de las Naciones Unidas.
Trabajando juntos podemos terminar el terrible desperdicio de recursos y potencial humanos ocasionados por el conflicto armado en el continente africano.
Autor: Valerie Amos es la Subsecretaria General de Asuntos Humanitarios y Coordinadora de Ayuda de Emergencia de las Naciones Unidas
Imagen: REUTERS/Mohamed Nureldin Abdallah
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