Necesitas estrés para rendir mejor
Image: REUTERS/Steven Saphore - RTS16YPX
El estrés nunca trae cosas buenas: aumenta los niveles de cortisol, una hormona que causa estragos en el sistema inmunitario, y el riesgo de sufrir una isquemia cerebral. También afecta al sueño y al sistema digestivo y altera el funcionamiento normal de casi todas las cosas importantes para tener bienestar físico y emocional. Entonces, si es tan malo, ¿por qué la inmensa mayoría de los estudios científicos aseguran que es necesario estar estresado para rendir bien en el trabajo? Porque, a pesar de todo, el estrés conlleva cierto nivel de activación física y mental. Es esa activación lo que los psicólogos recomiendan, en lugar de la sensación psicológica de estrés, que, de forma continuada, puede llevarte a sentir constantemente que no tienes recursos suficientes para afrontar todo el trabajo que tienes pendiente.
Al decir que el estrés es necesario, los expertos no hablan de estrés continuo, que podría llevarte a desarrollar el síndrome del trabajador quemado, sino de momentos puntales de activación durante tu jornada laboral. La activación física que conlleva tener estrés de corta duración y de forma puntual facilita la concentración porque te hace estar más alerta. "Aumentar el estrés para rendir mejor puede parecer contradictorio pero de acuerdo con la investigación, esta sensación hace que aumente la atención y el interés y te ayuda a concentrarte... hasta cierto punto", explica Francesca Gino, profesora de Harvard Business School. Esa es la clave, porque demasiado estrés, aunque sea solo en momentos puntuales, puede llevarte a sentir ansiedad y bloquearte.
Hay una ley que habla precisamente de este fenómeno: la de Yerkes-Dodson. Reza así: "El rendimiento aumenta con la excitación fisiológica o mental (estrés) pero solo hasta cierto punto. Cuando es demasiado alto, comienza a disminuir". Es decir, describe una curva normal o de campana, donde hay un punto óptimo de estrés y rendimiento. Es lo que sucede, por ejemplo, con las personas que aseguran que "trabajan mejor bajo presión": una fecha de entrega demasiado lejana o una tarea aparentemente sencilla, puede contribuir a la procrastinación. Pero cuando ves que tus recursos comienzan a escasear (se te echa el tiempo encima o la tarea comienza a complicarse), tu rendimiento aumenta.
Si no estás muy activo, no te has puesto las pilas, no estás comprometido ni concentrado en la tarea. Pero si te pasas, incluso antes de llegar a sentir ansiedad o pánico, parte de tu rendimiento se resiente, sobre todo, las actividades que tienen que ver con la memoria. Resulta que el estrés afecta al hipocampo, una estructura cerebral clave en la memoria y en el proceso de aprendizaje. Aunque hay posiciones encontradas, algunos estudios apuntan a que el cortisol es el responsable de que esta estructura cerebral se vea afectada.
Pero esta curva no es siempre igual, varía según la complejidad y la familiaridad de la tarea: diferentes tareas requieren diferentes niveles de activación (estrés) para un rendimiento óptimo, según el estudio The arousal–athletic performance relationship: Current status and future directions, publicado en la revista científica APA Psycnet. Las tareas más difíciles y desconocidas requieren niveles más bajos de activación para facilitar la concentración, pensar con claridad y poder comprender lo que parece que se te escapa. Las más fáciles requieren más activación para mantenerte atento e inducir y aumentar la concentración.
Nadie se atreve a contestar a esta pregunta tajantemente. Lo único que sabemos es que estresarse de vez en cuando es inevitable, así que debemos encontrar la mejor forma de sobrellevarlo. Entre ellas, los expertos aconsejan principalmente intentar aumentar tu sensación de control sobre el trabajo que realizas, centrándote en los aspectos donde tienes capacidad de acción y en las decisiones que está en tu mano tomar.
Saliéndonos de los lugares comunes, la investigación Breaking them in or eliciting their best? Reframing socialization around newcomers authentic self-expression de Francesca Gino, profesora de Harvard Business School, aporta una conclusión curiosa: cuando no somos auténticos experimentamos niveles más altos de ansiedad. Las personas que se adaptan a las opiniones de sus compañeros en lugar de expresar las suyas y aquellas que se dejan llevar por los demás en lugar de establecer su propia agenda sienten más estrés y rinden menos.
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