Geografías en profundidad

¿Cómo cambió la relación de Estados Unidos con China bajo la presidencia de Obama?

Jin Canrong
Deputy Dean, School of International Studies, Renmin University of China

Barack Obama tenía seis prioridades diplomáticas en su mandato de 8 años.

La primera era controlar los costos de la hegemonía estadounidense. Estados Unidos pagó un alto precio por las dos guerras del mandato de George W. Bush. Después de que Obama asumiera la presidencia, retiró la mayoría de sus fuerzas militares de Irak y Afganistán. Sin embargo, después del estallido de la primavera árabe en 2011, cambió de idea y volvió a involucrarse en las guerras de Siria y Libia. Salir de un campo de batalla para entrar en otro no fue un movimiento inteligente.

La segunda era reactivar la economía de los Estados Unidos. Durante su primer mandato, cuando Estados Unidos estaba sumido en una crisis financiera, Obama tuvo muchas iniciativas, incluyendo la convocatoria de la Cumbre del G20, la coordinación de las políticas macroeconómicas, el compromiso de duplicar el crecimiento de las exportaciones y revitalizar la industria. En retrospectiva, todas estas medidas políticas no parecen haber logrado los objetivos esperados: el crecimiento de las exportaciones de Estados Unidos fue solo del 60%, lejos de su propósito original de duplicar el crecimiento. Solo logró un crecimiento del 150% de las exportaciones a China. Además, Obama no logró recuperar empleos en el sector industrial. Cuando Donald Trump hizo campaña para la presidencia, criticó al gobierno de Obama por traer de vuelta solo tres compañías que representaron 600 puestos de trabajo, a pesar de sus anuncios de resurgimiento de la industria. Mientras que los resultados reales pueden no ser tan exagerados como Trump afirmó, están lejos de los objetivos prometidos.

La tercera fue continuar la lucha contra el terrorismo. Durante su mandato, un logro significativo fue el asesinato de Osama bin Laden, pero el surgimiento del Estado Islámico terminó ensombreciendo sus resultados anteriores.

La cuarta fue avanzar en soluciones para problemas mundiales, como promover un mundo sin armas nucleares y luchar contra el cambio climático. El progreso en la cooperación global sobre el cambio climático debería atribuirse en gran medida al apoyo de China. La seguridad nuclear ha sido uno de los principios adoptados por Obama, por lo que también recibió el Premio Nobel de la Paz. A pesar de los avances en el programa nuclear de Irán, el problema nuclear en la península de Corea ha debilitado su resultado.

La quinta fue restaurar la reputación internacional de los Estados Unidos, que había sido herida por Bush, y fortalecer los lazos con sus aliados. Obama tuvo un éxito parcial en este frente. La reanudación de las relaciones diplomáticas con Cuba fue muy aplaudida en América Latina, pero las sanciones económicas contra Cuba no fueron eliminadas por completo debido a la oposición de los republicanos, que dominaban el Congreso. Sería justo decir que su relación bilateral no ha sido verdaderamente normalizada.

La sexta y última prioridad fue su giro estratégico hacia Asia-Pacífico, desplazando el enfoque puesto en Europa durante 200 años a Asia, o girando del Atlántico al Pacífico. Obama se proclama "primer presidente de los Estados Unidos en el Pacífico". Detrás de este título, China es un factor directo.

La naturaleza del "reequilibrio con Asia-Pacífico"

Originalmente llamada "retorno a Asia-Pacífico", la estrategia se reformuló más tarde como un "pivote estratégico" y finalmente un "reequilibrio". A pesar de los cambios retóricos, su intención sigue siendo consistente: contener el surgimiento de China. La estrategia fue introducida por primera vez por la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton en el Foro Regional de la ASEAN celebrado en Hanói el 23 de julio de 2010, lo que indignó a China porque no se le había consultado previamente. El entonces ministro de relaciones rxteriores de China, Yang Jiechi, exigió su suspensión y reprendió a Hillary por más de una hora.

Detrás de la estrategia global de los Estados Unidos de dar un giro hacia la región Asia-Pacífico está el surgimiento de China. En un lapso de tres años, China celebró tres eventos de alto perfil: los Juegos Olímpicos de 2008, la Parada militar en 2009 y la Exposición Universal en 2010. Además, en 2010 China superó a Japón para convertirse en la segunda mayor economía del mundo, y dejó atrás a EE.UU. en la producción manufacturera y generación de energía. Los estrategas pragmáticos estadounidenses son muy conscientes de que la industria manufacturera es la base de la industria. La fabricación viene con un fuerte poder militar, y con este poder viene la capacidad de competir para el liderazgo mundial.

En el siglo XX, Estados Unidos tenía tres rivales: Alemania, Japón y la Unión Soviética. Incluso en su mejor momento, su producción manufacturera representaba solo dos tercios de la de los Estados Unidos. China superó a los Estados Unidos como el fabricante más grande del mundo causando una conmoción generalizada entre los estrategas estadounidenses. En China, este hecho no recibió suficiente atención debido a la falta de conocimiento entre las comunidades de élite y académicas. En este contexto los estrategas estadounidenses y el gobierno de Obama consideraron a China como su principal rival y una espina en el costado y, por consiguiente, giraron su gravedad global hacia Asia o, precisamente, a las regiones que rodean a China.

Cuando Obama propuso por primera vez la política de "retorno a Asia", recibió las protestas de algunos funcionarios que habían trabajado originalmente en la administración Bush. Ellos cuestionaron si esto indicaba que Asia era "abandonada" por su administración y criticaron a Obama por dar un mal ejemplo llevando la política bipartidista a la diplomacia. Por lo tanto, la política cambió su nombre por "pivote hacia Asia", lo que significaba girar su enfoque de Europa a Asia. Pero los aliados europeos de los Estados Unidos encontraron este pronunciamiento desconcertante, preguntándose si Estados Unidos abandonaría a Europa y el Atlántico. Su reacción causó que la política fuera enmarcada finalmente como el "reequilibrio con Asia-Pacífico". Esta es una palabra inteligente, ya que implica que solía haber un equilibrio en Asia, pero que se había roto por el surgimiento de China y que, por lo tanto, debía ser "reequilibrado" por los EE.UU. Esta retórica no desencadenó una respuesta negativa dentro de los EE.UU. y entre sus aliados, pero señaló a China como la causa de los problemas en Asia. Así es como la administración Obama ha usado la retórica hasta el día de hoy.

Han pasado seis años desde que los Estados Unidos propusieron la estrategia de "reequilibrio con Asia-Pacífico", apoyado por cuatro pilares. El primero es desplegar el 60 % de su fuerza naval y aérea en la región de Asia y el Pacífico, un plan anunciado por un alto funcionario estadounidense. Esto recuerda a la Guerra Fría, cuando Estados Unidos desplegó el 60 % de su fuerza naval y aérea en el Atlántico Norte, dejando el 20 % para el territorio nacional y el 20 % restante para la movilidad estratégica; el segundo es crear el Acuerdo Transpacífico (Transpacific Partnership,TPP), un marco comercial que excluye a China; el tercero es el uso de lo que Hillary Clinton llama "poder inteligente" en la diplomacia, que es en realidad aprovechar los conflictos y disputas de China con sus países vecinos para introducir una cuña entre ellos; el cuarto pilar es continuar su contacto con China.

Legado pendiente

Esto explica por qué las relaciones sinoestadounidenses durante los ocho años de Obama siguieron una trayectoria diferente. Antes de Obama, cuando un nuevo presidente estadounidense asumía el cargo, las relaciones bilaterales entre los Estados Unidos y China experimentaban algunas sacudidas antes de volver a la normalidad. Durante el mandato de Obama, sin embargo, las relaciones sinoestadounidenses tuvieron un buen comienzo, pero con un camino lleno de baches antes de estabilizarse.

El presidente de China, Hu Jintao, y el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en una ceremonia de bienvenida en Pekín/ REUTERS/Jason Lee

Obama visitó China en noviembre de 2009, el primer año de su presidencia, lo que fue muy extraño. Como regla general, el presidente de los Estados Unidos no visita China a menos que gane su segundo mandato. La razón detrás del enfoque diferente de Obama hacia China es que los EE.UU. no pueden admitir el surgimiento de China, de ahí la política de "retorno a Asia". De mayo de 2015 a julio de este año, los dos países se enfrentaron una vez debido al conflicto en el Mar del Sur de China y la tensión no se relajó hasta después de julio pasado. Ahora, solo le quedan dos meses a la presidencia de Obama. Durante la transición presidencial de Estados Unidos, se espera que los dos países mantengan la estabilidad en sus lazos bilaterales.

Mirando hacia atrás, la estrategia de "reequilibrio con Asia-Pacífico" no puede llamarse un éxito. No solo no logró contener el surgimiento de China, sino que también profundizó la desconfianza estratégica de China hacia Estados Unidos, lo que es contrario a sus intereses. Entre los cuatro pilares que sustentan esta estrategia, el tercero y el cuarto también están en conflicto entre sí. Desplegar el 60 % de su fuerza naval y aérea contra China solo puede poner a China en alerta total y motivarla a acelerar su modernización militar. La exclusión de China del TPP también la ha alentado a avanzar en su Asociación Económica Global Regional (RECP), Área de Libre Comercio del Pacífico Asiático (FTAAP) y su iniciativa "Un cinturón, una ruta", y ha incentivado a China a crear el Banco de Desarrollo BRICS y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura.

Con Donald Trump habiendo ganado las elecciones presidenciales en Estados Unidos, podemos decir con seguridad que el TPP ya está clínicamente muerto. Aunque la diplomacia del "poder inteligente" le ha generado algunos dolores de cabeza a China, no ha empeorado significativamente el ambiente en la región a su alrededor. Además, el revés de Filipinas en su política exterior hacia Estados Unidos, y Tailandia y Malasia, que optaron por tomar partido a favor de China, ha demostrado que estas maniobras de "conducción en cuña" solo pueden producir efectos a corto plazo. Ahora los vecinos de China entienden que finalmente sufrirían si se unieran a los Estados Unidos para enfrentarse a China; por el contrario, se beneficiarían manteniendo la misma distancia tanto de China como de los Estados Unidos. Cuando se mira la política de "retorno a Asia" ahora, vemos que se ha convertido en "un proyecto que nunca se completará" en la política transpacífico de los Estados Unidos.

Equilibrio de poder entre Estados Unidos y China

Los dos mandatos de Obama vieron una mayor igualdad en el equilibrio de poder entre Estados Unidos y China. China completó su transición de liderazgo en el XVIII Congreso Nacional del Partido Comunista de China. Por la paridad del poder adquisitivo (PPP), China superó a los EE.UU. como la economía más grande en 2014, que en términos de importancia histórica, puede compararse a los EE.UU. superando a Gran Bretaña en el PIB real en 1872. A mediados de 2016, el PIB real de China ya era un 12 % más alto que el de los Estados Unidos. A fines de 2015, la producción manufacturera total de China representaba el 150 % de la de los Estados Unidos, o era equivalente al total combinado de Estados Unidos y Japón, un récord sin precedentes en la historia de China. Si sigue con el ritmo de crecimiento actual, dentro de diez años, la producción fabril de China equivaldrá a la de los Estados Unidos, Japón y Europa juntos.

China también ha avanzado a pasos agigantados en el frente tecnológico. Durante los últimos cinco años, China ocupó el primer lugar en términos de solicitudes de patentes. En todas las áreas críticas de la defensa, hay una docena de jugadores chinos que compiten cabeza a cabeza contra un número limitado de dos o tres compañías de otros países. Según el Índice de la revista científica británica Nature, considerando 68 revistas de ciencias naturales, la contribución total de China a la ciencia de alta calidad ha crecido hasta convertirse en la segunda más grande del mundo, superada solo por los EE.UU.

Estados Unidos, por el contrario, no ha visto una reforma sustancial desde la crisis financiera de 2008, lo que proyecta la sensación de que Estados Unidos ha estado "trabajando sin un objetivo claro". La crisis dejó a cinco millones de familias estadounidenses sin sus hogares y a siete millones de familias dependiendo de acciones legales para seguir viviendo en sus hogares, incluso sin poder pagar sus hipotecas. La Reserva Federal instituyó varias rondas de flexibilización cuantitativa, pero hizo poco para reformar Wall Street. Estados Unidos tampoco entregó sus planes de control de armas, reforma migratoria y apoyo a la clase media. El plan de salud de Obama se lanzó con mucha algarabía, pero contrarió a las personas de clase media ya que el resultado fue una mayor carga financiera para ellas. A pesar de su recuperación económica moderada y de las cifras de empleo mejoradas, la economía real sigue débil, con una sociedad más dividida. Las varias rondas de flexibilización cuantitativa no hicieron mucho más que mantener a flote a los mercados bursátiles de Wall Street.

Iniciativa estratégica de China

A pesar del papel limitado de la política, las relaciones entre grandes potencias como Estados Unidos y China son impulsadas principalmente por su poder nacional integral. Casualmente, la fuerza nacional de China aumentó durante los últimos ocho años. En este contexto, Estados Unidos necesitaba una nueva política para tratar con China, y la administración Obama ciertamente ideó una: la política de "reequilibrio con Asia-Pacífico".

Por el contrario, China no solo ha reducido su brecha con los Estados Unidos, sino que también ha demostrado una mayor iniciativa estratégica, como ejemplifica el concepto de "un nuevo tipo de relaciones de poder", propuesto por el presidente Xi Jinping durante su reunión con Obama en el Retiro Annenberg en California en junio de 2013. Los elementos que definen este tipo de relaciones son "no conflicto ni confrontación, respeto mutuo y cooperación para beneficio mutuo". Estados Unidos es capaz de aceptar completamente "no conflicto ni confrontación", pero no "respeto mutuo". Estados Unidos también puede aceptar en parte la "cooperación para beneficio mutuo". Por ejemplo, los dos países están más o menos dispuestos a cooperar en temas como la lucha contra el terrorismo, la seguridad nuclear y el cambio climático. En otras palabras, Obama no ha rechazado ni aceptado la construcción de este nuevo tipo de relaciones bilaterales. Tanto si Estados Unidos logra aceptar como no aceptar este concepto, la fallida estrategia de reequilibrio de Estados Unidos ha permitido a China ganar la iniciativa estratégica con una pequeña ventaja.

El presidente estadounidense Barack Obama se reúne con el presidente chino Xi Jinping en California, 2013/ Imagen: REUTERS/Kevin Lamarque

Al mismo tiempo, China continúa impulsando su presencia y aumentando su voz en los marcos dominados por los Estados Unidos. Por ejemplo, China ha logrado incluir el reinminbi en la cesta del DEG, ha seguido nombrando a altos funcionarios en el Banco Mundial y en el Fondo Monetario Internacional, ha aumentado sus cuotas de membresía en las Naciones Unidas y trazado su propia estrategia global después del XVIII Congreso Nacional del PCCh, como se evidencia con la iniciativa "Un cinturón, una ruta" y la creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura. Es decir, China ha ampliado su visión más allá de las relaciones sinoestadounidenses a escala mundial. Esto le ha ayudado a ganar más iniciativa estratégica. Por el contrario, EE.UU. ha retrocedido significativamente en términos de pensamiento estratégico en comparación con el período de la Guerra Fría. Cuando se trata de la desintegración de la Unión Soviética, existe una creencia falsa entre las élites de los Estados Unidos de que la disolución fue el resultado del triunfo de los Estados Unidos sobre la Unión Soviética, más que el resultado de sus problemas internos. Esto ha alentado a los EE.UU. a ser arrogante y beligerante, y a hacerse muchos enemigos. La política de "reequilibrio con Asia-Pacífico", diseñada para contener a China, carece también de creatividad, ya que es una continuación de su vieja mentalidad geopolítica.

La cooperación es la mejor opción

El hecho de que Donald Trump ganara las elecciones presidenciales es también un reflejo del descontento público con la administración Obama. Frente a una China en ascenso, Estados Unidos necesita romper con el "Americentrismo". Estados Unidos todavía tiene un gran sentido de superioridad, y ve el mundo desde una perspectiva centrada en los Estados Unidos sin comprender el hecho más importante de este mundo: China ya se ha convertido en la nación industrializada más fuerte de la historia de la humanidad. También ignora otro hecho histórico: Estados Unidos siempre se ha beneficiado de su cooperación con China en la región de Asia y el Pacífico a lo largo del siglo XX. La cooperación sinoestadounidense condujo al triunfo sobre el Japón militarista durante la Segunda Guerra Mundial y a la inclinación de la geopolítica Asia-Pacífico en favor de los Estados Unidos durante la Guerra Fría contra la Unión Soviética. Sin embargo, cuando reunió a algunas naciones pequeñas contra China, las consecuencias fueron la Guerra de Corea y la Guerra de Vietnam. China es una gran potencia natural, que nunca se puede vencer, incluso si EE.UU. contara con el apoyo de algunas naciones pequeñas.

Estados Unidos sigue centrado en sí mismo y en sus aliados, incapaces de tratar a China como un igual. Si invirtiera su enfoque y considerara a China como un socio igualitario, tanto sus estrategias para Asia-Pacífico como globales ganarían una nueva vida. Si los dos países pueden convertirse en socios en buenos términos, la causa de la guerra en la región de Asia-Pacífico será erradicada. El significado de la cooperación sinoestadounidense es mucho mayor que una alianza dominada por Estados Unidos, que podría cosechar mejores beneficios estratégicos con esa cooperación. Sin embargo, queda por verse si quienes toman las decisiones en los Estados Unidos podrán desarrollar dichas perspectivas en el futuro. Cuando se trata de asuntos internos, ahora es aconsejable para los Estados Unidos aprender de China, estableciendo medidas amplias de apertura y reforma.

Existe un consenso entre las élites de Estados Unidos de que, a pesar de muchos problemas, el sistema estadounidense sigue siendo el mejor del mundo. Lo que Estados Unidos necesita hacer es afinar sus políticas en lugar de reformar su sistema. Esta es una creencia equivocada. En primer lugar, la economía estadounidense es demasiado dependiente de las finanzas, imprime demasiados dólares, que es una moneda de reserva, en lugar de impulsar su economía real y la industria para fortalecer su competitividad. Este no es un modelo sostenible. En segundo lugar, políticamente, Estados Unidos debe reconstruir su sociedad dominante. Una condición física previa para una democracia multipartidista que funcione bien es una sociedad dominante fuerte. Diferentes partidos son simples representantes de diferentes segmentos de la sociedad dominante, que es el fundamento de la cooperación. Sin embargo, esta condición física previa está desapareciendo peligrosamente en los EE.UU., al igual que en algunos otros países europeos. En lugar de centrar su atención en estos dos temas fundamentales, Estados Unidos está obsesionado con la rivalidad contra China. De hecho, no hay manera de vencer a China; incluso si EE. UU. lo lograra, seguiría siendo un perdedor.

El ascenso de Donald Trump a la presidencia

La campaña presidencial de Trump estaba llena de bloqueos instalados por las élites tanto demócratas como republicanas, así como por grupos a favor del establishment. Toda la elección fue un proceso sucio. Tres divisiones en la sociedad estadounidense pueden explicar la victoria de Trump: la división de clases, la división de la derecha y la izquierda, y la división racial. Trump construyó con inteligencia bases leales entre las clases medias bajas, las personas de extrema derecha y la mayoría blanca. Su frustración y enojo con el Partido Demócrata y la administración Obama fue lo que ayudó a Trump a superar los obstáculos creados por los grupos a favor del establishment para ganar las elecciones.

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, en un mitin en Nueva York/ Imagen: REUTERS/Mike Segar

Sin embargo, detrás del triunfo de Trump también hay tres riesgos importantes que deben abordarse: antielitismo, racismo blanco y antiglobalización de derechas; de lo contrario, la sociedad estadounidense se dividirá aún más, con una sociedad dominante cada vez más reducida.

Recientemente, también hizo algunos movimientos innovadores, como abrir 4000 cargos de nombramiento político en su administración para el público en general. Comúnmente, estos cargos serían asignados a los republicanos. Su desviación parece ser una advertencia para el ala a favor del establishment dentro de su partido. Después de que asuma la presidencia, es imposible saber si esto causará rencor entre los senadores y representantes republicanos, y generará una discordia entre los poderes ejecutivo y legislativo.

Después de que Trump asuma el poder, definitivamente habrá un impacto en los grupos a favor del establishment en el sistema político estadounidense. Además, las orientaciones políticas que trascienden de sus discursos también causarán cierto impacto en las actuales alianzas dominadas por los Estados Unidos, en las que ya no asumirá tanta responsabilidad obligando a sus aliados a compartirla. Los esfuerzos de los Estados Unidos para avanzar en la globalización, como el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), también enfrentarán algunos reveses.

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