Reinventar Europa

La Unión Europea (UE) está cambiando fundamentalmente. Pero muchas personas se están perdiendo estos acontecimientos porque están esperando solamente reformas abruptas y verticales. No reconocen los cambios a no ser que vengan en forma de eurobonos, nuevos tratados europeos o cambios de opinión de Angela Merkel.
Permítanme defender los pequeños pasos, para salir adelante y para los mecanismos del mercado. Sospecho que el enfoque en grandes reformas verticales se basa en nuestro análisis de lo que ha causado la crisis del euro. La mayoría de los alemanes, holandeses y finlandeses dirían que fue causada porque Grecia, España, Chipre y otros gastaron demasiado y no regularon sus bancos y mercados apropiadamente.
Pero otros nos dicen que fue el propio euro el que ha causado tantos problemas a estos países. La política monetaria de único rasero del Banco Central Europeo creó desequilibrios desestabilizadores en la eurozona. Se puede decir que las tasas de interés fueron demasiado altas para una Alemania ya atrasada por la carga económica de la reunificación. El resultado: los europeos del sur gastaron demasiado, y los europeos del norte casi nada.
Si estos desequilibrios fueran el resultado del propio euro, los europeos no pueden resolver la crisis a nivel del país. Sino que deben arreglar los defectos de la propia unión monetaria. Para esto, el argumento consiste en que la eurozona necesita tres cosas: unión bancaria, unión fiscal y unión política. La unión bancaria es realmente necesaria para romper los círculos viciosos de bancos débiles y gobiernos en problemas. Su esquema es muy claro y ya está en construcción, aunque lentamente.
En cuanto a la unión fiscal las cosas son más complicadas. Los analistas y políticos que piden una unión fiscal no especifican normalmente lo que quieren decir con esto. Se supone que una unión fiscal debería incluir un presupuesto central de la Unión Europea mucho más grande, presumiblemente financiado por algún tipo de impuestos de la Unión Europea; seguro de desempleo de la eurozona; y eurobonos u otro tipo de reorganización de la deuda.
Tal centralización de los poderes financieros y fiscales a nivel europeo, por supuesto supondría más responsabilidad. Por lo que también necesitamos una unión política con oficiales europeos elegidos directamente y un parlamento europeo con mucho más poder.
¿Ocurrirá esto? No es probable, por lo menos en el futuro inmediato. ¿Eso importa? Puede que no tanto como la gente dice.
Primero, si construimos una unión institucional elaborada basada en lo que ha pasado en los últimos cinco años, nos arriesgamos a luchar la última guerra en lugar de mirar hacia delante para resolver los próximos retos.
Es cierto que la rápida caída de las tasas de interés que resultaron de la introducción del euro llevaron a un gasto excesivo en Grecia, España e Irlanda. Es cierto que la moderación salarial en Alemania durante los largos años del estancamiento alemán ha creado problemas para sus vecinos.
Los desequilibrios de la eurozona fueron de echo el resultado de la introducción del euro y en menor medida de la reunificación de Alemania. Pero ninguno de estos eventos va a suceder de nuevo.
Segundo, los desequilibrios que se heredaron de la primera década del euro ya se están resolviendo – como debe ser, dada la cantidad de dolor que han estado sufriendo los europeo del sur. Los déficits externos ya han cerrado, los costes laborales unitarios están bajando, y las exportaciones españolas están creciendo más rápido que las alemanas.
Algunas de estas tendencias desacelerarán o retrocederán una vez el crecimiento regrese al sur de Europa. Pero los cambios que algunos países como España y Portugal están haciendo a sus leyes laborales, sistemas de pensión y regulaciones son alentadoras. Las mejoras en España y Portugal pondrán cada vez más presión en Francia e Italia para que sigan su ejemplo. Europa como conjunto se hará más competitiva.
Si ya hemos corregido algunos de los problemas que heredamos de la primera década del euro, y si los problemas futuros serán de una magnitud y tipo diferentes, entonces puede que no necesitemos eurobonos e impuestos de la Unión Europea. Además si no tenemos redistribución a gran escala y deuda colectiva, entonces no necesitamos una unión política tampoco, por lo menos no de inmediato.
Incluso sin una unión fiscal y política, la Comisión Europea ha ganado nuevo poder para supervisar no solo el gasto fiscal sino también otros desarrollos macro económicos, como el crecimiento salarial y los precios de inmuebles, lo que puede causar la reaparición de desequilibrios. El Banco Central Europeo, junto a supervisores nacionales, está consiguiendo el poder para supervisar los grandes bancos de la eurozona, y si es necesario, cerrarlos.
De manera importante la disciplina adicional no sólo vendrá de Bruselas sino también de Londres, Frankfurt y Nueva York: es probable que los mercados financieros estén más alertas en el futuro.
Y aquí, en mi opinión, está la discrepancia entre aquellos que ponen su fe solamente en arreglos institucionales y aquellos que confían en un enfoque más ascendente. Muchas personas, especialmente en Londres y Nueva York, parecen definir la “solución” a la crisis del euro como un regreso al estado glorioso en el que todos los bonos del gobierno europeo eran igualmente acciones sin riesgo. Para los alemanes, holandeses y austriacos, los márgenes no son el problema. Son parte de la solución. Imponen presión que va más allá del nuevo poder de las instituciones de Bruselas.
El nuevo marco institucional en la eurozona no tiene que dirigir las políticas fiscales y económicas de 18 países. Sólo tiene que se lo suficientemente fuerte para permitir a los mercados reconocer y reaccionar a acontecimientos preocupantes. Y necesita se capaz de ofrecer ayuda real a países que se encuentran temporalmente en problemas. Esto es posible y ya se está haciendo.
Autora: Katinka Barysch es directora de relaciones políticas en Allianz SE. También es World Economic Forum Young Global Leader . Las opiniones expresadas aquí son suyas.
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