China en movimiento

Se acabó el debate. Tras seis años de considerar las opciones, China se encuentra hoy firmemente comprometida a implementar una nueva estrategia de crecimiento. Al menos esa es la conclusión a la que pude llegar tras participar en el Foro del Desarrollo de China, que se lleva a cabo cada año y es ya desde hace tiempo su espacio de diálogo más importante con el resto del mundo.
Hubo pocas sorpresas sobre cuál sería la característica central de su estrategia: un cambio estructural del modelo de crecimiento, buscando equilibrar la economía con un énfasis en los servicios y los consumidores, además de las exportaciones e inversiones. Se trata de una transformación que refleja al mismo tiempo dosis de necesidad y planificación.
Es necesaria porque es poco probable que el crecimiento global, con su persistente desaceleración, sostenga la importante demanda de exportaciones chinas que ofrecía años atrás. Pero es también un cambio esencial, porque las nuevas autoridades de China parecen decididas a enfrentar una gran variedad de desequilibrios internos que amenazan el medio ambiente, aumentan la desigualdad de los ingresos y exacerban las disparidades regionales.
Y es además una iniciativa deliberada de las autoridades chinas para evitar la temida “trampa del ingreso medio”, es decir, la desaceleración a medio camino en el que han caído la mayoría de las economías emergentes cuando el ingreso per cápita supera el umbral de los $17.000 (en precios internacionales constantes). La sufren las economías en desarrollo que mantienen demasiado tiempo sus mismos modelos de crecimiento, y probablemente China llegue a ese umbral dentro de 3 a 5 años.
Tres impresiones del Foro del Desarrollo de China de este año profundizaron mi convencimiento de que veremos una importante transformación estructural que hará posible que el país evite esta trampa. En primer lugar, ha surgido una estrategia bien articulada de desarrollo urbano como pilar fundamental de un reequilibrio orientado a los consumidores, punto enfatizado por los nuevos gobernantes chinos (el Viceprimer Ministro Ejecutivo Zhang Gaoli y el Primer Ministro Li Keqiang) en sus discursos de apertura y cierre del evento. Asimismo, en muchas de las sesiones de trabajo se profundizó bastante en la materia.
El desarrollo urbano es un elemento fundamental del consumo, ya que refuerza de manera importante el poder de compra de los hogares chinos. El ingreso per cápita de los trabajadores urbanos más que triplica el de sus contrapartes de las zonas rurales.
La proporción de ciudadanos chinos que viven en ciudades llegó al 52,6% en 2012, cifra que casi triplica el 18% de 1980 y que se proyecta llegue al 70% en 2030. Si el actual ritmo de urbanización puede ir a la par con la creación de empleos, lo que es una clara posibilidad a la luz del énfasis de China en desarrollar su incipiente sector de servicios con un uso intensivo de mano de obra, hay razones más que suficientes para ver con optimismo las perspectivas de crecimiento de los ingresos de los hogares.
La velocidad del desarrollo urbano debería disipar las dudas de Occidente sobre las llamadas ciudades fantasmas y la sobreinversión crónica. Según los estudios de McKinsey & Company, con los cerca de 15 a 20 millones de personas que cada año pasan a habitar en ciudades, China necesitará cerca de 220 urbes de gran tamaño (al menos un millón de habitantes) para 2030; en 2010 la cifra llegaba a 125. Más aún, puesto que el desarrollo urbano implica un alto uso de capital y en China el capital social por trabajador (indicador clave para el crecimiento de la productividad) representa todavía apenas un 13% de los niveles de Estados Unidos y Japón, bien se la puede considerar como una economía que contará por muchos años con un alto nivel de inversiones.
Una de las novedades es el énfasis en las externalidades negativas del desarrollo urbano, especialmente los difíciles problemas de la confiscación de tierras y la degradación ambiental. En el Foro de este año se presentó una propuesta bien desarrollada de “ecociudad” como contrapeso a ambas inquietudes. Contiene incentivos que promueven un nuevo modelo de desarrollo urbano con énfasis en el uso compacto del suelo, la combinación de formas de transporte local, materiales de construcción más livianos y fuentes de energía que no emitan carbono.
Una segunda impresión que me dejó este evento es el énfasis del nuevo gobierno en fortalecer la red de seguridad social como pilar de una sociedad de consumo moderna. En particular, debido al hukou (el anticuado sistema chino de registro de propiedades), el acceso a los beneficios y servicios públicos no se puede llevar de un lugar a otro. Como resultado, los trabajadores migrantes (un enorme grupo de marginados que ya casi alcanza los 160 millones de personas) no pueden disfrutar de los servicios de sanidad, educación y seguridad social que ofrece el estado.
Las insuficiencias de la red de seguridad social han llevado a altos y crecientes niveles de ahorro preventivo, lo que actúa como una cuña entre el aumento de los ingresos laborales y las medidas que se puedan aplicar para elevar el poder de compra de productos no básicos. Es significativo que en el Foro haya habido claras señales de las altas autoridades chinas en torno a que se está considerando muy en serio la reforma al hukou.
Si bien sería una iniciativa muy bienvenida, es importante que venga acompañada de una expansión de los beneficios. El sistema chino de jubilaciones gestiona solamente alrededor de $430 mil millones de activos (pensiones del sector privado y seguridad social estatal de niveles nacional y local). Le planteé este punto a Lou Jiwei, el nuevo Ministro de Finanzas, sugiriendo que como financiamiento China utilice parte de su superávit de reservas en moneda extranjera, la misma táctica a la que se recurrió para inyectar $200 mil millones iniciales a la Corporación de Inversiones de China, el fondo soberano que él administrara durante los cinco años y medio previos. Lamentablemente, no estuvo de acuerdo con mi sugerencia.
La impresión final (y posiblemente la más importante) tiene relación con la calidad de las nuevas autoridades de China. Desde el Presidente Xi Jinping y el Primer Ministro Li Keqiang hacia abajo, las nuevas autoridades son un equipo bastante sofisticado en términos de capacidad de análisis, evaluación de riesgos, capacidad de modelar situaciones hipotéticas e ideación de soluciones innovadoras a problemas difíciles. Más aún, bajo la cobertura organizacional de la Comisión Nacional para el Desarrollo y la Reforma (NDRC, por sus siglas en inglés), la última versión del viejo sistema de planificación central, China ha dirigido importantes recursos a la formulación de una estrategia económica amplia y bien concebida.
Sin embargo, a fin de cuentas es necesario contar con más que habilidades sólidas de análisis y formulación de políticas para hacer frente a retos económicos complicados. En los últimos años lo hemos visto una y otra vez en tristes ejemplos en Occidente, y nada garantiza que las nuevas autoridades de China puedan evitar caer en precipicios similares.
Las capacidades de estrategia y visión son vitales para hacer realidad el “Sueño de China”, como lo llaman hoy sus nuevos dirigentes. Pero será necesario tener coraje y mucha determinación para abordar el que es quizás el mayor obstáculo de todos: la resistencia de los bloques de poder locales y provinciales, que están muy arraigados. En este frente de importancia crítica, las palabras fuertes deben ir acompañadas de medidas valientes.
Las opiniones expresadas aquí son las del autor y no necesariamente las del Foro Económico Mundial. Publicado en colaboración con Project Syndicate.
Autor: Stephen S. Roach es académico de la Universidad de Yale, ex Presidente de Morgan Stanley Asia y miembro del Consejo de la agenda global en China
Imagen: Vehículos circulan en el centro de Shangai REUTERS/Aly Song
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