Los riesgos y las recompensas de la energía hidroeléctrica en África

Giulio Boccaletti
Co-Founder, Chloris Geospatial

La noche del 9 de octubre de 1963 a las 22:30, el costado del Monte Toc, en las montañas Dolomitas del norte de Italia, se colapsó en el depósito de Grand Vajont, una presa de energía hidroeléctrica de aproximadamente 268 metros de altura. La ola que se produjo superó la altura de la presa por más de 100 metros, arrasó varios pueblos y mató a más de 2,000 personas. Años después, durante el Año Internacional del Planeta Tierra, la UNESCO señaló el Grand Vajont como ejemplo clásico de las consecuencias de la incapacidad de ingenieros y geólogos de entender la naturaleza del problema con el que estaban bregando.

En la actualidad, la energía hidroeléctrica representa el 15% de la producción energética y más del 70% de toda energía renovable en el mundo entero. El crecimiento en la demanda de electricidad, un esfuerzo para descarbonizar el crecimiento económico y la necesidad de aprovechar los múltiples beneficios de la infraestructura fluvial están impulsando un renacimiento sin precedentes de la energía hidroeléctrica en todo el mundo, sobre todo en los países en vías de desarrollo. La mayoría de las proyecciones indican que en los próximos 20 a 30 años la capacidad instalada aumentará hasta el doble. Dicho de otra manera, es posible que el mundo termine construyendo la misma cantidad de energía hidroeléctrica en las próximas dos décadas que la que construyó durante los últimos 100 años.

En particular, el continente de África, cuyo potencial para producir energía hidroeléctrica está apenas desarrollándose, experimentará un crecimiento importante. Muchos países africanos tienen una necesidad urgente de capacidad para generar energía que sostenga su desarrollo. Se proyecta que la demanda de electricidad crezca hasta 6% anualmente, pero el suministro ha tenido dificultades para mantener ese ritmo. La rápida urbanización es una de las tendencias fundamentales que se predicen para el continente, pero muchas ciudades siguen experimentando un suministro intermitente de electricidad. De acuerdo con el Programa para el Desarrollo de Infraestructura en África del Grupo del Banco Africano de Desarrollo, en los próximos 30 años se necesitarán más de 40 mil millones de dólares en inversión para cerrar la brecha en el sector de la energía, y el acceso a las fuentes de finanzas será una de las barreras clave en este desarrollo.

En este contexto, la energía hidroeléctrica es una tecnología madura que ofrece una fuente económica y doméstica de energía asociada con los múltiples servicios hídricos, desde el almacenamiento a la irrigación y el suministro de agua. Por medio del crecimiento de los sistemas de interconexión regionales, como los múltiples conjuntos de energía (power pools) que se están desarrollando en el continente de África, la energía hidroeléctrica puede sostener el crecimiento de una cartera de tecnologías de generación de energía, incluso otras energías renovables. No obstante, esto requiere capital intensivo, el cual es uno de los motivos que han hecho que su desarrollo en el continente sea lento.

Pero las cosas están cambiando. En la actualidad la energía hidroeléctrica es impulsada, al menos en parte, por la disponibilidad del capital y capacidad tecnológica tanto de China como de otros países de ingresos medios. Por ejemplo, en 2013 el gobierno de Uganda le adjudicó al Grupo Sinodydro de China un contrato de 1.65 mil millones de dólares para la construcción de la planta eléctrica más grande del país en el Río Nilo. El proyecto de energía hidroeléctrica Karuma es una instalación de 600 MW, y se terminará en 2018. Los contratistas chinos también tienen un profundo interés en el desarrollo del sitio Inga en el Río Congo, ubicado en la República Democrática del Congo, con un potencial mayor a 40,000 MW: aproximadamente el doble de la producción de la Presa de las Tres Gargantas en China. Muchos de estos contratos gozan de acceso importante al financiamiento por medio de los bancos de desarrollo de China y sus bancos dedicados a la exportación-importación.

Después de muchos años de construir presas, un vasto conocimiento se ha acumulado acerca del funcionamiento de las mismas. Está en el mejor interés de los países que buscan desarrollar su potencial de energía hidroeléctrica aprovechar esta experiencia.

Cuando de sostenibilidad se trata, de todas las lecciones que se han aprendido con la construcción de presas en los grandes ríos del mundo –del Río Colorado en Estados Unidos al Río Yangtze en China– sobresale una lección: no podemos seguir pensando sólo a escala de presas individuales. Debemos esforzarnos por basar nuestra planificación a escala de sistemas integrales; sistemas fluviales enteros, desde el origen hasta el mar. Sólo al evaluar decisiones acerca de presas a dichas escalas podremos producir resultados más equilibrados que tengan en consideración toda la gama de beneficios que los ríos y los sistemas fluviales proporcionan.

Hacer esto ha llevado a algunos países como Estados Unidos, cuya energía hidroeléctrica ya ha se ha desarrollado en gran medida, a replantear algunas de sus opciones. Este es el caso, por ejemplo, del Río Penobscot en Maine, donde –al eliminar ciertas presas y cambiar la capacidad y las operaciones de otras– el río se ha reconfigurado a fin de que produzca la misma cantidad de energía, pero con una conectividad fluvial mucho mayor y ha mejorado significativamente los resultados ecológicos.

Los líderes de países con importante desarrollo de energía hidroeléctrica ante ellos deben decidir qué camino tomar. Un camino nos guía a un desarrollo de presas no planificado, construidas como recursos individuales sin una planificación más amplia ni consideración por las mayores implicaciones, como la capacidad de los ríos para producir peces para decenas de millones de personas. El otro camino nos guía a un desarrollo planificado más cuidadosamente en el cual la energía hidroeléctrica se considera en el contexto de un sistema fluvial entero, y donde los servicios múltiples de los ríos se optimizan.

Por su puesto que, bajo la intensa presión de la demanda de electricidad, elegir la segunda opción es más complicado, y se corre el riesgo de que se perciba como otro obstáculo que desacelera el desarrollo. La falta de información dificulta llevar a cabo algo que, en teoría, podría ser un proceso de optimización bastante atractivo. Se requiere información útil y real –la cual incluye datos económicos, sociales y del medio ambiente– que informe las decisiones relacionadas a la planificación, y eso requiere tiempo y esfuerzo. También se requiere una importante capacidad técnica, pero sólo en raras ocasiones está disponible en las etapas iniciales del desarrollo de un río, lo cual contribuye a hacer este el camino más difícil de andar.

Una importante y práctica herramienta para ayudar a los países a guiarse en la selección y planificación de presas, y a vincular proyectos individuales a las consideraciones a escala de sistema fluvial, es el Protocolo de Evaluación de la Sostenibilidad de la Energía Hidroeléctrica publicado en 2010 por un foro de múltiples partes interesadas bajo el auspicio de la Asociación Internacional de la Energía Hidroeléctrica.

El protocolo proporciona una estructura para evaluar la sostenibilidad de proyectos de energía hidroeléctrica en diferentes etapas de desarrollo. No reemplaza las evaluaciones más detalladas y formales del impacto socio-ecológico, pero sí es un complemento útil. Lo más importante es que es una estructura objetiva e independiente de los valores de toda organización, y se puede aplicar de manera relativamente rápida. El protocolo puede ayudar a desarrolladores e inversionistas a identificar vacíos y oportunidades para mejorar ya sea un proyecto individual o un sistema entero. De usarse desde las etapas tempranas de la planificación, puede ser una herramienta administrativa que proporcione un vínculo práctico entre el proyecto individual y el sistema fluvial.

Pero el protocolo es sólo el primer paso. Las instituciones multilaterales y nacionales que operan en países que están desarrollando su potencial de energía hidroeléctrica deberían pensar en financiar la capacidad técnica de la etapa temprana de la planificación. Hacer esto redituará, ya que el costo de entregar la información y capacidad es probablemente mucho menor que el costo de construir las presas equivocadas o cometer errores que se pueden evitar fácilmente. Y, a largo plazo, planificar la energía hidroeléctrica dentro de un contexto de un sistema fluvial entero da frutos, pues los países pueden gozar los beneficios de una base de activos de infraestructura más sustentable, mayor resistencia ante un clima cambiante y un manejo más eficaz de los costos de infraestructura y beneficios.

Han pasado 50 años desde el incidente de Grand Vajont. Hemos experimentado los resultados del desarrollo apresurado y no planificado de la energía hidroeléctrica. En la actualidad tenemos el conocimiento –y la oportunidad– de tomar decisiones inteligentes, duraderas y sostenibles. Si lo hacemos bien –y podemos hacerlo– las generaciones futuras lo contemplarán y aplaudirán nuestra voluntad de aprender del pasado y pensar en grande.

Autor: Giulio Boccaletti es Director General de Agua Global en el The Nature Conservancy, y Líder Joven del Mundo del Foro Económico Mundial. 

 Imagen: REUTERS/Christa Cameron

 

 

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