Civil Society

Cómo la diáspora está ayudando a la crisis migratoria de Venezuela

Opposition supporters take part in a rally against Venezuelan President Nicolas Maduro's government and to commemorate the 61st anniversary of the end of the dictatorship of Marcos Perez Jimenez in Caracas, Venezuela January 23, 2019. REUTERS/Carlos Garcia Rawlins - RC1354EFC890

Image: REUTERS/Carlos Garcia Rawlins

Alexandra Winkler Osorio
Deputy mayor, El Hatillo Municipality
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Las enormes crisis migratorias suelen estar motivadas por guerras o desastres naturales, como hemos tenido la desgracia de contemplar en Siria, Afganistán, Myanmar y Sudán del Sur.

Sin embargo, la mayor crisis migratoria en la historia de América Latina ha sido generada por un estado fallido que niega a sus habitantes el acceso básico a alimentos, agua y asistencia médica, como parte de una estrategia política e ideológica de control social para mantenerse en el poder. Esta combinación ha provocado una catástrofe humanitaria, con los siguientes resultados.

- Venezuela sufre una escasez del 80 % en suministros de medicamentos, la mitad de los hospitales de la nación no funcionan y ha habido una caída del 50 % en la cantidad de personal médico en los centros públicos que brindan el 90 % de los servicios de salud.

- Desde junio de 2017, se han informado más de 7300 casos de sarampión en Venezuela, incluidos 5500 casos confirmados y 64 muertes a septiembre de 2018.

- Entre julio de 2016 y septiembre de 2018, se informaron más de 2000 presuntos casos de difteria, incluidos 1200 casos confirmados y 200 muertes.

- Más de 100 000 venezolanos tienen VIH y no cuentan con el medicamento antirretroviral para el tratamiento.

- Según el Ministerio de Salud del Gobierno venezolano, en 2016 la mortalidad infantil aumentó en un 30 % y la mortalidad materna en un 65 %.

- Durante 2017, el 67 % de los venezolanos perdió un promedio de 11 kg de peso. La desnutrición aguda moderada y grave entre los niños menores de cinco años aumentó del 10 % en febrero de 2017 al 17 % en marzo de 2018, un nivel indicativo de crisis según los estándares de la Organización Mundial de la Salud

¿Cuántos venezolanos han dejado su país para sobrevivir?

Imagine ser una persona mayor y tener que migrar porque no puede encontrar el medicamento adecuado para tratar su diabetes. Imagine ser padre y decidir que su familia tiene que dejar su hogar porque no puede ofrecerle tres comidas al día. Imagine tener que huir de su país precipitadamente porque quedó embarazada y no puede recibir cuidados prenatales en los hospitales locales.

La realidad es que los 3,3 millones de venezolanos que han abandonado su país desde 2015 han tomado estas decisiones. El número sigue creciendo: 5000 venezolanos huyen cada día. Según ACNUR, hay 68,5 millones de personas desplazadas en todo el mundo, el 5 % son venezolanas. Y si tiene en cuenta los datos que el Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard calcula a través de las redes sociales, la cantidad de venezolanos desplazados aumenta a 5,5 millones. Esto significa que el 10 % de la población de Venezuela ha abandonado el país.

Pero detrás de los números, hay personas. Personas que están cruzando a países vecinos como Colombia, Panamá, Perú, Ecuador, Brasil, Argentina y Chile en condiciones humanas terribles.

¿Es Venezuela una amenaza pandémica para la región?

Como se preveía, la crisis de Venezuela no se ha contenido dentro de sus fronteras. No es solo que 208 venezolanos por hora abandonan el país, sino también que llegan a los países hambrientos y enfermos. Por lo general, sufren de desnutrición grave, diarrea, falta de vacunas y falta de cuidados prenatales, y su llegada está propagando enfermedades ya erradicadas a los países vecinos.

Colombia ha recibido una parte importante del éxodo. Según el Ministerio de Salud, en 2017 se registraron 620 casos de malaria, 38 de desnutrición, 49 muertes por VIH y 26 muertes maternas. En 2018, esas cifras aumentaron a 1191 casos de malaria, 256 de desnutrición, 253 muertes por VIH y 150 muertes maternas.

En 2017 en el estado de Roraima, Brasil, hubo 2576 casos de malaria importados de Venezuela, lo que representa el 55 % de todos los casos importados, según la Organización Panamericana de la Salud. Entre enero y abril de 2018, la cantidad de casos ya había aumentado a 7043.

Entre el 29 de marzo y el 12 de junio de 2018 en Ecuador, se confirmaron 14 casos de sarampión, de los cuales el 75 % correspondió a ciudadanos venezolanos. El Ministerio de Salud de Trinidad y Tobago también confirmó 12 casos de malaria importados en 2018, nueve de ellos de Venezuela.

Las mujeres que huyen de la desesperada situación de mortalidad infantil en Venezuela cruzan las fronteras para dar a luz. En el estado de Roraima, Brasil, cuatro de cada diez embarazos corresponden a madres venezolanas, lo que hizo que la tasa de natalidad aumentara del promedio anual de 8000 nacimientos antes de la crisis a 12 000 en 2017.

La situación de Colombia es aún más dramática. Durante el año pasado, registró más de 4000 nacimientos de madres venezolanas. La mayoría de estos bebés carecen de nacionalidad, ya que la legislación colombiana solo ofrece la ciudadanía a los niños que tienen al menos un progenitor colombiano. Está naciendo una “generación invisible” de venezolanos, que no existen legalmente en ninguno de los dos países.

Venezuela ha hecho que la región sufra un retroceso en el área de la salud. Los hospitales y las clínicas de los países receptores ya han colapsado, lo cual genera una gran presión en los sistemas de salud estatales y locales. El principal obstáculo es no tener suficiente capital humano, suministros o recursos financieros para llevar a cabo las operaciones.

La verdad es que ningún país estaba preparado para este holocausto sanitario. La pregunta es: ¿puede ayudar la diáspora venezolana?

¿Cuál es el papel de las diásporas para los países en crisis?

Para abordar la magnitud de este desafío, se necesitan esfuerzos conjuntos de empresas, gobiernos y la sociedad civil. La experiencia ha demostrado que la inclusión de las diásporas es fundamental, en especial cuando la cuarta revolución industrial cambia la manera en que las personas se relacionan con las organizaciones y crea nuevas fases de cooperación mundial.

Al igual que las comunidades sirias, judías, cubanas, africanas e irlandesas, con este éxodo masivo, los venezolanos han estado aprendiendo lo que significa ser diáspora. Es un término cultural, posmoderno y orgánico, del cual los venezolanos tratan de adueñarse para alcanzar su máximo potencial y establecer redes para enviar ayuda a sus hogares o a la frontera.

Si bien la adversidad ha fortalecido la identidad de los venezolanos en el extranjero, la solidaridad los ha mantenido activos y vivos. Ayudar a las personas se ha convertido en una forma habitual y motivadora de mantenerse en contacto con su país de origen, ya sea al hospedar a un amigo o un familiar durante algunas semanas o revisar el currículum de alguien para una posible oferta de trabajo. La diáspora venezolana es un excelente ejemplo de la filosofía de la “cadena de favores”, al ayudar a aquellos que han emigrado y pedirles solo que ayuden a alguien más cuando llegue el momento.

Un caso interesante es la diáspora venezolana en los Estados Unidos, que ya ha alcanzado más de 600 000 personas, concentradas sobre todo en Florida, Texas, Nueva York y Massachusetts. De acuerdo con la Fundación Visión Democrática (una organización de coalición de la diáspora venezolana), la coordinación ha llegado hasta tal punto que hay más de cien ONG dentro de los Estados Unidos que envían ayuda humanitaria a Venezuela, así como a los países receptores de la migración y la crisis de refugiados. Existen muchos casos positivos de cooperación.

Por ejemplo, el buque hospital USNS Comfort se unió con la Asociación Médica Venezolana Americana, que cuenta con más de 400 médicos, para enviar personal en una misión de asistencia médica de once semanas a Ecuador, Perú y Colombia, durante el último trimestre de 2018. El personal proporcionó asistencia a bordo y en instituciones médicas en tierra, y contribuyó a aliviar la presión sobre los sistemas médicos nacionales.

Más recientemente, la organización internacional de respuesta a emergencias MedGlobal se asoció con la Escuela de Medicina de la Universidad de Miami para enviar misiones de asistencia médica a Colombia con médicos y enfermeras venezolanas durante el 2019. Como el 27 % de los migrantes venezolanos son niños, y muchos más son mujeres en edad fértil, existe una necesidad urgente de asistencia primaria, asistencia pediátrica y obstétrica en Colombia. Los venezolanos con autorización para el ejercicio de la medicina en cualquier parte del mundo pueden ofrecerse como voluntarios para participar en estas misiones, a fin de contribuir a atenuar los efectos de la crisis sanitaria en ciudades como Cúcuta, Valledupar y Cartagena.

Incluso los Global Shapers que han emigrado de Venezuela se han conectado con las sedes locales en sus nuevas ciudades, y las han invitado a participar en el desarrollo de iniciativas para apoyar a los refugiados venezolanos, ya sea a través de asistencia médica o alimentaria, asistencia jurídica, capacitación o educación.

Por ejemplo, en septiembre de 2018 Global Shapers de Medellín, Colombia se unió a una ONG local llamada “Fundación Solidaridad Sin Límites”. Organizaron un “Día de la salud”, en el que recolectaron kits de higiene personal, vitaminas, analgésicos para niños y adultos, medicamentos antiparasitarios y otros suministros médicos para ayudar a cientos de refugiados venezolanos en su área. Los incesantes esfuerzos de colaboración entre Global Shapers y la diáspora venezolana ayudarán a reunir, canalizar e intensificar la solidaridad hacia esta población vulnerable, en cualquier lugar donde se encuentre.

Aprovechar el poder de convocatoria de las diásporas es un elemento clave del éxito. Son las personas más indicadas para comprometerse con sus propias comunidades y compartir información valiosa acerca de cómo priorizar la ayuda cuando sus países están en conflicto.

La diáspora venezolana no ha tardado en involucrarse. Los miembros se han convertido en voceros de iniciativas humanitarias, han sensibilizado comunidades, han practicado la defensa de intereses, han influido en los responsables políticos, han desarrollado infraestructura y han encontrado los medios necesarios para garantizar que los proyectos sean inclusivos y sostenibles.

Por ahora, participar y difundir información sobre los esfuerzos de las ONG es una manera importante en la que algunas diásporas pueden ayudar a aquellos que quedaron en la patria. Otros prefieren apoyar a las personas cuando llegan a nuevas ciudades, ofrecer refugio, comida, ropa y conocimientos técnicos, “pagar el favor a otro” al ayudar a los migrantes más recientes a instalarse.

Al final, todos los venezolanos invierten en estos esfuerzos por el mismo motivo. Esperan que las cosas cambien y que puedan ser los primeros en regresar a casa.

Alexandra Winkler Osorio, alcalde adjunto, Municipio El Hatillo

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