Equity, Diversity and Inclusion

Las mujeres piden tantos aumentos como los hombres, pero les dan menos

Deb Haaland works in her office at the U.S. Capitol before being sworn in as one of the two first Native American women in the U.S. House of Representatives in Washington, U.S., January 3, 2019. REUTERS/Brian Snyder  SEARCH "SNYDER HAALAND" FOR THIS STORY. SEARCH "WIDER IMAGE" FOR ALL STORIES. - RC1FC341DD90

Image: REUTERS/Brian Snyder

Victoria S. Nadal
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Paridad de género

Es un hecho que las mujeres todavía ganan menos que los hombres. La mayoría de las estimaciones de los economistas valoran que ellas cobran entre un 10% y un 20% menos, aunque el tamaño de la brecha salarial que los separa varía entre países y puestos de trabajo. La cuestión sigue siendo por qué. Una explicación comúnmente aceptada es que las mujeres no son tan buenas negociando o que se atreven menos a pedir un aumento. Esta es al menos la teoría que defienden muchas investigaciones hasta la fecha. Pero un estudio más reciente y detallado la rechaza: ha llegado a la conclusión de que ellas piden aumentos tan a menudo como ellos, aunque tienen menos probabilidades de obtenerlos.

Para llegar a esta conclusión, los investigadores pusieron en tela de juicio las afirmaciones de estudios anteriores, que aseguraban que el estilo de negociación de las mujeres era distinto al de los hombres y por eso no conseguían sus objetivos. Más concretamente, aseguraban que ellas actúan de manera menos asertiva, debido a su inseguridad pero también por temor a alterar la relación con su jefe o sus colegas. Esta nueva investigación encuentra que esa motivación es igual de cierta para hombres que para mujeres: la preocupación por sus relaciones laborales es un motivo para no pedir un aumento para ambos géneros por igual.

“Nos quedamos sorprendidos por los resultados, esperábamos encontrar conclusiones similares a los estudios anteriores”, explican Benjamin Artz, Amanda Goodall y Andrew J. Oswald, responsables de la investigación, en HBR. “Sin embargo, descubrimos que las mujeres negocian sus salarios tan a menudo como los hombres, pero es más probable que sean ellos quienes los consigan. También sabemos ahora que los motivos por los que esto sucede no son los que creíamos”.

El último gran estudio que llegó a la conclusión de que las mujeres no eran tan asertivas al pedir una mejora en sus condiciones laborales llevaba como título Women don’t ask [Las mujeres no preguntan] y se llevó a cabo en 2007. Otro, en el que se habla del temor a alterar la relación con sus compañeros, data de 2010. ¿Por qué se han llegado a conclusiones distintas en esta ocasión? Una de las claves es que los investigadores han tenido acceso a un conjunto de datos más reciente y detallado, que les ha permitido investigar esta cuestión con una visión renovada.

La investigación refleja la realidad de 4.600 empleados seleccionados al azar en 800 lugares de trabajo de Australia. Según explican los investigadores, “es el único país con información realmente buena sobre quién y en cuántas ocasiones se pide un aumento de sueldo”. Además, Australia tiene una ventaja interesante para la investigación: “es una nación en la que está representada una gran mezcla de culturas con influencias británicas, sudorientales, estadounidenses y europeas”, explican los investigadores, pertenecientes a distintas universidades de Estados Unidos.

¿El estudio refleja una nueva realidad?

Otra clave que puede explicar los resultados novedosos es que es posible que las cosas realmente estén cambiando. Entre los datos del estudio, se ve que el comportamiento de las mujeres más jóvenes es indistinguible del de los hombres más jóvenes. “Por lo tanto, podría ser que el estilo de negociación tradicional haya comenzado a cambiar”, aventuran los investigadores. “Esta es una explicación esperanzadora de por qué nuestros hallazgos difieren de los demás. Otra es que nuestro conjunto de datos se basa en el comportamiento real de los empleados, no en experimentos de laboratorio o encuestas”.

Image: TICs y Formación

Aunque las conclusiones son novedosas, no son únicas en el mundo. Ha habido algunos indicios previos de que el comportamiento de las mujeres respecto a la forma de negociar no es tan diferente del de los hombres. En el experimento de campo ¿Las mujeres evitan las negociaciones salariales? de 2012, los investigadores Andreas Leibbrandt y John List no encuentran ninguna disparidad entre hombres y mujeres cuando a los trabajadores se les dice explícitamente que el salario es negociable. Sin embargo, cuando ese aspecto no se menciona y las reglas de negociación son ambiguas, los hombres tienden a negociar salarios más altos.

Tampoco hay diferencias entre su comportamiento en la oficina

Teniendo en cuenta los patrones detectados, parece que el problema no está en que las mujeres no se atrevan a pedir, sino en que sus solicitudes se tratan de manera diferente a las de los hombres. Es una conclusión parecida a la que llegaron Stephen Turban, Laura Freeman y Ben Waber durante una investigación similar respaldada por la Universidad de Harvard. Según sus conclusiones, hombres y mujeres se comportan igual en el lugar del trabajo, las diferencias de salario y de acceso a puestos altos no residen en cómo actúan las mujeres, sino en cómo los demás perciben sus acciones.

A lo largo de cuatro meses, los investigadores recopilaron datos de cientos de empleados y repartieron 100 sensores que medían el comportamiento de la persona: registran los patrones de comunicación usando sensores que miden el movimiento, la proximidad a otros sensores y el habla (volumen y tono de voz, pero no contenido). Así pudieron saber quién hablaba con quién, dónde se comunicaban esas personas y quién dominaba las conversaciones. Trabajaron con los datos anónimos, sin saber la identidad de las personas pero controlando el sexo y la posición de cada participante.

"Nuestro análisis sugiere que la diferencia en las tasas de promoción entre hombres y mujeres en esta empresa se debió, no a su comportamiento, sino a la forma en que fueron tratados", explican los investigadores. Esto indica que la desigualdad de género se debe a prejuicios, no a diferencias de comportamiento. En este caso, dos grupos de personas están actuando de forma idéntica, pero se les trata de manera diferente. "Nuestros datos implican que las diferencias de género pueden residir no en cómo actúan las mujeres, sino en cómo las personas perciben sus acciones", explican. "Si las mujeres hablan con los altos mandos en tasas similares a las de los hombres, entonces el problema no es la falta de acceso, sino la forma en que se ven esas conversaciones". Queda claro que no es cierto que ellas pidan menos aumentos y que no es excusa para explicar por qué los reciben menos a menudo.

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