Una salida para Grecia

La crisis griega es una tragedia para el país y un peligro para la economía mundial. Alemania pide que Grecia siga amortizando los intereses de sus deudas íntegramente, aunque está claro que esté país está en quiebra, y el Fondo  Monetario Internacional ha reconocido la necesidad de un alivio de la deuda. La colisión de la realidad (la insolvencia de Grecia) con la política (las exigencias de Alemania) había de provocar un desastre y, en realidad, así ha sido: el espantoso desplome del sistema bancario griego en esta semana.

Sin embargo, aún existe una salida de este desastre. Se debería recortar drásticamente la deuda de Grecia y ésta debería permanecer dentro de la zona del euro.

En las negociaciones con sus acreedores celebradas la pasada primavera, Grecia lo reconoció e insistió en que se redujera su deuda. Alemania se negó. Aunque los Estados Unidos  y el FMI se pusieron en privado de parte de Grecia, Alemania prevaleció, como suele ocurrir con los acreedores.

Sin embargo, a veces los acreedores prevalecen para su propio perjuicio; al empujar al deudor hasta el límite, acaban provocando una completa suspensión de pagos. El error cometido por Alemania la semana pasada ha sido el de empujar la economía griega –ya en condiciones que nada tenían que envidiar a la Gran Depresión– hasta un completo desplome financiero.

El ministro de Hacienda de Alemania, Wolfgang Schäuble, tiene una clara estrategia negociadora, encaminada a obligar a Grecia a abandonar la zona del euro. Lamentablemente para él, Grecia no quiere salir y no se puede forzarla a hacerlo conforme a los Tratados que rigen la Unión Europea. Lo que quiere Grecia es permanecer en la zona del euro, con una menor carga de la deuda: postura astuta y que está protegida por el Tratado.

De hecho, la salida de Grecia del euro sería extraordinariamente costosa para Grecia y casi con toda seguridad provocaría un caos político y social –y tal vez hiperinflación incluso– en el corazón de Europa. El valor de los ahorros de los residentes griegos se readucirían drásticamente, porque los euros se convertirían de repente en nuevos dracmas. La clase medía quedaría destripada y la conversión de la divisa no ahorraría al país ni un céntimo de su deuda exterior, que, naturalmente, seguiría denominada en euros.

Aun así, la carga de la deuda de Grecia es insostenible. Esta semana, Grecia ha dejado de pagar al FMI y ha optado por pagar las pensiones en lugar del servicio de la deuda. Ahora los acreedores del país deberían negociar una reducción consensual de la deuda mediante una combinación de unos tipos de interés inferiores (y fijos), una reducción del valor nominal de la deuda y vencimientos a más largo plazo.

Hay muchos precedentes de esa vía. Ha habido centenares, tal vez millares, de reestructuraciones de deudas soberanas, incluida la de Alemania. En realidad, las exigencias inflexibles por parte de los acreedores del Gobierno de los Estados Unidos después de la primera guerra mundial contribuyeron a una profunda inestabilidad financiera en Alemania y otras partes de Europa e indirectamente al ascenso de Adolf Hitler en 1933. Sin embargo, después de la segunda guerra mundial, Alemania recibió concesiones mucho más sensatas del Gobierno de los EE.UU., que concluyeron con el alivio de la deuda consensuado en 1953, decisión que benefició en gran medida a Alemania y al mundo. Sin embargo, Alemania no ha aprendido las enseñanzas de su propia historia.

Yo propongo una vía en cuatro fases para que Grecia salga de la crisis. En primer lugar, recomiendo que el pueblo griego se incline por un “no” resonante a los acreedores en el referéndum sobre sus exigencias de esta semana.

En segundo lugar, Grecia debe seguir suspendiendo el servicio de sus deudas exteriores a los acreedores oficiales hasta que haya una reestructuración consensuada de la deuda en fecha posterior de este año. Dada su gran depresión, Grecia debe utilizar sus ahorros para pagar a los pensionistas, brindar alivio alimentario, hacer reparaciones decisivas en sus infraestructuras y dirigir la liquidez al sistema bancario.

En tercer lugar, el Primer Ministro, Alexis Tsipras, debe utilizar su capacidad de persuasión para convencer al público, al estilo del  Presidente Franklin D. Roosevelt de los EE.UU., de que lo único que deben temer es al temor mismo. Concretamente, el Gobierno debe decir con claridad a todos los griegos que sus depósitos en euros están seguros, que el país seguirá dentro de la zona del euro (pese a las falsas afirmaciones por algunos miembros del Eurogrupo de que un voto negativo significaría la salida de Grecia) y que sus bancos volverán a abrir inmediatamente después del referéndum.

Por último, Grecia y Alemania deben lograr una aproximación poco después del referéndum y acordar un plan de reformas económicas y de alivio de la deuda. Ningún país –incluida Grecia– debe esperar que se le ofrezca un alivio de la deuda en bandeja de plata; debe ganarlo y justificarlo con reformas reales que restablezcan el crecimiento, para beneficio tanto de los deudores como de los acreedores. Sin embargo, un cadáver no puede hacer reformas. Ésa es la razón por la que se deben ofrecer a la vez el alivio de la deuda y las reformas, no las reformas “primero” con promesas vagas de que el alivio de la deuda llegará con una cantidad no especificada y en un momento no especificado en el futuro (como algunos en Europa han dicho a Grecia).

Desde luego, en el desastre griego las dos partes han cometido innumerables errores, apreciaciones erróneas y fechorías a lo largo del pasado decenio e incluso antes.  Un país no llega al precario estado de Grecia sin una mayúscula mala administración durante toda una generación, pero tampoco cae un país en la bancarrota sin que sus acreedores cometan errores graves: primero, prestando demasiado dinero y, después, exigiendo amortizaciones excesivas hasta el punto de que se desplome el deudor. Al ser culpables las dos partes, es importante que no pierdan el futuro peleándose sin cesar por el pasado.

La de aligerar la carga de la deuda de Grecia y mantenerla en la zona del euro es la vía correcta y alcanzable para la salida de la crisis y se puede conseguir fácilmente mediante un acuerdo mutuo entre Alemania y Grecia, que el resto de Europa subscriba. El resultado sería una victoria no sólo para esos países, sino también para la economía mundial.

 

Con la colaboración de Project Syndicate 

Autor: Jeffrey D. Sachs es director del Earth Institute en la Universidad de Columbia. 

REUTERS/ Marko Djurica

No te pierdas ninguna actualización sobre este tema

Crea una cuenta gratuita y accede a tu colección personalizada de contenidos con nuestras últimas publicaciones y análisis.

Inscríbete de forma gratuita

Licencia y republicación

Los artículos del Foro Económico Mundial pueden volver a publicarse de acuerdo con la Licencia Pública Internacional Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0, y de acuerdo con nuestras condiciones de uso.

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no del Foro Económico Mundial.

Comparte:
World Economic Forum logo

La Agenda Semanal

Una actualización semanal de los temas más importantes de la agenda global

Suscríbete hoy

Quiénes somos

Participe en el Foro

  • Iniciar sesión
  • Asóciese con nosotros
  • Conviértase en miembro
  • Regístrese para recibir nuestras notas de prensa
  • Suscríbase a nuestros boletines
  • Contacte con nosotros

Enlaces directos

Ediciones en otros idiomas

Política de privacidad y normas de uso

Sitemap

© 2024 Foro Económico Mundial