Los motivos que (no) se saben de los sueños
Image: REUTERS/Arnd Wiegmann
No se sabe muy bien por qué dormimos, cuál es completa y exactamente la función del sueño. Sabemos que dormir sirve para consolidar los recuerdos. Sirve para realizar procesos de mantenimiento del cerebro y sus funciones que serían más difíciles o peligrosos de hacer durante la vigilia. Se sabe que hay genes que actúan de día y genes que actúan de noche.
Que estos últimos tienen sobre todo una función restauradora, o sea, que aquello del sueñecito reparador es rigurosamente literal, incluso a nivel genético y celular. Los ritmos circadianos juegan un papel fundamental en nuestro funcionamiento y en nuestra salud y cada vez se entienden mejor, aunque todavía no comprendemos del todo por qué y para qué dormimos como lo hacemos.
Mucho menos sabemos por qué y para qué soñamos. Hay quien dice que nuestro cerebro lanza en los sueños estímulos aleatorios, mezcla de nuestras percepciones y recuerdos.
Otra teoría afirma que los sueños están relacionados con ese proceso de actualización nocturna de la memoria. Otros ven en nuestras ensoñaciones nocturnas reflejos de nuestras emociones, de nuestros sentimientos, de nuestras inquietudes. Seguramente estas teorías y otras son partes complementarias de una pintura compleja y variada.
Lo que está claro es que hay quien aprovecha sus sueños de una forma extraordinaria. El sueño más famoso de la historia de la ciencia es el del químico alemán August Kekulé, uno de los padres de la química orgánica moderna, que logró descubrir la estructura circular del benceno tras soñar con un ouroboros, una serpiente que se muerde la cola.
Dioses y demonios se aparecen en sueños y a veces otorgan sus regalos –y sus pagos– en forma de descubrimientos o creaciones. El músico veneciano Tartini soñó que había hecho un pacto con el diablo y que Satanás tocaba para él una pieza maravillosa. Al despertar anotó lo que recordaba de la obra, que se convirtió en su composición más celebrada, la sonata en sol menor para violín El trino del Diablo.
En el otro extremo del espectro está el caso de Srinivasa Ramanujan. Este muchacho indio recibía por las noches la visita de Narashima, consorte de su diosa familiar Namakkal, que le dictaba complejos resultados matemáticos.
Ramanujan anotaba esos resultados y los mostraba a sus profesores, que reconociéndose incapaces de evaluarlos, los enviaron a Cambridge, donde Hardy y Littlewood reinaban en la Teoría de Números.
Cuando estos vieron los resultados de aquel muchacho, no podían creerlo. Estaban en presencia de la obra de un genio. Hardy invitó a Ramanujan a Cambridge y juntos comenzaron una de las más fascinantes y fructíferas colaboraciones de la historia de las matemáticas.
Paul McCartney recibió en sueños Yesterday, votada como la mejor canción pop de la historia, y no es el único hit surgido de la imaginación de genios durmientes: Purple Haze de Hendrix, Every breath you take de Police o Let it be, también del soñador McCartney, son algunos ejemplos famosos.
Los sueños han sido motivo de cuentos y novelas desde antes del principio de la historia; están en las Mil y Una Noches, en Calderón, en Lewis Carroll, en Borges, en García Márquez y en Harry Potter.
Y quizá no es más que una versión de ese temor a no saber si nuestra vida es sueño o realidad la historia de Matrix y esa teoría cada vez más extendida de que vivimos en una simulación hecha por ordenador.
Tal vez en los sueños está el secreto de quiénes somos y un día al despertar encontraremos a nuestros pies un unicornio de origami que nos haga descubrir que no somos más que…
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