La economía española camina hacia su tercer año de crecimiento
Image: REUTERS/Sergio Perez
El año pasado la economía española consiguió crecer al 3,2%, niveles muy superiores tanto frente a la eurozona como a la Unión Europea que avanzaron un 1,8% y un 1,9% respectivamente. El crecimiento de la economía no sólo es líder entre las principales potencias europeas sino también entre los países desarrollados.
Desde el año 1996 hasta 2017, la economía española ha reflejado un crecimiento superior al 2%, alcanzando un máximo histórico de 5,60% en el primer trimestre de 2000 y un mínimo de -4,30% en el segundo trimestre de 2009 tras el estallido de la burbuja inmobiliaria.
El PIB español está creciendo más de un punto porcentual por encima y no sólo ha sido en el ejercicio 2016, sino que es una tendencia que se instaló en el año 2015 y para el cierre de este año, las previsiones económicas apuntan que también conseguiríamos ubicarnos en el 3% o bien muy cerca.
Sin embargo, la pregunta que nos debemos hacer es si el fuerte crecimiento actual es equiparable a otros ciclos económicos vividos o bien estamos ante un cambio de modelo que nos permite obviar las referencias económicas pasadas y empezar a crear nuevas referencias.
Los datos del primer trimestre de 2017 reflejan un crecimiento de la economía española de 3%- líder frente a los grandes países de la Unión Europea- con una evolución muy parecida al periodo previo a la crisis financiera. A pesar de que crecemos a un ritmo parecido, la composición de nuestro crecimiento es más equilibrado en la actualidad.
En los años de la crisis hemos vivido una intensa contracción de la demanda nacional liderada por la caída de la formación bruta de capital fijo (FBCF), sustentado en el desplome de la vivienda. Si bien en 2006, la vivienda tenía un peso cercano al 70% sobre la FBCF, ahora esta cifra ha descendido hasta el 50%.
Como podemos ver, nuestro modelo de crecimiento actual incluye una aportación positiva de la demanda exterior. Este ha sido el gran cambio de la economía española que ha sabido mantener su nivel de importaciones, mientras que las exportaciones han ido creciendo.
En cifras es más fácilmente reconocible, en 2008 las exportaciones eran de 282.589 millones de euros, mientras que al finalizar 2016 habían subido un 29,1% hasta alcanzar los 368.322 millones de euros.
En el ejercicio de 2007, el crecimiento del PIB español también lideraba entre los principales países de la Unión Europea, pues finalizamos el ejercicio creciendo al 3,8%, mientras que tanto Francia, como Italia, Alemania y el Reino Unido lo hacían por debajo del 3%.
En aquel momento la demanda exterior no aportaba sino que nos restaba al crecimiento. Mientras que la aportación de la demanda nacional al crecimiento agregado era de 4,6 puntos, la aportación negativa de la demanda externa era de -0,7 puntos (Datos del INE).
Si nos ponemos en antecedentes, entre 1998 y 2007, el sector de la construcción se convirtió en la locomotora de la actividad productiva en España, con un crecimiento medio anual de cercano al 6%.
En el año 2006, el sector de la construcción alcanzó un máximo sobre el PIB en las dos últimas décadas al situarse en el 11,7%. Debido a que el sector de la construcción conlleva trabajar con elevados niveles de apalancamiento financiero, la deuda privada se disparó en un entorno de facilidades crediticias.
La construcción ha sido un aspecto básico para entender el PIB español, pues en los últimos treinta años abarcaba entre el 7% y 10% de la economía española, entre el 7% y el 13% del empleo y en torno al 60% de la formación bruta de capital fijo.
Los últimos datos de la Contabilidad Nacional muestran que el sector de la construcción representaba en 2014 un 5,4% del PIB, así como un 5,9% del empleo, lo que supone niveles inferiores a su rango histórico.
Con anterioridad a la crisis, los desequilibrios en la asignación de capital y mano de obra terminaron frenando el crecimiento de la productividad. La inversión se concentró mayoritariamente en los sectores de bienes no exportables con ínfimos rendimientos marginales. Por ello, si algo bueno trajo la crisis ha sido limpiar todo este modelo.
Este modelo del ladrillo ha sido substituido por un modelo de apertura orientado a las exportaciones que unido al descenso de las importaciones ha ido reduciendo el histórico déficit comercial. Si las exportaciones suponían el 25,7% en 2007, en los últimos años han superado el 30% sobre el PIB.
Con ello se ha conseguido un aumento en el crecimiento de los niveles de productividad y el reequilibrio hacia los sectores con un mayor valor añadido que podría contribuir a sostener el incremento de las exportaciones.
España se ha convertido en un país exportador de productos de tecnología media-alta y de calidad media-baja con una importante sensibilidad a los precios, lo que en consecuencia nos vincula a una dependencia de la competitividad de costes.
Normalmente algunas fuentes citan como principales puntales del crecimiento económico de España a factores externos -y no internos-como es el fuerte descenso del precio del petróleo y la política monetaria del BCE, o bien un tipo de cambio favorable por la devaluación del euro.
Si los factores externos explicaran mayoritariamente el crecimiento de la economía española, Italia o Francia deberían estar creciendo a un ritmo parecido sin embargo, los datos dinámicos económicos reflejan lo contrario.
Los datos de marzo muestran que, en base interanual, el crecimiento en España está en el 3% ¿Y cuál es el crecimiento de Francia e Italia? Un 0,80% en ambos países. Es decir, el avance del PIB español triplica a la segunda y la tercera economía de la Eurozona, con la misma exposición a factores externos.
A pesar de ello, eso no significa que los factores externos no hayan ayudado, obviamente sí, pues los bajos tipos de interés han permitido al sector privado disminuir la carga financiera en un proceso de desapalancamiento y la bajada del precio del crudo ha dejado más espacio al bolsillo de los españoles.
La gran diferencia entre Francia-Italia, se encuentra en las bajadas de impuestos y el ritmo de creación de empleo, pues han sido factores decisivos para impulsar el consumo de los hogares que es la principal variable del PIB español con un peso del 56% sobre la economía.
Uno de los grandes cambios se ha producido en la creación de empleo, pues a diferencia de épocas pasadas, hoy la economía crece y traslada todo ese crecimiento a la creación de empleo. Si en algo ha sido positiva la reforma laboral, es en echar por suelo la Ley de Okun que anterior a la reforma estimaba un crecimiento del 2,5% para empezar a crear empleo.
Los datos en el mercado laboral están siendo especialmente positivos. El 'Informe sobre la evolución del empleo', en el cuarto trimestre de 2016, el empleo equivalente a tiempo completo ha tenido un crecimiento interanual del 2,7%, mientras la economía crecía al 3%.
El aspecto del desempleo ha sido el gran cambio de la economía española, pues hemos pasado desde liderar la destrucción del desempleo en la Eurozona a liderar la reducción durante la fase de recuperación. El último dato interanual muestra que el desempleo se ha reducido en 530.000 desempleados.
Hoy por hoy se ha recuperado el 72% del empleo indefinido destruido por la crisis y el 33% del empleo temporal, lo que ha permitido que se hayan producido avances (muy moderados) en el poder adquisitivo.
Desde el punto de vista dinámico el cambio en el mercado de trabajo es evidente, no obstante los datos estáticos aún no son todo lo positivos que uno desearía, pues la tasa de desempleo es del 18,75%, la segunda más alta de los países de la Unión Europea, sólo por detrás de Grecia (23,20%).
A pesar del evidente cambio de modelo de la economía española nos enfrentamos a riesgos relevantes. Según los últimos datos que ha publicado el Banco de España, volvemos a protagonizar un nuevo récord en el endeudamiento del conjunto de las administraciones públicas que alcanzó el 1,129 billones de euros en el mes de marzo, lo que supone un incremento de 11.160 millones frente al mes anterior.
Con estas cifras, la deuda pública española se situaría en el 100,33% sobre el PIB. Y a pesar de que la economía española crece el Gobierno ha sido incapaz de implementar un equilibrio presupuestario, como sí lo ha hecho Alemania en los últimos años que ha ido reduciendo el peso de la deuda pública sobre el total de la economía.
Este es sin lugar a dudas el gran riesgo para la España... Una deuda pública disparada que nos ubicaría como el quinto país más endeudado -en términos relativos- de la Eurozona situándonos por detrás de Grecia, Italia, Portugal y Bélgica.
Toda esta situación ocurre en una coyuntura muy especial, pues el Tesoro español está emitiendo deuda con intereses negativos a plazos de tres años. Una situación que no hubiera sido posible sin la bajada de tipos de interés al 0% y la intervención del mercado secundario de títulos de deuda pública que ha llevado a cabo el BCE.
En un escenario de tensión en la deuda pública y deterioro de las expectativas, veríamos como la variable consumo y la inversión se verían indirectamente afectadas por la importancia de las expectativas en ambas variables sobre el PIB
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