Cómo África está combatiendo el Ébola
El brote de la enfermedad del virus de Ébola este año en Guinea ha matado a 147 personas y no se ha detenido. En 2013, los virus del Ébola y Marburg resurgieron en la República Democrática del Congo y en Uganda. En 2012 fue la fiebre de Lassa: el Ministro Federal de Salud de Nigeria declaró una epidemia, y se reportaron casos en 23 de los 36 estados del país. A pesar de que estas enfermedades naturalmente causan alarma, también existen garantías que los países afectados se están equipando mejor para diagnosticar y lidiar con estas amenazas.
Es posible que las llamadas enfermedades “emergentes” de hecho sean mucho más viejas y comunes de lo que con anterioridad se creía. Por medio de nuestra experiencia en Sierra Leona y Nigeria, mis colegas y yo hemos llegado a creer que es posible que las enfermedades como el Ébola y la Lassa –cuyo primer descubrimiento se realizó en la segunda mitad del siglo xx– de hecho hayan estado circulando en las aldeas por siglos.
En realidad, estas enfermedades podrían ser raras sólo en detección. A pesar de los relatos populares, las fiebres virales hemorrágicas con frecuencia tienen síntomas generales, como fiebre y dolor de cabeza, los cuales se pueden confundir con malaria o tifoidea. Más allá de los diagnósticos erróneos, muchas personas con fiebre nunca acuden al hospital a pesar de tener infecciones graves y, en ocasiones, fatales.
De hecho, es posible que estas enfermedades sean nuevas sólo para la medicina de Occidente. El virus de la fiebre de Lassa fue descubierto cuando dos enfermeras misioneras sucumbieron a la enfermedad mientras estaban trabajando en Nigeria. El virus de Marburg fue descubierto en el pueblo del mismo nombre en Alemania cuando trabajadores de un centro de primates comenzaron a padecer fiebre, vómito y sangrado. El virus de Ébola se descubrió durante brotes simultáneos en un hospital misionero en la República Democrática del Congo y en una fábrica de algodón en Sudán.
La mejor manera de entender estos virus es en el campo, en lugares como el Irrua Specialist Teaching Hospital (ISTH) en Nigeria, a donde fui a trabajar en 2008. Mis colegas y yo comenzamos nuestra investigación en la genética de la fiebre de Lassa, trabajando con excelentes clínicos y científicos locales.
Mientras estábamos ahí, mi colega investigador Christian Happi me contó una historia de un niño cuyo padre lo había llevado al hospital y a quien habían tratado exitosamente contra la fiebre de Lassa. Semanas después Christian viajó a la aldea del niño para investigar los orígenes de la enfermedad. Ahí se enteró de que la mamá del niño había muerto de la misma enfermedad misteriosa, así como uno de sus primos y un vecino. En total, más de 20 personas habían muerto sin que el mundo exterior se diera cuenta. Sorprendentemente, ninguno de ellos había acudido al hospital, ya que anteriormente el hospital no tenía pruebas diagnósticas para esta enfermedad, y tenía una capacidad limitada para tratarla. Su historia nos hizo considerar la gran cantidad de personas que mueren en silencio todos los años debido a esta enfermedad.
Hoy día, con las pruebas diagnósticas que pueden detectar el genoma del virus de la fiebre de Lassa en la sangre de los pacientes y con tratamientos disponibles, el hospital se ha vuelto un centro regional de tratamiento contra la fiebre de Lassa. Las comunidades cercanas –después de escuchar historias exitosas como la de ese niño– ahora saben adónde acudir, y el hospital se ha vuelto un centro de remisión para pacientes que padecen enfermedades febriles no diagnosticadas a lo largo de cientos de kilómetros. No se trata sólo de un sitio de especialidad para la atención y la investigación de la fiebre de Lassa, sino un centro centinela para las enfermedades infecciosas emergentes de todo tipo.
Los avances tecnológicos en el análisis de genomas de una amplia variedad de microbios tienen el potencial de transformar el cuidado clínico, la vigilancia y el conocimiento de enfermedades devastadoras como la Lassa y el Ébola. Pero para poder cumplir en realidad con esa promesa, los investigadores locales deben recibir las herramientas necesarias –herramientas de vigilancia global y herramientas de diagnóstico eficaz y tratamiento para pacientes en donde éstos se encuentren.
Felizmente, las asociaciones fuertes entre comunidades y clínicas están creciendo, creando ciclos positivos de retroalimentación que salvan vidas y les ayudan a los clínicos a detectar los patógenos emergentes de manera rápida. Pronto habrá un centro africano de excelencia para la genómica y las enfermedades infecciosas (ACEGID) en la Universidad de Redeemer en Nigeria, gracias al apoyo de la iniciativa del H3 (Human Heredity and Health) de África y el Banco Mundial.
El brote reciente del virus del Ébola en África Occidental resalta la importancia de los centros locales de investigación. Después del incidente, miembros de mi equipo se trasladaron inmediatamente al hospital gubernamental Kenema, en Sierra Leona. A pesar de que llevaron insumos requeridos con urgencia para ayudar a diagnosticar el Ébola de manera segura, no estaban ahí para encargarse del asunto. Simplemente estaban ahí para apoyar los crecientes esfuerzos que se estaban efectuando.
Clínicos, enfermeras y el equipo de salud pública del hospital Kenema han estado combatiendo la fiebre de Lassa en Sierra Leona desde antes de la guerra civil de la década de 1990. Estos extraordinarios científicos africanos inmediatamente se pusieron en control de la situación. Cada vez más, centros de investigación a lo largo de África tendrán su propia capacidad diagnóstica disponible para evaluar una amplia gama de agentes infecciosos. Ahí librarán las batallas contra las enfermedades infecciosas, apoyando a sus comunidades y ayudando a detectar, monitorear y caracterizar las enfermedades emergentes antes de que se conviertan en amenazas globales.
En este vídeo creado por Stephen Gire se puede aprender más al respecto: ¿Enfermedades emergentes o diagnósticos emergentes?” https://www.youtube.com/watch?v=Yfk-B7cftik
Autora: Pardis Sabeti es Profesora Asociada del Centro para Sistemas Biológicos en Harvard y Líder Joven del Mundo del Foro Económico Mundial.
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