¿Cómo deben los líderes de Europa abordar la crisis de los refugiados?

Europa tiene frente a sí un desafío de proporciones históricas: cómo enfrentar la peor crisis de refugiados en décadas. Al final de este año, se calcula que el número de personas que solicitarán asilo superará un millón. El costo humano de esta crisis de refugiados es alarmante; sin embargo, buena parte de las respuestas hasta el momento han sido titubeantes, aceptando por una parte la necesidad de hacer más, pero también la gravedad de las implicaciones.

Algunos políticos temen el impacto sobre las comunidades locales y los contribuyentes. Otros temen a los extremistas que podrían hacerse pasar por refugiados genuinos. Ante todo, muchos temen a la opinión pública, la cual, a pesar de las escenas conmovedoras de bienvenida y apoyo a los solicitantes de asilo, permanece indecisa e incluso hostil ante la posible llegada de un número mayor de migrantes provenientes de países devastados por la guerra y con problemas profundos, especialmente si profesan una religión distinta.

Los líderes europeos no pueden darse el lujo de tener miedo. La crisis de refugiados no es una crisis que puedan ignorar. No existe una varita mágica para resolver esta crisis, permitiendo a los líderes transportar a más de un millón de personas hacia Mosul o Aleppo a través del Mar Egeo y el Bósforo, o a través del Mediterráneo hacia Eritrea, Somalia o Sudán.

La reintroducción de los controles fronterizos y la construcción de barreras en algunos países abrumados por las circunstancias posiblemente permita ganar tiempo, pero nadie en su sano juicio puede pensar que estas medidas pueden bloquear la entrada de personas permanentemente. Es probable que la mitad de los solicitantes de asilo, incluso bajo las reglas más estrictas, podría calificar para obtener un permiso de residencia, dadas las terribles condiciones en los países de los cuales han decidido escapar. A pesar de la sensibilidad o ambivalencia de la opinión pública en cuestiones migratorias en muchos países, los líderes europeos deberán encontrar una respuesta firme, coordinada y unificada.

Existen tres desafíos principales. El primero es cómo redistribuir de manera justa a los refugiados en Europa, y asegurar que reciban alojamiento, comida y apoyo. Esto en sí mismo es un reto de gran complejidad.

En segundo lugar, es indispensable iniciar un proceso que permita integrar a los refugiados a nuestras sociedades y economías. Para algunos refugiados será relativamente sencillo encontrar empleos. Un ingeniero civil sirio posiblemente deberá aprender alemán pero, una vez que lo haga, es poco probable que tenga que esperar mucho tiempo para que los empleadores toquen a su puerta. Pero habrá otros solicitantes de asilo que no tengan esos niveles de educación y puedan estar comprensiblemente traumados por las situaciones de guerra y éxodo que han debido afrontar. Será más complicado integrar a ese segmento plenamente – muchos votantes permanecerán escépticos durante el proceso – y habrá que asumir los costos, pero ello beneficiará a Europa a futuro.

El análisis de la OCDE muestra que la migración, si es gestionada correctamente, puede tener un impacto positivo en el crecimiento y la innovación. Desafortunadamente, en el pasado la migración no siempre se ha administrado de forma correcta: los migrantes han sido concentrados en suburbios “ghettoizados”, con pocos servicios públicos y aún menos oportunidades laborales.

Aún así, la evidencia acumulada en los países de la OCDE sugiere que los inmigrantes tienden a pagar más en impuestos y en contribuciones a la seguridad social de lo que reciben en beneficios individuales. Justamente hoy hemos presentado una nota de políticas públicas sobre la actual crisis de refugiados. En concreto, Europa necesita a los migrantes y a las nuevas habilidades y destrezas que pueden aportar. De lo contrario, la población disminuirá y enfrentará problemas para pagar pensiones y asumir los costos futuros del sistema de salud. De hecho, 65% del incremento en la fuerza laboral de la Unión Europea en la primera década del siglo XXI puede atribuirse a la inmigración. Muchos dirán que será más complicado integrar a los refugiados que no tengan las habilidades y destrezas que requiere la economía que a otros migrantes. Pero hoy tenemos a nuestro alcance un conocimiento mucho más completo de lo que ha funcionado al momento de reinstalar a los migrantes – las experiencias de los países que han administrado correctamente la migración – y podemos esperar que ello nos permita evitar los errores del pasado.

Esto me lleva al tercer y mayor desafío que los líderes europeos tendrán que superar: el miedo a los migrantes. La integración es una condición indispensable para la aceptación de nuevos flujos legales.  Se asume que “nosotros” estamos integrados mientras que “ellos” no lo están. Y, sin embargo, prácticamente todos tenemos una ascendencia de migrantes en nuestro árbol genealógico, en muchos casos no tantas generaciones atrás. La diferencia entre “nosotros” y “ellos” no es tan clara como podría pensarse.

Ningún líder actual esperaba tener que afrontar una tragedia humana de la escala que hemos presenciado en el Mediterráneo y a lo largo de Europa. Pero la manera como respondan determinará el juicio que los ciudadanos y la historia hagan de ellos.

Esto no es un juego de números. Los líderes tienen que mirar más allá del cuántos migrantes se aceptan y dónde enviarlos para enfocarse en lo que deben hacer para integrar a los recién llegados a sus sociedades y a sus economías. Deben ejercer su liderazgo para convencer a las personas de que los migrantes, y sobre todo los que necesitan más protección, no nos quitan nada, sino que, por el contrario, nos dan mucho. En estos momentos de crisis deben resonar en todos nosotros las palabras del novelista mexicano Carlos Fuentes: “Reconócete en ella y él que no son como tú y yo.”

Con la colaboración de Project Syndicate

Autor: Ángel Gurría, Secretario General, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) 

Imagen: REUTERS/ Mohamed Azakir