Una interpretación equivocada del reequilibrio chino

La comentocracia ha sucumbido una vez más al síndrome del “colapso de China”, trastorno que parece afectar a los comentaristas económicos y políticos cada cierto número de años. Olvidemos las recurrentes falsas alarmas de las últimas dos décadas. Esta vez es diferente, advierte el coro de escépticos.
Efectivamente, la economía de China se ha desacelerado. Si bien para el Occidente golpeado por la crisis sería un sueño igualar la tasa de crecimiento anual del PIB de 7.5% correspondiente al segundo trimestre de 2013 que anunció la Oficina Nacional de Estadísticas de China, ciertamente muestra una desaceleración notable en comparación con las tasas de crecimiento del 10% que se registraron de 1980 a 2010.
Pero no es solo la desaceleración lo que agita a los escépticos. También hay inquietudes sobre la deuda excesiva y los temores consiguientes de un sistema bancario frágil; preocupaciones por el colapso de la constante burbuja de la propiedad; y, sobre todo, la supuesta falta de avance real en términos de reequilibrio económico –el ansiado cambio de un modelo de crecimiento desequilibrado basado en las exportaciones y las inversiones a uno impulsado por el consumo privado interno.
Con respecto al último punto, los cambios recientes en la composición del PIB chino parecen desconcertantes a primera vista. El consumo (tanto privado como público) contribuyó únicamente 3.4 puntos porcentuales al crecimiento económico en el primer semestre de este año, y aproximadamente 2.5 puntos porcentuales en el período abril-junio –una desaceleración trimestral secuencial que resalta el debilitamiento cíclico o temporal de la demanda de los consumidores chinos.
Al mismo tiempo, la contribución de las inversiones aumentó de 2.3 puntos porcentuales del crecimiento del PIB en el primer trimestre de 2013 a 5.9 puntos porcentuales en el segundo trimestre. Dicho de otro modo, en lugar de cambiar del crecimiento impulsado por la inversión al crecimiento impulsado por el consumo, China parece seguir con su modelo basado en las inversiones.
Para una economía desequilibrada que ha tenido falta de consumo y exceso de inversión durante casi tres décadas, eso es inquietante. Después de todo, los líderes chinos llevan años hablando de reequilibrio, especialmente desde que se promulgó el duodécimo Plan Quinquenal, que promueve el consumo, en marzo de 2011. Una cosa es que no se haya dado el reequilibrio cuando la economía estaba creciendo rápidamente pero, para los escépticos, que el reequilibrio no avance en un clima de “lento crecimiento” es algo muy distinto.
Esto es, en el mejor de los casos, un modo de pensar superficial. No puede esperarse que el reequilibrio de una economía –una transformación profunda de las fuentes de crecimiento de la producción– suceda de la noche a la mañana. Se requiere estrategia, tiempo y determinación para lograrlo. A China le sobran esas tres cosas.
La composición del PIB es probablemente el peor indicador para evaluar las primeras etapas de un reequilibrio económico. A la larga, la composición del PIB será, por supuesto, la prueba de fuego del éxito de China. Pero hay que resaltar la frase “a la larga”. Es demasiado pronto para esperar cambios significativos en las fuentes principales de demanda agregada. Por ahora, es mucho más importante examinar las tendencias de los determinantes potenciales del consumo chino.
Desde esa perspectiva, hay motivos para el optimismo, sobre todo en vista del acelerado crecimiento en el sector de los servicios del país, uno de los principales elementos de un reequilibrio basado en el consumo. En el primer trimestre de 2013, la producción de los servicios (el sector terciario) tuvo un crecimiento anualizado de 8.3%, sensiblemente más rápido que el 7.6% combinado de las manufacturas y la construcción (el sector secundario).
Además, la brecha entre el crecimiento de los servicios y el de las manufacturas y la construcción se amplió durante los dos primeros trimestres de 2013, después de que en 2012 se registraron aumentos anuales del 8.1% en ambos sectores. Esta evolución –primero la convergencia y ahora un crecimiento más rápido de los servicios– representa un marcado contraste con las tendencias anteriores.
En efecto, de 1980 a 2011, el promedio anual del crecimiento en la producción de servicios fue del 8.9%, 2.7 puntos porcentuales menos que el crecimiento combinado del 11.6% de las manufacturas y la construcción en ese mismo período. La reciente inversión de esa relación indica que la estructura del crecimiento chino comienza a inclinarse hacia los servicios.
¿Por qué son tan importantes los servicios para el reequilibrio de China? Para empezar, los servicios son mucho más intensivos en mano de obra que los sectores que tradicionalmente impulsan el crecimiento en China. En 2011, los servicios generaron 30% más empleos por unidad de producción que las manufacturas y la construcción. Esto significa que la economía china puede alcanzar sus importantes objetivos de absorción de mano de obra –empleo, urbanización y reducción de la pobreza– con un crecimiento mucho más lento del PIB que antes. En otras palabras, una trayectoria de crecimiento del 7-8% en una economía basada cada vez más en los servicios puede alcanzar los mismos objetivos de absorción de mano de obra para los que se requería un crecimiento del 10% con el modelo chino anterior.
Esas son buenas noticias por tres razones. En primer lugar, el crecimiento de los servicios está empezando a explotar una nueva fuente de generación de ingresos del trabajo, uno de los pilares de la demanda de los consumidores. En segundo lugar, recurrir más a los servicios permite a China adoptar una trayectoria de crecimiento más lento y sostenible que reduce las actividades impulsadas por el hipercrecimiento de las manufacturas y la construcción, que hacen uso excesivo de recursos y son altamente contaminantes. Y en tercer lugar, el crecimiento del incipiente sector de los servicios, que actualmente representa solo el 43% del PIB del país, amplía la base económica de China, lo que crea oportunidades significativas para reducir la desigualdad de los ingresos.
Lejos de estarse colapsando, la economía de China se encuentra en un punto crítico. El mecanismo del reequilibrio está en marcha. Si bien eso todavía no se refleja en la composición de la demanda final (al menos no todavía), el viraje de las manufacturas y la construcción hacia los servicios es un indicador mucho más significativo en esta etapa de la transformación.
También lo son las señales de una nueva disciplina en las políticas –como las del banco central, que parece estar decidido a eliminar la creación excesiva de crédito, y las autoridades fiscales, que han resistido la vieja tentación de recurrir a otra ronda masiva de iniciativas de gasto para contrarrestar la desaceleración. También son alentadores los primeros pasos hacia la liberalización de las tasas de interés y los indicios de reforma del anticuado sistema de hukou (permisos residenciales).
Poco a poco, la próxima China se está perfilando. Quienes dudan de China en Occidente han vuelto a equivocarse al interpretar los signos vitales de la economía del país.
Las opiniones expresadas aquí son las del autor y no necesariamente las del Foro Económico Mundial. Publicado en colaboración con Project Syndicate.
Autor: Stephen S. Roach, profesor de la Universidad de Yale y ex presidente de Morgan Stanley Asia, es autor de The Next Asia.
Imagen: REUTERS/Sean Yong
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