¿Puede el arte cambiar el mundo?
El mundo del arte necesita más emprendimiento social y el mundo del emprendimiento social necesita más arte. Con un pie firme en cada una de estas áreas, me sorprende que ambos campos apenas hayan descubierto que su cooperación conjunta podría resultar en avances revolucionarios o incluso en avances que podrían cambiar el mundo.
El mundo del arte está lleno de personas emprendedoras, compañías y entidades sin fines de lucro, pero tiene pocos ejemplos de emprendimiento social. Habrá quien diga que una compañía de teatro o un sello discográfico son ejemplos de emprendimiento social porque crean y distribuyen productos y generan una serie de beneficios sociales. Pero estos negocios casi nunca se abordan desde una perspectiva del emprendimiento social.
Por un lado, cuando se trata de las artes como creaciones sin fines de lucro, estas generalmente dependen de la obtención de subvenciones y la entrega de un resultado, mientras que las industrias culturales, como la gran mayoría de las compañías del sector privado, tienen un enfoque bastante estrecho, que es el maximizar sus ganancias en el menor tiempo posible. No estoy sugiriendo que estos negocios no se estén esforzando por alcanzar metas altruistas como la excelencia artística o que estén evadiendo la responsabilidad social corporativa. Lo que ocurre es que los beneficios sociales que surgen de ahí son con más frecuencia un resultado del negocio que algo que se ha generado intencionalmente por medio del emprendimiento social con el fin que tenga un fuerte impacto.
Muchas personas en el mundo del arte sienten desconfianza de “instrumentalizar” las artes. Creen que al arte se le debería apoyar por ser arte, por su valor intrínseco más que instrumental. No hay duda que cuando la expresión artística se usa como propaganda política o se carga de mensajes bien intencionados pero socialmente ineptos, entonces pierde su legitimidad.
No obstante, existen ejemplos de emprendimiento social orientados al arte que promueven el cambio social positivo sin comprometer la integridad del arte. Por ejemplo, el Proyecto BRANDAID, el cual involucra a artistas desempleados en Haití para crear hermosas máscaras artesanales y otros tipos de artesanías que luego se venden en los países industrializados. Otro ejemplo es nuestro trabajo en Artscape en Toronto, el cual consiste en reunir artistas en edificios de bajo costo diseñados para generar un impacto positivo en términos económicos, sociales, culturales y del medio ambiente.
Tenemos que superar la noción de que el apoyo a las artes por su valor intrínseco o instrumental es una propuesta de “o esto o aquello”, ya que está claro que existe un papel importante para ambos.
En el mundo del emprendimiento social, el arte puede tener la apariencia de ser un esfuerzo menos serio cuando se compara a retos globales como el cambio climático, la pobreza, el hambre, la enfermedad y los disturbios sociales. Pero, como el autor John Howkins nos lo hizo entender en su libro “La economía creativa” publicado en 2001, se está dando un gran cambio en la manera en la que se crea el valor. Antes el valor solía estar primordialmente relacionado a los materiales y la labor que se necesitaban para producir las cosas. Hoy en día, el contenido creativo es gran parte de lo que se ocupa para generar valor. El arte debe desempeñar un papel central en todo negocio, desde el diseño de productos y servicios y la adaptación de nuevas tecnologías hasta la creación de una narrativa y una marca impactantes. Me pregunto cuántos proyectos de emprendimiento social valoran la creatividad como algo central en lo que hacen.
En mi opinión, las grandes oportunidades de convergencia entre el emprendimiento social y el arte involucran la participación del arte como un agente de cambio social. David Buckland, el fundador de Cape Farewell, le ayudó al mundo a entender que el calentamiento global no es solo un problema ambiental, sino también cultural.
Abordar los retos más grandes implica siempre redirigir el comportamiento y la cultura humana, y es aquí donde el arte puede jugar el papel más crucial. Puede servir para motivar nuevas maneras de pensar, abrir el diálogo, mitigar conflictos, crear economías locales, acelerar el aprendizaje e incluso jugar un papel terapéutico para las personas que sufren de autismo y otras enfermedades. Los artistas podrían desempeñar un papel mucho más significativo si los emprendedores sociales comprendieran mejor cómo colaborar con ellos para fomentar el cambio, el crecimiento, la transformación de la gente, la cultura y el lugar.
Autor: Tim Jones es Presidente y Director Ejecutivo de Artscape.
Este bog es parte de una serie para el lanzamiento del los ganadores del premio Emprendedores Sociales de la Fundación Schwab del Año 2014.
Imagen: REUTERS/Carlos Barria
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