¿Sigue África en ascenso?

Migrant children pose for a photo as they wait to be transported to a detention center, in the coastal city of Sabratha, Libya, October 7, 2017. Picture taken October 7, 2017. REUTERS/Hani Amara - RC1F4B1DA920

Image: REUTERS/Hani Amara

Brahma Coulibaly
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África creció con fuerza entre los años 2000 y 2014, alimentando la creencia en el relato de un “ascenso de África”. Pero desde 2015 el crecimiento en África subsahariana se ha debilitado y las malas perspectivas para los precios de las materias primas hacen dudar de la promesa económica del continente y lleva a muchos a cuestionar dicha narrativa, y a algunos a declararla difunta.

Este escepticismo resulta hasta cierto punto comprensible. La sacudida del precio del petróleo de 2014 afectó con especial dureza a varias economías africanas y contribuyó a que el crecimiento agregado cayera del 5-6% en 2004-2014 a apenas un 2,5% en 2015-2017, una tasa que apenas sigue al crecimiento de la población.

Asimismo, los desempeños de las tres mayores economías del continente (Angola, Nigeria y Sudáfrica) han experimentado importantes descensos. El año pasado, las economías de Angola y Sudáfrica se estancaron, en tanto que la nigeriana se contrajo por primera vez desde 1991. Las últimas previsiones sugieren que estas economías experimentarán tímidas recuperaciones en los próximos años.

Pero los escépticos sobre África han pasado por alto una serie de factores importantes. En primer lugar, dejando fuera las tres mayores economías la tasa de crecimiento agregado de África subsahariana para este año sube del 2,5% a casi el 4%. Este es un crecimiento mayor que el actual 3,5% de la economía global. De hecho, cinco de las diez economías de más rápido crecimiento del mundo se encuentran en África. Y durante los próximos cinco años, alrededor de la mitad de las economías subsaharianas se expandirán a una tasa promedio similar o superior a la que prevaleció durante el auge del “ascenso de África”.

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Por otra parte, los altos precios de las materias primas fueron solo uno de los factores del sólido desempeño económico de la región entre los años 2000 y 2014. Muchos países africanos han logrado grandes mejoras en la gestión macroeconómica, la gobernanza y el entorno empresarial. Además, aumenta el emprendimiento. Incluso con menores precios de las materias primas, estos avances seguirán impulsando a muchas economías del continente.

El actual escepticismo puede ser el reflejo de recuerdos difíciles de olvidar de un período más oscuro, y teme que el progreso de África no se encuentre lo suficientemente consolidado. Muchos de sus países fueron gobernados por dictadores desde la década de 1970 hasta mediados de los noventa, y las instituciones necesarias para mantener un fuerte crecimiento económico eran frágiles, en el mejor de los casos. Sufriendo guerras civiles que destruían constantemente el tejido social en muchos países, el continente experimentó décadas de tímido crecimiento económico. Para el año 2000, se había reducido a lo que The Economist llamó “África, un caso desesperado”.

Pero esos días ya pasaron. Los responsables de formular políticas en todo el continente han mantenido las reformas de la etapa de los noventa, que sentaron las bases para el siguiente período de alto crecimiento. Aunque todavía queda mucho trabajo por hacer, el entorno económico y empresarial en muchos países africanos ha seguido mejorando, y las instituciones y la gobernanza se han fortalecido.

Gracias a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, los africanos (especialmente los jóvenes) están mejor informados, más comprometidos con el diálogo civil y político y son cada vez más capaces de hacer rendir cuentas a sus líderes. Las TIC también han desencadenado una ola de innovación y emprendimiento en todo el continente.

No resulta probable que estas tendencias positivas se reviertan, y seguirán mejorando las condiciones económicas en África, incluso si los precios de las materias primas no repuntan. Después de todo, el promedio del crecimiento económico de la región fue del 5,6% entre 2000 y 2004, antes de que estos precios comenzaran su rápido ascenso.

Pero lo anterior no quiere decir que África vaya a quedar al margen de los difíciles retos que vendrán en los próximos años. A nivel global, el entorno económico será menos favorable para las economías africanas. En las principales economías avanzadas, las tasas de interés pronto subirán y la reacción política contra la globalización puede obligar a los gobiernos a abandonar sus anteriores compromisos con la ayuda al desarrollo.

En medio de toda esta incertidumbre, los responsables políticos africanos deben mirar hacia adentro, centrándose en políticas para movilizar los recursos nacionales y financiar sus agendas económicas. Estas agendas deberían incluir una serie de prioridades clave. Los países del continente necesitan diversificar sus economías para resistir mejor los embates futuros, al tiempo que acelerar el ritmo de la industrialización en todo el continente. Los gobiernos deberán encontrar una manera de crear empleos dignos para los 11 millones de personas que ingresan a la fuerza de trabajo de la región cada año. Y tendrán que ejecutar políticas para reducir la pobreza y asegurar que la prosperidad se comparta entre todos los grupos de la sociedad.

Estos objetivos son particularmente importantes para Angola, Nigeria y Sudáfrica. Los dos primeros necesitan depender mucho menos del petróleo, y Sudáfrica todavía requiere implementar reformas de largo alcance para abordar los problemas estructurales que la han azotado desde la época del apartheid. Materializar estos proyectos precisará de líderes políticos competentes y comprometidos con los principios de buena gobernanza. No lograrlos podría provocar un período prolongado de bajo crecimiento.

Pero incluso si las tres mayores economías del continente acaban estancándose, esto no necesariamente sellará el destino del “ascenso de África”. Después de todo, este ascenso no significa necesariamente “toda” África. Entre los años sesenta y los noventa, la narrativa de los “tigres asiáticos” se refería únicamente a Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán, excluyendo a otros países en desarrollo de Asia, como por ejemplo China. De forma similar, las economías africanas se están diferenciando cada vez más, y por lo tanto deben ser evaluadas individualmente, en base a los méritos de sus respectivas políticas económicas.

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