7 actitudes que no soporta de su hijo adolescente y tienen una explicación (y una solución) científica

Teenagers play on a climbing frame on the Old Muscle Beach in Santa Monica, California, September 9, 2016. Picture taken September 9, 2016. REUTERS/Lucy Nicholson - RTSO2XW

Image: REUTERS/Lucy Nicholson - RTSO2XW

Cristina Bisbal Delgado
"¡Recoge tu cuarto!"

. "¡Esto no es un hotel al que venir solo a comer y dormir!". "Pero, ¿por qué te acuestas tan tarde si mañana madrugas?". "¡Pero, hijo/a, levántate ya que llegas tarde a clase!". Si usted tiene un hijo adolescente, seguro que se ha sorprendido más de una vez diciendo estas frases, y otras más o menos similares. Algunas de ellas, incluso, se las oyó a sus padres cuando usted pasaba por esa tormentosa etapa de la vida. El tono depende de la cantidad de veces que las haya tenido que pronunciar inmediatamente antes.

Sí, la adolescencia —definida por la OMS como el periodo de crecimiento y desarrollo humano que se produce después de la niñez y antes de la edad adulta, entre los 10 y los 19 años— es una época dura para los que la pasan, pero también para los padres, que a menudo sienten cómo la paciencia se escapa entre los dedos, dando paso a la desesperación… Pues bien, ha de saber que muchos de esos comportamientos que tanto le cuesta soportar de su hijo, tienen una explicación neurológica, psicológica o fisiológica. Quizá la ciencia le ayude a llevarlo mejor.

El desorden (imposible) de la habitación

El chiste lo dice todo: "Entrar en la habitación de mi hijo es como ir a Ikea. Voy a echar un vistazo y salgo con seis vasos, dos platos y cuatro toallas". Vamos, que el caso de su hijo no es único. Ni especialmente grave. Mercedes Bermejo, especializada en psicodiagnóstico y psicóloga Infanto- Juvenil y de Familia en Psicólogos Pozuelo, lo explica así: "La adolescencia es una etapa evolutiva en muchos casos de sensación de caos. Por lo que el umbral de tolerancia del desorden o suciedad es más alto que en etapas de vida más avanzadas".

No se preocupe, es muy posible que se pase con la edad. Aunque José Antonio Marina, filósofo, escritor, pedagogo y presidente de la Fundación Educativa Universidad de Padres aclara: "En los programas de la Universidad de Padres nos interesamos mucho por los niños desorganizados, que muchas veces tienen problemas espaciales o temporales. Durante la adolescencia, el problema del desorden aumenta, pero no surge de nuevo. Se hace más patente porque los adolescentes obedecen menos, se mueven más, tienen más cosas a su disposición, y tienen muchos intereses 'urgentes'. Hay que recordar que lo que hace difícil ordenar es que, para hacerlo, hay que cesar en una actividad más entretenida".

Consejo: "El orden es un hábito", recuerda Marina, "y por eso debe fomentarse desde la infancia, como el lavarse los dientes o lavarse las manos antes de comer. Los comportamientos automáticos resultan fáciles, porque no hay que estar tomando decisiones continuamente"

Que retrasen la hora de acostarse... y la de levantarse

En efecto, al empezar la ESO o poco antes, por arte de magia, empiezan a retrasar la hora de meterse en la cama. Y por las mañanas, no hay quien les levante… Un estudio de 2013 cuenta la razón: "Los ciclos de sueño-vigilia de la infancia cambian debido a los estímulos fisiológicos de la pubertad. En los adolescentes se produce un retraso de aproximadamente dos horas en el inicio del sueño nocturno y la hora del despertar".

Además, lo explica Juan Carlos Portilla, vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN): "Se debe a que la fabricación de melatonina (hormona relacionada con el ritmo del sueño) se produce más tarde por la noche que en niños y adultos, por lo que resulta más difícil conciliar el sueño. Esta condición neurobiológica asociada a otros factores culturales y ambientales ayudan a entender estas características conductuales con respecto al sueño en esta etapa de la vida".

Consejo: Así que asegúrese de haberle inculcado hábitos saludables como la lectura, le vendrán bien para esas horas de vigilia. Pero antes, Bermejo aconseja fomentar desde la infancia la adquisición de una higiene del sueño adecuada. Pueden ayudarle: poner un temporizador en la televisión para que se apague a la hora de ir a la cama, establecer un horario a partir del cual se apague el móvil y dejar un tiempo de descanso sin deberes antes de ir a la cama.

Los cambios de humor

"Los adolescentes experimentan muchos cambios fisiológicos, psicológicos y sociales", comenta Marina. "Se les amontonan sus tareas evolutivas. No solo tienen alteraciones de humor endógenas, sino también las producidas por sus relaciones sociales. Son muy vulnerables a las opiniones de los demás, están intentando encontrar su identidad, con frecuencia no se comprenden, se dan cuenta de que cambian mucho dependiendo de con quién se relacionan. Y para los padres estos cambios suelen ser conflictivos".

Portilla da una explicación neurológica: "La falta de maduración de la corteza prefrontal (necesaria en la capacidad para controlar los impulsos) y la falta de sueño habitual en la adolescencia" son también culpables de estos cambios en su humor.

Consejo: Los padres, según Marina, deben tratar de "comprender los sentimientos de sus hijos y demostrarles que los entienden; pero, eso sí, ayudarles a distinguir que una cosa son los sentimientos y otra el comportamiento, y que los primeros muchas veces no podemos controlarlos, pero los actos sí".

La rebeldía contra los padres

Bermejo apunta a que "tras haber tenido una mayor dependencia del adulto durante la infancia, los adolescentes pasan a una mayor independencia, pero siguen requiriendo del adulto. De hecho, cuanto más es así, mayor necesidad tiene de conflictuar con él. Es la fórmula para poder adquirir la seguridad e identidad que necesita, a través del adulto, de quien ha de poder separarse progresivamente".

Consejo: Ármese de paciencia y piense que es parte de su trabajo como padre y educador: "Una de las metas de la educación es, precisamente, que alcancen la independencia, sin desvincularse de la familia". Palabras de José Antonio Marina.

Un estudio de la Universidad de Málaga añade que los padres que expresan afecto —se comunican con sus hijos, no los critican o no los rechazan por un comportamiento— y son inductivos (solo en el caso de las madres) tienen menos conflictos con sus hijos durante la adolescencia".

La influencia (casi exclusiva) de sus amigos

Sí, lo que dice el último amigo de turno va a ser tenido mucho más en cuenta que lo que pueda decir usted, que le ha criado… Pero es que, como dice Marina, "el centro de su vida ha basculado: ya no es la familia, es el grupo, los amigos". Parte de la culpa, de nuevo, la tiene la química del cerebro: "La oxitocina, un transmisor neuronal al que es muy sensible el cerebro adolescente, parece ser responsable de la gratificación que obtienen de las relaciones sociales. Los amigos de la misma edad no solo comparten intereses comunes: les llenan de nuevas sensaciones", asegura el neurólogo de la SEN. En este artículo publicado en el blog Escuelaconcerebro, el astrofísico Jesús C. Guillén se refiere al "cerebro social": "Engloba regiones cerebrales que intervienen en lo afectivo y cognitivo en relación a los demás y sigue desarrollándose durante la adolescencia".

Consejo. Para Marina, "lo importante es que caigan en un buen grupo. Por eso es por lo único por lo que deben preocuparse los padres y tratar de influir, desde que son pequeños".

El interés sexual (siempre "demasiado" temprano)

"Es una parte normal de su desarrollo que suele desasosegar mucho a los padres —tanto como a los hijos pensar en la sexualidad de sus padres—, quienes ven los problemas de la iniciación sexual, lo que hace que se multipliquen los recelos, las advertencias, y las cautelas", asegura Marina. La realidad es que, según una encuesta de 2014 de la Sociedad Española de Contracepción, se ha adelantado en tres años la edad de inicio de las relaciones sexuales. Las razones, según un metaanálisis elaborado por la Universidad de Utrecht y el Instituto Psiquiátrico del Estado de Nueva York, pasan porque sus amigos e iguales lo hacen. El caso es que, como dice Marina, la educación sexual es una parte importante de la formación, porque va a influir poderosamente en el resto de sus vidas, así que no se debe negar.

Consejo. Según se asegura en un estudio realizado por las universidades de California y de Minnesota: "La sexualidad es una parte esencial del proceso de maduración. Si se crea un ambiente normativo que deslegitime la sexualidad adolescente en todos los contextos, perderemos la oportunidad de conferir legitimidad moral a la actividad sexual que tiene lugar dentro de una relación". Por otro lado, este mismo estudio afirma que es muy poco probable que afecten al ritmo escolar las relaciones sexuales en el marco de una relación romántica y no esporádica.

Ese gusto por el riesgo (y la impulsividad)

De nuevo el menor desarrollo de la corteza prefrontal es el culpable de que les mole correr riesgos y ser impulsivos. Lo dice este estudio de la Universidad de Sevilla. Portilla lo explica así: "Las características neurobiológicas del cerebro adolescente permiten reconocer los riesgos en determinadas situaciones, sin embargo, valoran mucho más el beneficio obtenido a pesar del riesgo asumido. Esta característica conductual parece que está influenciada por la máxima sensibilidad a la dopamina que tiene el cerebro en esta etapa; esta hormona es un neurotransmisor que interviene en la toma de decisiones para alcanzar fenómenos de recompensa".

En ese sentido, Marina incide en la importancia de enseñar a los adolescentes a tomar buenas decisiones: "En los programas de la Universidad de Padres tenemos claro que es una de las funciones primordiales de la educación. Y por eso, la educación de la responsabilidad es fundamental a todas las edades".

Consejo. Según José Antonio Marina, "la impulsividad puede ser tan solo un modo de hacer visibles sus enfados; pero también puede deberse a que aún no ha aprendido a controlar su propio cerebro. Si este comportamiento es fruto de falta de control de los enfados, hay que volver a lo que comentamos con la rebeldía: tal vez el enfado no se pueda controlar, pero sí la manifestación del este. Forma parte de los límites que hay que poner para hacer la convivencia posible".

Y añade: "Otra cosa es que el adolescente, que ha aprendido durante su infancia a conducir su cerebro infantil —un ciclomotor—, se encuentra ahora al volante de un Ferrari —su cerebro adolescente que ahora sabemos que se rediseña muy profundamente—, y tener la potencia de un Ferrari es estupendo, pero si no aprendes a conducirlo chocarás en cuanto arranques. La educación de la inteligencia ejecutiva, que es central en nuestros programas, es fundamental en esta edad".

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