La reconfiguración del mundo

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Seattle, Praga, Génova, Melbourne. Hace más de una década, estas ciudades sufrieron protestas violentas contra un enemigo nebuloso: la “mundialización”.

Eran protestas contra reuniones de alto nivel de organizaciones internacionales como la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, e incluso nuestras propias reuniones del Foro Económico Mundial.

En el seno de las reuniones, la violencia era objeto de condena unánime, pero la unanimidad no se hacía extensiva a las opiniones sobre las reclamaciones de los manifestantes ni a qué hacer acerca de las mismas.

Muchos de los que asistían a las reuniones comprendían que, ante un mundo más interconectado que avanzaba aceleradamente hacia el siglo XXI, también se observaba un aumento en el nivel de  desigualdad y volatilidad. Pocos concordaban en lo que debía hacerse y, por este motivo, el tipo de coordinación y el acuerdo necesarios para manejar la complejidad del nuevo mundo parecían difíciles de alcanzar.

El mundo está pagando hoy el precio de esa indecisión y desunión.

En el curso de los últimos años, nuestras reuniones en Davos se han visto dominadas frecuentemente por una sola dificultad grave a la que hace frente la comunidad mundial. Desde la crisis financiera mundial y la transición árabe hasta la amenaza del colapso del euro, los líderes han venido frecuentemente con una agenda dominante y una actitud de respuesta.

Hoy en día, la situación es diferente.

Desde el conflicto en Medio Oriente, el programa de reducción gradual de la Reserva Federal de Estados Unidos y la tensión en el Mar de la China Meridional hasta los 75 millones de jóvenes desempleados en el mundo entero, hacemos frente a una situación en la que el número de posibles puntos álgidos es elevado y posiblemente aumente.

Creo que esta situación es el resultado de no haber podido – a título colectivo – manejar y mitigar las consecuencias de la mundialización a nivel internacional, situación que data de hace varias décadas. Básicamente, los manifestantes contra la mundialización que hacían sentir su presencia al finalizar el siglo anterior tenían un mensaje claro y acertado: la gobernanza mundial no servía para manejar las repercusiones de la reconfiguración del mundo que ya avanzaba a pasos agigantados.

Sigue siendo inadecuada para esa finalidad y los desafíos a los que hace frente el mundo actual se agravan debido a la complejidad que los caracteriza.

Desde finales del siglo anterior, la mundialización ha contribuido a que millones de personas salgan de la pobreza. Al mismo tiempo, muchas de estas personas han pasado a ser clientes de la economía mundial, agrupándose en nuevas áreas urbanas que requieren infraestructura y recursos, factor que aumenta la importancia de contar con el respaldo de una cadena de suministro resistente y una capacidad de gestión de crisis.

Las emisiones de gases de invernadero han continuado su trayectoria de aumento incesante, en tanto que los esfuerzos de la comunidad mundial por coordinar una respuesta a esta tragedia compleja de los comunes se han derrumbado.

Los mercados financieros mundiales han demostrado de manera descarnada cómo los riesgos no identificados y las respuestas no coordinadas pueden tener un impacto catastrófico en el mundo entero.

En el ínterin, la marcha tecnológica en constante aceleración ha cambiado todo lo que nos afecta en la vida cotidiana, desde nuestra capacidad de crear una comunidad hasta la fuente y combinación de la energía que utilizamos. Asimismo, el uso de tecnología de parte de gobiernos y empresas ha destacado fundamentalmente la naturaleza de la confidencialidad y el significado del carácter de individuo en la sociedad moderna.

Cada uno de estos ejemplos muestra la naturaleza dual de nuestro moderno mundo interconectado – los brillantes aspectos positivos por un lado y los complejos e imprevisibles aspectos negativos por el otro – que exige una mayor y mejor coordinación de la capacidad de mitigar y responder a nivel mundial.

En la reunión de líderes mundiales en Davos, la ausencia de una crisis inmediata debería proporcionar un espacio crítico para que los líderes se centren en la reflexión a largo plazo. El tema de la reunión, La reconfiguración del mundo: consecuencias para la sociedad, la política y los negocios, se refiere a la necesidad de que los líderes evalúen nuevamente, a nivel fundamental, cómo las placas tectónicas del mundo están chocando entre sí, para poder de este modo prever y responder de manera más efectiva a los sismos que, según sabemos, se avecinan.

Para que nuestro ingenio e interconexión mejoren la vida, en vez de reforzar los peores temores de las protestas contra la mundialización, los líderes tendrán que superar la vorágine incesante de crisis a corto plazo. Las manifestaciones que hubo a fines del siglo anterior nos recuerdan que los intercambios de ideas que tienen lugar esta semana entre los líderes influirán sobre el estado del mundo no sólo en el 2014, o dentro de 10 años, sino también en años venideros de nuestro futuro colectivo a largo plazo.

No podemos permitirnos que la próxima era de mundialización cree riesgos y desigualdades en grado similar al de las oportunidades que origine. La reconfiguración del mundo exige una percepción colectiva y una colaboración en la acción.

Autor: Profesor Klaus Schwab es el fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial. La 44 ª Reunión Anual del Foro Económico Mundial en Davos-Klosters se realizará del 22-25 enero.

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