México; una economía moderna con mucho potencial

A U.S. border patrol officer sits in his vehicle looking out over Tijuana, Mexico from San Ysidro, California February 25, 2015. U.S. Senate leaders took a tentative step on Tuesday that could avert a partial shutdown of the Department of Homeland Security, but it was unclear if House Speaker John Boehner and restive conservatives would support a new concession to Democrats.     REUTERS/Mike Blake (UNITED STATES - Tags: POLITICS CRIME LAW MILITARY) - RTR4R6FA

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Jorge A. Monjarás
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Desequilibrios económicos globales

El cambio es la constante en el universo, sobre todo en la naturaleza humana. Nuestra ruta histórica es rítmica, las grandes tendencias van y vienen. No queda sino adaptarse a la ola que sigue. Los analistas económicos calculan ahora, cautelosos, qué esperar en 2017 para Estados Unidos, México, la región de Norteamérica y el mundo.

La verdad es que resulta terreno inexplorado y cualquier pronóstico es bueno, pues todo depende de cómo operará el gobierno que encabeza Donald Trump; de cómo llevará a la realidad –o bien, a algo cercano–, sus promesas de campaña. Los analistas financieros, por su parte, hacen lo que tienen que hacer: administrar el riesgo. Seguramente bajarán sus pronósticos sobre el desempeño de los activos con mayor riesgo político en cualquier mercado, empezando por México. Por ello, hagamos un breve corte de caja: qué tenemos y quedemos hacer para adaptarnos.

Datos positivos

Un país de más de 122 millones de habitantes, de los cuales más de 32 millones tienen menos de 15 años; una Población Económicamente Activa (PEA) de más de 53 millones de personas, de la que más de 31 millones está empleada en el sector servicios y apenas 6.6 millones en el sector primario (agropecuario y extractivo). Es decir una población de perfil moderno, en donde el empleo formal ha avanzado consistentemente en los últimos años y que ha sido responsable de incrementos constantes en el consumo interno.

Tenemos un PIB superior a los 14.1 billones de pesos, con lo cual seguimos estando entre las 15 economías más grandes del planeta. Tenemos, también, una planta manufacturera montada con un valor de producción superior a los 542,600 millones de pesos (mdp) agosto pasado. Es una inversión que simplemente no se va a ir del país de la noche a la mañana pero, muy importante, contamos con una clase empresarial que, a costa de selección natural, se ha vuelto capaz de competir globalmente y es capaz de, ahora sí, realizar una transferencia tecnológica, en caso de que alguien se interese en bajar su exposición al riesgo país.

Tenemos una apertura energética que hará muy atractivo al país a la inversión nacional y extranjera y que nos hace parte del muy competitivo bloque manufacturero de Norteamérica, cuyas fábricas se benefician con el más bajo costo del gas natural en el mundo.

Contamos con un comercio exterior superior a los 680,000 millones de dólares anuales, en donde, hay que señalar, intervienen miles de empresas de cualquier parte del mundo, pero ante todo mexicanas y estadounidenses. El comercio internacional se basa en una larga cadena de empresas, entre las cuales muchas son de Estados Unidos.

Por último, aquí invertidos en fierros, terrenos y máquinas, contamos con más de 402,000 millones de dólares en inversión extranjera directa, nada más considerando desde 2000 a 2015. Esta inversión no se puede ir por órdenes de ningún político, las máquinas no se van a rematar, las plantas no se van a vender al mejor postor. Trasladar la maquinaria sería como mudar una ciudad entera con todo y edificios. Y además contamos con las famosas finanzas públicas del país sanas, si bien un tanto doloridas.

¿Qué podemos hacer?

Financieramente, lo que hemos insistido al gobierno federal: enderezar el rumbo de las finanzas públicas, ya. Sobre todo, a partir de ahora tienen que correr los recortes al sector público, buscar incluso un mayor superávit primario que el planteado. La austeridad debe cundir a todos los niveles del gobierno, incluyendo en esta ocasión a los poderes Legislativo y Judicial y, por supuesto a los partidos políticos.

En cuestión de política económica, es difícil pensar que si el Banco de México reaccionó con un aumento de 50 puntos base al Brexit, no lo haga igualmente esta vez con una magnitud parecida o mayor para aminorar la volatilidad. Fiscalmente, hay que considerar que México deberá bajar sus tasas impositivas, si el Estados Unidos lo hace, con todo lo que ello implica.

Pero ante todo, es momento de cabildear, negociar, dialogar e incluso endurecer posturas ante diversos interlocutores en Estados Unidos, desde el Congreso hasta las autoridades de comercio exterior, sin dejar de lado a los empresarios de ese país, que mantienen con nosotros todo tipo de relación. Es momento de buscar una transición ordenada, si es preciso revisar el NAFTA. Renegociar es, al fin y al cabo, un acto que no necesariamente va en perjuicio de una de las partes. A cambio, deben buscarse nuevos campos de integración regional, además de la energética y manufacturera.

Es momento de pelear que, en lugar de deportaciones, se logre un libre flujo de trabajadores temporales entre ambos países. Nos consta que desde hace años muchos paisanos se sienten atrapados en Estados Unidos. No pueden salir, por la necia política migratoria. Es momento de tomar la iniciativa y proponer un programa ordenado de trabajo temporal. Un estudio del IMCO ya había mencionado que un regreso de millones de migrantes podría terminar impulsando al PIB de México, y deprimiendo al estadounidense. Con esos números hay que jugar.

Igualmente, es preciso dialogar directamente con las corporaciones extranjeras en México para adaptarse juntos al cambio de tiempos. Si los mercados comienzan a cerrarse, ¿deberán irse? ¿Cuántos años requieren de transición? ¿Cómo pueden quedarse? ¿Qué pueden vender a los mexicanos? Es momento de que las empresas nacionales retomen algo que dejaron abandonado por años, dada la comodidad del NAFTA: apropiarse de las nuevas tecnologías, procesos, sistemas productivos. Quién sabe, acaso es momento de pensar nuevamente en autos, televisiones, teléfonos inteligentes de marca mexicana, no en el contexto proteccionista de antaño, pero si en uno de competitividad global y atención a las necesidades del mercado interno.

Por último, y como ya lo han señalado varios expertos, es momento de revisar principalmente la desigualdad y el retraso de zonas enteras del país. Si se desvanecen algunas de las principales razones para mantener tan bajos nuestros niveles de ingreso, porqué no considerar una transición ordenada hacia una gradual y bien pensada recuperación del salario mínimo, hacia la reintegración de las zonas excluídas.

En números y edades, nuestra pirámide poblacional es suficientemente sana como para mantener una economía vigorosa por muchos años más. Hay que aprovechar el momento para sacudirnos la dependencia de Estados Unidos (que no una buena sociedad, cuando se pueda). Si nos enfurece el nuevo presidente de ese país, es porque nos pusimos a su alcance debido a nuestra debilidad económica y nuestro problema de ingreso. Es momento de trabajar para salir de este problema, evolucionando, como siempre.

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