La Alianza del Atlántico, un nuevo modelo de integración
Image: REUTERS/Enrique Marcarian (ARGENTINA - Tags: POLITICS) - GM1EACG0CGH01
En octubre del 2010 propuse a los presidentes de Colombia, Chile y México, crear un nuevo modelo de integración –la Alianza del Pacífico–, para superar los esquemas agotados de unión “hacia adentro” con distribución interna de producción y consumo, como el Pacto Andino de 1969. El “Giro Copernicano” de la propuesta fue una integración hacia afuera, que facilitara la acción conjunta ante los grandes espacios mundiales, especialmente China y el Asia; coordinando e impulsando las inversiones propias y externas, los fondos bursátiles, de pensiones y la infraestructura.
Hoy, la Alianza del Pacífico avanza exitosamente y atrae a las economías más desarrolladas, pero, ahora, el paradigma económico de otra región sudamericana parece cambiar. El esfuerzo modernizante de Argentina y la parálisis económica brasileña, marcan el fin del Mercosur que, nacido en 1985 con la ideología proteccionista de la época, unió esas grandes economías con Uruguay y Paraguay y que, con 250 millones de consumidores, surgió como un inmenso actor, cuando ni China, ni la globalización económica ni Internet eran aún realidad.
Y fue un modelo de distribución política de producción y consumo: Argentina produciría automóviles y tractores para Brasil, este, textiles, máquinas y conductores para el mercado argentino, etc. Pero hoy, ese modelo de unión es ineficiente. La globalización del consumo y la producción, la información inmediata, sin barreras, y la demanda de los pueblos, vuelve absurdo cerrar las fronteras del área integrada con altos aranceles, pues eso conduce a reducir la productividad competitiva y a frenar las posibilidades del crecimiento. Es un “Trumpismo” obsoleto.
El Mercosur necesita comercio libre, menos aranceles, más infraestructura y más educación tecnológica para crecer, sin subsidios, sin pobreza, con justicia social y a largo plazo
”Debemos integrar para ingresar a las grandes áreas del mundo, venderles, pero, para ello, retroalimentarnos con su tecnología y menores precios. Porque la economía global, malgrado el pesimismo, ha continuado creciendo al 3% anual. En primer lugar, el bloque asiático y luego el norteamericano, que podrá cerrarse a México, pero se abrirá a otras áreas, en compensación. El conjunto crece, porque la población mundial aumenta, y se comunica, produce y consume cada vez más y mejor. Y ante esa realidad el Pacto Andino y el Mercosur son obsoletos.
Por eso propongo la constitución de la Alianza del Atlántico con los países que hoy conforman el Mercosur, nombre que debe superarse porque apunta al mercado interno como objetivo de la unión, cuando es el mercado mundial al cual deben integrarse unidos. Con 11 millones de kilómetros cuadrados y una población de 250 millones, su capacidad productiva se multiplicaría al vincularse al mundo del que los separan aranceles que llegan al 35% para maquinarias, plásticos o partes y medidas paraarancelarias o restricciones provinciales dentro de cada país. Y por ello, la capacidad industrial de las grandes urbes (Sao Paulo, Río o Buenos Aires), no tiene el estímulo de la competencia ni se retroalimenta con importaciones de menor costo para aumentar su empleo.
Brasil tiene grandes ventajas como productor de hierro, manganeso, soja y textiles; Argentina en granos y carnes. Producen vehículos, maquinaria agrícola, aviones, telecomunicaciones, pero sufren el bloqueo que les aplican otras regiones en respuesta a sus altos aranceles, lo que superarían con mayor apertura. Además, su área de influencia inmediata sería Europa, limitada hoy por sus medidas correctivas pero con ingentes capitales, tecnología y maquinaria; el mundo árabe con sus recursos financieros y el África, con inmensas posibilidades de creación.
Tal sería su área de influencia, como lo son ya para la Alianza del Pacífico, China, Japón, el Sudeste Asiático y los EE UU. Porque en el mundo de las comunicaciones y el comercio global, ninguna economía puede cerrar sus fronteras a la importación y a la vez exportar más. El caso de Brasil lo demuestra. Su producción global de 2 billones de dólares solo exporta 200.000 millones porque, por otro lado, solo importa 200.000 millones. Y eso no se compensa con un mercado nacional grande ni con un socio como Argentina. En 1985, Brasil y Argentina producían tanto como China, hoy, producen la quita parte de ella, porque no crecieron hacia el mundo.
El ex-Mercosur, –ya lo es–, necesita comercio libre, menos aranceles, más infraestructura y más educación tecnológica para crecer, sin subsidios, sin pobreza, con justicia social y a largo plazo. Esa es la propuesta de la Alianza del Atlántico.
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