7 retos de las criptomonedas en 2018
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A pesar de dificultades, exageraciones publicitarias y escépticos, el interés sobre las criptomonedas sigue aumentando —más personas están entendiendo cómo funcionan y cómo pueden participar en este proceso tecnológico, reconociendo el valor que tienen. Ante ello vale la pena reflexionar sobre los principales retos que tendrán que sortear estos registros digitales de valor para aumentar su extensión de uso.
Desde la aparición del bitcoin como la primera criptomoneda, el sector ha gozado de fanáticos —con la idea de fundar un nuevo sistema financiero— y detractores —que han descalificado cualquier noción ajena al sistema financiero construido en las últimas décadas. Sin embargo, la conjunción de la velocidad del desarrollo de esta tecnología y la falta de información fidedigna al alcance del gran público han confundido a las personas y distorsionado los hitos de las criptomonedas.
Por ejemplo, son conocidas las historias de personas que perdieron tokens al intentar realizar una transacción y que introdujeron sus datos en programas basados en malware o phising que reemplazaron la dirección de un sitio de intercambio con uno fraudulento.
Por otro lado, en los últimos tiempos ha aparecido publicidad engañosa que atrae a inversionistas especuladores, aquellos que quieren invertir unos cientos de dólares y esperan hacerse multimillonarios en unos meses. Estos perfiles de inversionistas —caracterizados por la falta de planeación y la búsqueda de la gratificación en el corto plazo— tienden a reportar importantes pérdidas, por lo que les es difícil recuperarse de los efectos de la especulación.
Es preocupante leer “opiniones expertas” que consideran a las más de 1,400 criptomonedas como un grupo homogéneo. La diferencia entre un securitized token, utility token, o un currency token les pasa inadvertida en muchas ocasiones. También les falla distinguir que algunas criptomonedas no son aplicaciones (application layer, por su terminología en inglés), sino middleware o software que asiste a una aplicación para interactuar o comunicarse con otras aplicaciones o sistemas operativos —cambiando no solo la funcionalidad y valor de la criptomoneda, sino también su naturaleza jurídica. Estas diferencias serán importantes para el consumidor y los participantes del mercado, y principalmente, para los reguladores.
Finalmente, la referida falta de información, combinada con el miedo a quedarse fuera (FOMO, por sus siglas en inglés), crea tensión en las discusiones alrededor de las criptomonedas, dificultad para saber qué es verdad y qué no, ventas de pánico, confusión para nuevos usuarios y peleas intestinas para que un protocolo se vuelva un nuevo estándar.
Las criptomonedas han aumentado su tracción —especialmente en los últimos meses— al grado de que hay jornadas en las que se añaden más de cien mil usuarios por día en sitios de intercambio como Coinbase, Binance, Bittrex, Bitstamp y Kraken. Los sitios han respondido mejorando sus sistemas o cerrando temporalmente la posibilidad de abrir cuentas nuevas.
Interesantemente, un reporte estimó que en octubre pasado el sitio Coinbase llegó a los 13.3 millones de usuarios, mayor que los 10.6 millones de clientes de la firma de corretaje Charles Schwab. Este hito no solo refuta la idea de que hay pocos usuarios de criptomonedas, sino que permite reconocer que se ha incrementado el riesgo sistémico del colapso de un sitio o sistema dados los problemas de conexión de banda ancha, ataques de denegación de servicio distribuido (DDoS, por sus siglas en inglés) o el tamaño de la Blockchain.
El último riesgo ha tenido una importante presencia en los medios, dado el controvertido consumo eléctrico del universo del Bitcoin. De acuerdo con Digiconomist, el requerimiento eléctrico de la criptomoneda a febrero de 2018 sobrepasaba los 47 TWh por año, casi el doble del consumo eléctrico de Irlanda.
Además, su naturaleza descentralizada impide que una entidad pueda estabilizar su valor en un escenario de híper-explosión de demanda, por lo que las autoridades quisieran ver una especie de banco central que velara por la moneda.
Por otro lado, se requiere una mejor forma de garantizar su gobernanza, dado que la existencia de un nuevo protocolo puede derivar en la aparición de diversas criptomonedas con el mismo antecedente, o la escisión del activo digital con las respectivas afectaciones a sus usuarios.
Tan solo en los últimos tiempos aparecieron las versiones Classic, Unlimited, Gold y Cash para el Bitcoin, así como las versiones Ethereum Classic y Ethereum para la criptomoneda homónima. Por ahora, la única solución ha estado basada en la confianza de una comunidad de usuarios cripto en otra comunidad, a efecto de tomar decisiones y gestionar la moneda.
Las caídas en las cotizaciones de las criptomonedas entre diciembre de 2017 y febrero de 2018 han sido recibidas con molestia por parte de los inversionistas de reciente ingreso, otrora motivados por el FOMO. Con esta bajada, comprobaron que efectivamente las criptomonedas se mueven por oferta y demanda y que la mayoría de ellas tienen una oferta fija, por lo que es la demanda la que es agente de fluctuación y volatilidad por especulación.
Existen iniciativas para tratar de analizar las criptomonedas con un enfoque financiero un poco más tradicional. Por ejemplo, la agencia Weiss Cryptocurrency Ratings calificó los riesgos y potenciales recompensas de 74 criptomonedas. Como era de esperarse, la metodología y medianas calificaciones de los bienes digitales evaluados desataron la ira de los inversionistas en las criptomonedas, quienes subjetivamente las tienen en mejor concepto.
Si se aspira a que un día las criptomonedas sean tan utilizadas como el efectivo, éstas tendrán que gozar de estabilidad para ser un medio de intercambio de confianza. Mientras haya más volatilidad en las monedas, más personas ordinarias se alejarán de ellas como un medio de pago. Afortunadamente, las criptomonedas están presionando a los bancos centrales a tener más apertura, ser más innovadores y repensar la forma en que entienden y maneja el dinero.
Un reto mayúsculo es el de ampliar la capacidad de volumen transaccional en los exchanges (o sitios de intercambio) y los mismos protocolos. Los exchanges han visto subidas en volúmenes de 10 y hasta 20 veces en los últimos 3 meses, ocasionando la constante caída de los sistemas por saturación. Kraken, Coinbase, y GDAX han tenido caídas de sus sistemas. Inclusive Kraken anunció a finales del 2017 que no aceptaría más clientes por falta de capacidad para procesar verificaciones.
La saturación de los protocolos es también un grave problema para la industria. Bitcoin registró fees de hasta $28 dólares por transacción el 19 de diciembre, aniquilando temporalmente el caso de uso para micropagos en su red. Como en las etapas tempranas del internet, los arquitectos de los sistemas e infraestructura de esta industria trabajan día y noche para solucionar estas ineficiencias.
Así, mientras las criptomonedas tienen el reto de escalar establemente a través de una gobernanza estructurada, los bancos centrales tienen el reto de responder a las expectativas de los usuarios de las monedas que emiten, haciendo investigación y desarrollo que les permita incorporar características de las criptomonedas en sus sistemas monetarios. No podemos obviar la diferencia de magnitudes del reto: al corte de octubre de 2017, los activos mundiales de criptomonedas tenían un valor de USD$173 mil millones, mientras que la Reserva Federal estadounidense manejaba USD$4.5 billones, unas 26 veces más.
Los delincuentes han acechado las criptomonedas adaptado su modus operandi para tomar ventaja de estas tecnologías. Éste se disparó desde 2013, a medida que los bitcoins aumentaron rápidamente de valor y popularidad. En un inicio, el objetivo fue robar las contraseñas de los usuarios de bitcoin, a lo que siguió el ataque a billeteras de criptomonedas. Posteriormente, se sofisticaron los malwares con el fin de robar criptomonedas, atacar páginas de intercambio.
Últimamente, los cibercriminales secuestran recursos informáticos para minar criptomonedas y utilizan métodos de ingeniería social para convencer a los proveedores del hosting de sitios web de que son los verdaderos dueños de dominios clave, tales como “classicetherwallet.com”.
Aún resuenan en la memoria de los primeros usuarios las fallas de monedas como E-Gold, los sitios Sheep Marketplace y Silk Road, y el colapso de páginas de intercambio como Mt Gox —que se desvaneció luego de reconocer que habían perdido cientos de millones de dólares por razones no clarificadas. Recientemente, Bitfinex y Coincheck fueron vulneradas, ocasionando la pérdida de cientos de millones de dólares a sus clientes.
Si bien la comunidad entusiasta de la blockchain está orgullosa de la red descentralizada y exponencialmente segura, los riesgos adyacentes a estas tecnologías son cada día mayores y seguirán incrementándose, ya que cada día tendrán más nodos y actores por la hiperconexión.
Diferentes participantes, incluyendo bancos centrales y comerciales, así como gurús inversionistas, han desestimado e incluso prohibido las transacciones de criptomonedas, citando su naturaleza imposible de rastrear y su reputación de medios para actividades delictivas. En el caso de los bancos, es oportuno resaltar las complejas leyes y regulaciones a las que son sometidos —lavado de dinero, financiamiento al terrorismo— así como los graves delitos que les son imputables —incluyendo fraude de valores y manipulación de mercado.
Por ahora, existe una dura batalla entre las percepciones y realidades de las criptomonedas para diagnosticar las proporciones de sus fines. Por un lado, son sonados los casos de sitios como Sheep Marketplace y Silk Road como portales donde se cometían transacciones ilegales —personas conectadas con ellos han sido acusadas de lavado de dinero, entre otros cargos.
Por el otro, se encuentra la proporción de actos ilegales de personas que tienen criptomonedas: de acuerdo con un estudio publicado recientemente, solo el 1% de las actividades del Bitcoin tuvieron fines ilícitos. Es cierto que las transacciones públicas son anónimas; sin embargo, cada usuario (o wallet) tiene una llave pública con la cual se puede seguir las transacciones que se hacen. Si la compra se hace a través de un exchange maduro, la llave pública queda registrada a nombre de una persona de la cual se tienen sus datos.
Además, los casos de estudio de las criptomonedas han aumentado la acumulación de experiencias alrededor de los registros digitales de valor, ya sea por los experimentos de los bancos centrales, las primeras regulaciones en países como Japón, Estonia y EE.UU., por el compromiso de comunicación abierta de los mineros, y por el desarrollo e implementación de mejores prácticas a través de lineamientos, algoritmos y manuales de prevención para el lavado de dinero.
A nivel internacional, los reguladores financieros pusieron la mira en las criptomonedas en 2017, y parece que 2018 será el año en el que varios países emitirán regulaciones al respecto. Mientras que en países como Estados Unidos las autoridades federales han elegido emitir comunicados, pero sin crear marcos regulatorios integrales, en México se espera que pronto se apruebe la Ley FinTech —la primera regulación sui géneris del sector, por lo menos en Latinoamérica.
Siguen existiendo posturas encontradas entre los reguladores y expertos en criptomonedas. En primer lugar, el pasado 5 de febrero, en una conferencia en Fráncfort, Agustín Carstens, Gerente General del Banco Internacional de Pagos, declaró en su primer discurso al frente del organismo que las criptomonedas se han convertido “en una mezcla de burbuja, un esquema piramidal, y desastre ambiental”.
En segundo lugar, otros economistas influyentes como Kenneth Rogoff y Lawrence Summers han dicho que se mantienen escépticos sobre el bitcoin, pero que la tecnología blockchain tiene un valor relevante. Rogoff argumenta que el valor de bitcoin colapsará y que la tecnología prevalecerá. Summers, ex Tesorero de EE.UU. y ex Presidente de la Universidad de Harvard, es parte del Consejo de Digital Currency Group (DCG), el fondo de capital de riesgo más importante en el sector de criptomonedas. Summers ha declarado que “muy probablemente esto (blockchain) cambiará las finanzas para siempre”.
Como tercer punto, la más reciente audiencia del Comité de Banca y Finanzas del Congreso de los Estados Unidos, convocó a las cabezas de la Comisión de Bolsa y Valores (SEC, por sus siglas en inglés) y de la Comisión del Comercio de Futuros sobre Materias Primas (CFTC, por sus siglas en inglés), así como participantes del sector de criptomonedas en Estados Unidos. La sesión mostró lo que parecería un consenso entre la industria y los reguladores de cara a una regulación inteligente, alejando en el corto plazo los fantasmas de la prohibición visceral.
Lo reguladores tienen frente a ellos una industria que rompe con paradigmas económicos, legales y sociales tradicionales. Una reacción natural y fundada en el temor al cambio podría ser una política prohibitiva, pero, ¿cómo prohibir una red descentralizada? Se podrían cerrar los mercados legítimos como aquellos exchanges que cumplen con buenos estándares de calidad y en los cuales hoy en día se mueve el 99% del volumen transaccional.
En cuarto lugar, el cierre descrito anteriormente no pararía este fenómeno de las criptomonedas. Por ejemplo, China anunció medidas prohibitivas en mayo, octubre, y diciembre de 2017 y en los tres casos, el volumen de transacciones fuera de los exchanges aumentó entre 200% y 300% contra una semana previa. El resultado es que el consumidor se mueve a plataformas P2P como “Local Bitcoins”, lo cual dejaría a los reguladores limitados y a los consumidores asumiendo mayores riesgos.
En síntesis, prohibir las criptomonedas implica prohibir el internet y las matemáticas, tarea que no solo parece imposible, sino que también es ilógica al entender los amplios beneficios de esta tecnología.
Finalmente, llegamos al debate que vincula los tokens con las funciones del dinero. Los reguladores deben entender que el Bitcoin es solo un tipo de token de entre varios otros. De acuerdo con CoinmarketCap, existen más de 1,400 tokens, de los cuales muchos no tienen como finalidad cumplir con las funciones básicas del dinero. Los utility tokens, por ejemplo, simplemente dan acceso a un servicio y tienen la función básica de monetizar una red (Filecoin, por ejemplo). Por tanto, no son activos, moneda, tampoco deuda. Es importante que los reguladores entiendan esta diferencia para establecer reglas del juego que protejan al consumidor sin dañar la innovación.
Muchos expertos han criticado al bitcoin, algunos otros a las criptomonedas en general, pero pocos han dudado de la utilidad del blockchain. En el tenor del primer grupo, Nouriel Roubini un prestigiado economista, criticó en no solo la función de las criptomonedas como dinero, sino el blockchain, al calificarla como una tecnología que no ha producido ningún caso de uso más allá de las criptomonedas.
Diferentes comentaristas que reaccionaron a la crítica de Roubini clarificaron que realmente al Internet le tomó más de 35 años desarrollar su primer caso de uso comercial desde la creación del Arpanet hasta el desarrollo del World Wide Web. Estamos en una etapa naciente en el sector, los casos de uso financieros y no financieros se desarrollarán en los próximos años en la medida que se superen retos como la complejidad operativa, la ciberseguridad, capacidad de transacción de las redes, entre otros.
Vitalik Buterin, creador de Ethereum, la segunda criptomoneda con mayor capitalización de mercado, lanzó una autocrítica del sector en una serie de tuits que decían “¿Cuánta gente hemos bancarizado?” “¿A cuantos venezolanos hemos protegido de la hiperinflación?” “¿Cuánto valor está almacenado en contratos inteligentes?” Un mea culpa que provoca que muchos entusiastas y desarrolladores del sector apuren el paso.
En 2018, el sector de las criptomonedas tendrá que apurar el paso y justificar los más de 400 mil millones de dólares en capitalización de mercado. Productos que se ven cercanos como lo son pagos internacionales, remesas, contratos inteligentes, registros inmutables de datos, combate a la corrupción, entre otros, tendrán que demostrar su utilidad.
Es también importante poner en contexto la capitalización de mercado actual cuando se compara con la burbuja “DotCom”. En su punto máximo la burbuja “DotCom” tuvo una capitalización de mercado de USD$3.5 billones, o casi 9 veces más que la capitalización actual de las cripto.
Los retos aquí descritos se pueden sintetizar en dos partes cruciales. Por un lado, es imperioso desvincular la tecnología y su utilidad de los precios. Innovaciones como las que trajo la Revolución Industrial, así como el ferrocarril, la electricidad, los automóviles, y el internet, provocaron reajustes financieros, pero finalmente prevalecieron para convertirse en tecnologías fundamentales para el funcionamiento y el desarrollo de la sociedad moderna.
En este tenor, la liquidez es un voto de confianza de la sociedad, que por primera vez tiene acceso amplio y sin barreras para invertir en una tecnología naciente. Para invertir en el automóvil, el internet, o las computadores había que conocer a los emprendedores o ser un inversionista reconocido.
En segundo lugar, tanto los emprendedores de blockchain como sus inversionistas —grandes y pequeños— tienen una responsabilidad más grande de la que piensan, e inclusive, de la que quisieran cargar. Es por ello que se requiere que asuman ese deber a través del estudio y comprensión de la tecnología, el compromiso con la innovación y la aplicación de la ética en la toma de decisiones.
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