El ‘mindfulness’ llevado al arte
Marina Abramovic Image: REUTERS/Lucas Jackson
Aquellos que alguna vez se hayan sentido atraídos por la técnica del ‘mindfulness’ sabrán que se basa en pequeñas prácticas enfocadas en adquirir un control muy avanzado de nuestra actividad mental. Con ello, el ‘mindfulness’ pretende hacernos capaces de alejar pensamientos referidos a experiencias pasadas o a proyecciones futuras, para poder saborear el presente con toda su intensidad. Los primeros ejercicios que suelen proponerse a los que se inician en este camino son tareas tan sencillas y cotidianas como disfrutar del acto de comer una mandarina, concentrándonos totalmente en esto: sentir la textura durante el pelado, el sabor, el olor… para dejar a un lado todo lo demás. Otras, como apreciar el tacto de una pasa en la boca, también sirven como tareas iniciáticas para domar nuestra mente.
Fue allá por los años 70 cuando las Universidades norteamericanas comenzaron a prestar atención a prácticas budistas relacionadas con la ‘atención plena’ del presente.
Cuando hace unos años la artista de performance Marina Abramovic mostró al mundo cómo se debía beber un vaso de agua, apreciando intensamente toda sensación física del acto, no podría haber estado más en sintonía con la práctica budista. En realidad, Abramovic ha desarrollado su carrera de la mano de prácticas de atención la experiencia inmediata. Empujando siempre los límites del cuerpo y la mente, Marina ha buscado desafiarse tanto a ella misma como a los participantes de sus performances. Emocional, intelectual y físicamente.
"Mi método consiste en hacer las cosas que temo, las cosas que desconozco, ir al territorio en el que nunca nadie ha estado”.
”En 2010 la artista serbia, en el marco de una retrospectiva de su fascinante trayectoria performativa organizada por el neoyorquino MOMA, se sentó silenciosamente en una mesa de madera frente a una silla vacía en una sala del museo, mientras los visitantes se sentaban frente a ella para compartir unos momentos de fuerte contacto visual. La experiencia producía reacciones varias tanto en los espectadores como en ella, que en ocasiones se conmovían, lloraban, o reían. Mil personas pasaron y posaron a su frente durante casi tres meses, ocho horas al día.
La labor de la artista por experimentar con las sensaciones y la concentración no ha terminado. Hace unos años fundó el Marina Abramovic Institute en las inmediaciones de Nueva York. En este centro de ‘artes inmateriales’, la artista creó un cuerpo de ejercicios para los visitantes que, tras firmar un documento en el que accedían a prestar varias horas de su tiempo a la performance, y abandonando todo aparato digital o electrónico personal, podrían alcanzar una presencia mental plena. “Tienes tiempo libre para ti por primera vez. No hay nada malo en la tecnología, pero nuestro enfoque de ella es incorrecto”, contó la artista durante la charla TED que dio hace unos años. Entre las actividades propuestas, el visitante aprende a caminar lentamente, a beber un vaso de agua durante media hora, a someter el cuerpo a corrientes magnéticas, a estar sentado durante largo tiempo, a dormir, o a pasar varias horas separando un montón de granos de arroz. “Si no puedes contar el arroz durante tres horas, no puedes hacer nada bueno en la vida”, explicó la artista.
“Siempre estamos haciendo cosas que nos gustan en la vida. Y es por eso no cambiamos. Sencillamente no pasa nada si siempre hacemos las cosas de la misma manera. Pero mi método consiste en hacer las cosas que temo, las cosas que desconozco, ir al territorio en el que nunca nadie ha estado”.
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