¿Podrá Europa seguir apoyándose en Alemania?

German Chancellor Angela Merkel arrives for a news conference in Berlin, Germany, December 20, 2016, one day after a truck ploughed into a crowded Christmas market in the German capital.      REUTERS/Hannibal Hanschke - LR1ECCK0RYXP2

Image: REUTERS/Hannibal Hanschke

Daniela Schwarzer
Director , German Council on Foreign Relations (DGAP).
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El resultado de la elección federal alemana contiene una enseñanza crucial para la Unión Europea: ni siquiera el país que le sirvió de base de estabilidad en medio de la crisis es inmune a la fragmentación política y a la polarización. Aunque la canciller Angela Merkel obtendrá casi con certeza un cuarto mandato, es probable que su nuevo gobierno sea considerablemente más débil que los tres que lo precedieron.

En el Bundestag ahora hay seis facciones, en vez de las cuatro de la legislatura anterior. La centroderechista Unión Demócrata Cristiana de Merkel (CDU) obtuvo el 33% de los votos, su peor resultado desde 1949, aunque todavía suficiente para darle la mayoría de los escaños en el parlamento. El centroizquierdista Partido Socialdemócrata (SPD), segundo partido político más importante de Alemania y parte de la última coalición de gobierno de Merkel, también alcanzó un mínimo de posguerra: sólo recibió el 20,5% de los votos.

En tanto, la populista Alternative für Deutschland (AfD) obtuvo el 12,6%, con lo que esta fuerza antieuro, prorrusa y decididamente xenófoba será el primer partido de ultraderecha que entre al Bundestag en casi sesenta años. Y el SPD tiró la toalla: rechazó formar parte del próximo gobierno.

En este contexto, es probable que Alemania sea gobernada por lo que ha dado en llamarse “coalición Jamaica”, por los colores de los partidos que la formarán: la CDU (negro), los verdes y los liberaldemócratas (FDP, amarillo). Pero la diversidad de sus posturas en política exterior preanuncia una coalición inmanejable.

Profundas divisiones también acecharán a la oposición liderada por el SPD. Es improbable que encuentre algún ámbito de cooperación con la otra fuerza opositora, la AfD, con la que casi no tiene valores compartidos. La AfD ya dejó en claro que usará su presencia en el parlamento para acosar a los otros partidos con su retórica populista y nacionalista. Es decir que las normas parlamentarias tradicionales de decoro y actuación colegiada están en riesgo.

Dado el papel central que tiene el Bundestag en la definición de la política alemana en relación con la UE, esto puede debilitar la capacidad del gobierno de Merkel para proveer la clase de liderazgo que Europa necesita ahora.

Pero no todo son malas noticias. La victoria de la CDU de Merkel, pese a su fragilidad, implica cierta base de continuidad sobre la cual construir. La rápida decisión de Merkel de asumir la responsabilidad de formar un gobierno de coalición viable implica que la política alemana seguirá guiándose por el compromiso de la canciller con la preservación de la UE y su firme defensa de la democracia y de los valores occidentales. Moderación, estabilidad y apertura internacional seguirán siendo principios rectores de Alemania, sin importar cuánta retórica desagradable lance la AfD.

Pero en lo que atañe a la respuesta a los desafíos internacionales, los socios de Alemania tendrán que ser pacientes. En particular, si bien se espera que Merkel trabajará codo a codo con el europeísta presidente francés, Emmanuel Macron, en la creación de un nuevo modelo de integración europea para la era post-Brexit, es difícil que pueda hacerlo de inmediato.

La formación de una coalición (en particular, una formada por conservadores, liberales y verdes) puede requerir meses

Sólo la formación de una coalición (en particular, una formada por conservadores, liberales y verdes) puede requerir meses. Y la elección del mes próximo en el estado de Baja Sajonia, donde la AfD obtuvo un importante nivel de apoyo, añade otro elemento de incertidumbre a la mezcla.

Pero incluso superada esa elección, el logro de consensos no será fácil. El año que viene hay elecciones en Baviera, bastión de la Unión Social Cristiana (CSU, aliada a la CDU). Ahora que siente el aliento de la AfD en la nuca, la CSU agudizó sus críticas a la política inmigratoria de Merkel, y es probable que el año entrante trate de empujar a la canciller más hacia la derecha.

Puede que la cuestión más peliaguda para los partidos de la coalición sea la eurozona. En este tema, el FDP y los verdes tienen posturas opuestas, particularmente en materia de gestión conjunta de crisis, mecanismos de respaldo mutuo y herramientas fiscales. Pero la negociación de puntos de acuerdo puede resultar útil para la UE en su conjunto, cuya dirigencia tendrá que buscar un equilibrio entre la responsabilidad de los estados miembros y las instituciones paneuropeas que la unión monetaria necesita para funcionar en forma efectiva.

Lo que tal vez sea más fácil para los partidos de la coalición alemana (y para los gobiernos francés y alemán) es crear un nuevo marco para la cooperación bilateral y europea en cuestiones de seguridad. Las encuestas muestran que el terrorismo y la seguridad interna preocupan a la ciudadanía más que la inmigración. Una respuesta a estas apremiantes cuestiones en el nivel de la UE (como insinuó Merkel en su discurso de victoria) tal vez recupere para el campo proeuropeo a los descontentos que pusieron en la urna la papeleta de AfD.

Cualquiera sea el gobierno que surja en Alemania en las próximas semanas, sus líderes tendrán que esforzarse más en explicar sus decisiones a ciudadanos y socios internacionales por igual. La presencia de AfD en el Bundestag expondrá a la opinión pública alemana a posturas más radicales en asuntos exteriores, en temas que van del liderazgo de la UE a las relaciones con Rusia, como no se oyeron en más de una generación. El centro alemán resistió, pero su consenso pronto será puesto a prueba.

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