Diagnóstico del Banco Mundial: Libia está al borde del colapso
Image: REUTERS/Esam Omran Al-Fetori
A principios de semana se reunieron en Londres, bajo el patrocinio del secretario del Foreign Office y con asistencia del ministro italiano de Exteriores y del ex secretario de Estado John Kerry, más representantes de gobiernos europeos y autoridades libias, para afrontar la agudización de la crisis libia, pero esta vez no sólo bajo el punto de vista de la seguridad, sino también del de la economía, que se halla a punto de derrumbarse.
La urgencia de la reunión viene ilustrada por los términos en que se pronuncia el informe del Banco Mundial sobre Libia, publicado el pasado octubre, el cual advierte que la economía del país norteafricano “está al borde del colapso, debido al bloqueo político y el conflicto civil, que impiden la plena explotación de su único recurso natural: el petróleo”. Los ingresos por hidrocarburos, advierte el BM, cayeron en los siete primeros meses de 2016 hasta 3.200 millones de dinares libios (D 1/$ 0,72), una décima parte de los del mismo periodo de 2015.
El colapso de la economía libia es el resultado de la interacción anárquica de un conjunto de factores, que comprende el enfrentamiento entre milicias tribales o confesionales; la resistencia del gobierno establecido en la parte oriental del país, con capital en Bengazi, a someterse al llamado Gobierno del Acuerdo Nacional (GAN) formado bajo el patrocinio de las Naciones Unidas, el cual opera desde la capital oficial del país, Tripoli; la actividad paralela de dos ejércitos, cada uno con obediencia a los gobiernos en competición, y la actividad terrorista del llamado Estado Islámico (EI) en la región costera de Sirte, aunque ahora a la defensiva debido a los ataques de las milicias de la ciudad marítima de Misrata con el apoyo de la aviación occidental.
Los reunidos en Londres discutieron cómo allegar recursos urgentes para reactivar la economía y hacer posible el aumento de la exportación de hidrocarburos. Sin embargo, no hay acuerdo entre diferentes autoridades libias del más alto nivel. El representante del GAN propuso la supresión de subsidios al consumo y la protección del valor de la moneda, mientras que el director del Banco Central habló de la necesidad de devaluarla. El problema es cómo asegurar que el gobierno asegura ingresos por $38.000 millones para cuadrar el presupuesto de 2017. Una gran parte de la población depende de los subsidios del estado, pero éstos minan las finanzas públicas.
No todos los asistentes europeos a la reunión de Londres están en la misma onda respecto de qué hacer en Libia. Entre ellos estaba el director general de Asuntos Políticos y de Seguridad de Francia; su gobierno ayuda militarmente al instalado en Bengazi, mientras que la mayoría de los otros países presentes en la reunión están firmemente detrás del GAN, en Trípoli. Presente en la reunión estuvo un representante de Emiratos Árabes, cuyo gobierno también apoya al de Bengazi y colabora con Francia en la construcción de una base aérea.
Un informe devastador
La advertencia del BM sobre el colapso de Libia se basa en el rápido deterioro de su economía. La producción petrolífera del primer semestre, afirma, es 20% inferior a la del mismo periodo de 2015, y queda en 335.000 b/d. El PIB se ha reducido en 8,3% en 2016, lo que supone una caída de dos tercios respecto a su nivel antes de la revolución.
Desde octubre se han cortado los subsidios a los alimentos, que representaban el 18,4% del PIB, lo que hizo florecer el mercado negro. Los salarios han caído un 8,7% de media. Los ingresos por petróleo se habrán encogido en este año hasta los 8.000 millones/dinares, y las exportaciones se sitúan hoy en 200.000 b/d, totalmente insuficientes para frenar la caída de las reservas, que pasaron de $107.000 millones en 2013 a $43.000 millones en la actualidad. El BM no cree que el aumento de las exportaciones en 2017 subsane el déficit del estado y cubra las importaciones de bienes de consumo, con lo que prevé un déficit fiscal del 35% del PIB y otro por cuenta corriente del 28%.
La dramática situación económica actual contrasta con las previsiones que sería posible hacer si el país estuviese pacificado. Si la producción de petróleo creciese hasta los 600.000 b/d a finales de 2017, especula el informe del BM, eso aseguraría un crecimiento del PIB del 28%. Esta previsión, sin embargo, no coincide con la del presidente del GAN, Fayez Sarraj, quien cree que ese volumen ya se ha alcanzado. Según dijo el pasado domingo, la producción actual se sitúa entre 580.000 y 600.000 b/d, y Serraj aún espera que las regiones del occidente del país, que se hallan en la esfera del gobierno legítimo, puedan añadir otros 380.000 b/d.
Del lado de la seguridad, como novedad definitivamente positiva está el éxito de la actual campaña contra el EI, que ha dejado a esa fuerza terrorista reducida a defender un bastión de no más de un km cuadrado. Dos buques anfibios de la marina de los Estados Unidos lanzan ataques contra el EI, en apoyo de las milicias leales al GAN.
El presidente del GAN se muestra muy crítico con el enfoque que los países occidentales dan a la crisis libia. Todo lo ven bajo el prisma del combate contra el terrorismo y los desembarcos de refugiados y emigrantes en las costas europeas. Los representantes occidentales, dice Serraj en una larga entrevista publicada el miércoles día 2, “siempre nos preguntan qué hemos hecho en esas dos cuestiones. Y no me canso de repetir que hay otros problemas que preocupan a los ciudadanos libios más que esos dos, como hacer colas durante tres días para obtener cambio en los bancos, o los cortes de electricidad de catorce horas. Vds. no se preocupan de que no haya vacunas en los hospitales, y de que las escuelas se utilicen como albergues para la gente y no para la enseñanza. Esas son las preocupaciones de los ciudadanos libios”.
El presidente Serraj explica que una de sus preocupaciones urgentes es integrar a las milicias en algún tipo de fuerza pública del estado, para cuyo entrenamiento el gobierno necesita dinero. “Pero no lo tenemos, y el que se nos ha dado para emergencias… está condicionado a cómo y cuándo lo gastamos”. La ayuda para la adquisición de armamento está sujeta a embargo, y el que llega debe someterse a la supervisión y aprobación de las Naciones Unidas. En contraste, “la otra parte descuelga el teléfono y recibe 200 vehículos y 300 lanzamisiles”.
El jefe del gobierno señala a los responsables
Serraj señala cuatro responsables del bloqueo político del país: uno de ellos es Saddiq Elkaber, presidente del Banco Central Libio, al que acusa de oponerse a la devaluación del dinar. Otro es el presidente de la Compañía Nacional del Petróleo, al que atribuye inacción ante la intervención del general Hafter, leal al gobierno paralelo de Bengazi, en las principales instalaciones petrolíferas. El líder de este gobierno ‘alternativo’, Ageela Salah, ha exigido que el GAN se recomponga con personalidades de su agrado. En fin, Hafter ejecuta sus operaciones militares contra yihadistas y milicias contrarias sin autorización del gobierno de Trípoli. Es sabido que Hafter cuenta con el apoyo político y militar de El Cairo, así como el de Emiratos.
Por último, Serraj señala otro obstáculo a la estabilización de Libia y su gobierno legal: el líder religioso extremista, Saddiq Ghariani, quien lanza frecuentes ‘fatuas’ contra el gobierno y cuenta con un amplio seguimiento de los devotos más extremos y sus milicias.
Parece, pues, evidente que el enfoque que Occidente está dando a la crisis libia - que de una forma o u otra amenaza sus costas - está muy lejos de ser compartido por el gobierno que ese mismo Occidente ayudó a formar, a través de penosas y largas negociaciones bajo el paraguas de las Naciones Unidas. El nuevo gobierno parece mirar a los problemas estructurales del país, pero Occidente se interesa tan solo por problemas coyunturales. Como el de la inminente bancarrota del estado libio, pronosticada por el Banco Mundial si no se hace nada por evitarlo.
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